El absurdo del servicio público en México .

*El Baldón .

/ José Miguel Cobián /

El surrealismo mexicano es impresionante. Bien dijo André Bretón que de haber conocido de joven nuestro país, jamás hubiera inventado el surrealismo.

Imagina un negocio, un comercio, el que tú quieras, en el cual se le diga a los clientes, que sólo se va a atender a determinado número, siempre menor a la demanda.   Eso es ridículo.  Cualquier persona en la iniciativa privada, sabe que su negocio crece cuando atiende a más clientes.

Un tortero no va a negarse a vender más tortas si tiene demanda.  Un vendedor de frutas igual. Un taxista no se va a negar a hacer una corrida adicional salvo que ya tenga que entregar el auto a otro chofer.     Una tienda que sepa que tiene éxito, va a procurar poder atender a más clientes, para poder incrementar la venta de sus productos.

En el sector público actúan al revés.  Incluso cuando ganan por cada operación realizada.   Un absurdo doble es el caso de la oficina de licencias.  Siempre tiene filas enormes.  Si las fichas las dan a las 10 de la mañana, hay personas que llegan a las seis o cinco de la mañana a formarse.   El servicio es brutalmente ineficiente, y sin embargo nadie reclama.

A todos nos queda claro que la expedición de licencias en Veracruz es una concesión.  Suponemos por lo tanto, que el propietario del negocio, gana por cada licencia que expide.  Y sin embargo, a pesar de tener demanda superior a su oferta, no hace absolutamente nada por incrementar la capacidad de otorgar licencias a quién lo necesita.

Aún si fuera un negocio del estado, es absurdo pensar que el estado o el propietario pueden ganar más dinero si atienden a más solicitantes de licencias cada día, y no lo hacen. ¿Por qué razón alguien que puede ganar más con un servicio no se aplica a mejorar su labor de venta?   Sólo el surrealismo de México puede responder a esa pregunta.   Sea particular o del estado, si tienen la posibilidad de ganar más dinero todos los días, la única razón por la cual no lo hacen es porque el dueño es chambón e ineficiente.  No quiere tener más equipos, ni más empleados, aunque eso eleve el rendimiento del negocio de expedir licencias.

Equivale al mítico ejemplo de la señora que vende manzanas en la calle, y llega alguien a comprarle no sólo las manzanas que lleva en el canasto, sino la cosecha, y ella dice que no vendería porque ¨qué voy a hacer mañana¨.      Oiga señora ¿ud cuántas manzanas vende al día?  R: * Yo vendo 50 manzanas diarias*       ¨Necesito que me venda setenta manzanas mañana¨     R: *De ninguna manera yo sólo vendo 50 manzanas diarias no 70*         Así de absurdo se escucha que a pesar de las filas, las molestias al cliente, y la demanda superior a la oferta, los concesionarios para la expedición de licencias, no atiendan a un mayor número de personas cada día.  Tienen un número limitado de fichas y de ahí no pasan.   Se entiende que los empleados tienen un límite de atención por 8 horas de trabajo. Lo que no se entiende es que el propietario no amplíe sus instalaciones para atender a más clientes que solicitan licencia.

Otro ejemplo criminal, es la atención de salud pública, ya sea IMSS, ISSSTE o centros de Salud.  Hay una demanda mayor a la oferta, y al gobierno no le importa que los mexicanos pierdan una cantidad brutal de horas hombre, esperando ser atendidos. Mucho menos le importa que mueran mexicanos esperando ser operados, o esperando un procedimiento determinado, desde un análisis, hasta una tomografía.   Todo se pospone.  Todo sabemos que hay mayor demanda a la oferta en los servicios de salud, y a pesar de que todos los pagamos, el gobierno se empeña en que cada día sean más ineficientes, y no por culpa de los empleados de salud, sino porque el patrón, el señor gobierno, decide que no va a contratar a más personas que atiendan a los mexicanos, no va a invertir en más hospitales, cuartos, quirófanos, ampliar áreas de urgencias, etc.   No va a comprar más insumos, ni va a comprar más medicinas.    Es decir, de manera absolutamente criminal se abusa de la población necesitada de éstos servicios.

Lo más absurdo es que si en una empresa privada, alguien no es bien atendido, generalmente el mexicano se queja y exige una buena atención, pero cuando se trata de servicios que otorga o concesiona el gobierno, entonces lo agachón y sumiso del mexicano aparecen de inmediato.  Prefieren aguantar perder horas y horas de su tiempo, aguantar una enfermedad hasta que los puedan atender, o aceptar la extorsión de algunos médicos que piden un moche para pasar su asunto hasta arriba en la lista de espera, o atenderlos en el sector privado, que exigir y reclamar.

Pero esto no pasa solamente en el sector salud, o en la expedición de licencias.  Salvo honrosas excepciones, como es el caso de expedición de pasaportes, y algunos servicios municipales que sí funcionan, la mayoría de los servicios que proporciona el estado son de una calidad mediocre en exceso. Llámese seguridad pública, en ciudades y carreteras, tránsito, pavimentación de ciudades y carreteras, expedición de cualquier permiso o documento, o cualquier cosa que se pueda uno imaginar, pasar por el poder de la burocracia que debería estar para servir al ciudadano, es pasar por un viacrucis, en el cual el ciudadano se convierte en servidor del burócrata.

Hace poco, acompañé a un amigo español a hacer un trámite en su embajada.  Pidió disculpas por molestar, y le respondieron que no había nada que disculpar, que era ciudadano Español y merecía atención y respeto por parte de los servidores públicos de su país.     Esa es la diferencia entre un país civilizado del primer mundo y un país como México.  Cuando menos deberíamos de aspirar a llegar a ser del primer mundo algún día, y comenzar a dar los primeros pasos hoy.

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