ALHAJERO-
Marta Anaya-
La agenda lucía idílica: el apoyo de los ricos, por un lado; a los pobres, por otro.
El día, el 361 del sexenio de Andrés Manuel López Obrador quizás sea uno de los que mejor represente las dificultades por las que ha pasado este gobierno y los intentos de éste por sortearlos y tratar de llevar adelante el proyecto de la Cuarta Transformación.
Inició de una manera poco usual en la mañanera: con la presencia de buena parte de las figuras del sector privado, encabezados por un Alfonso Romo, coordinador de la Oficina de la Presidencia, cuyo rostro deja ver ya las huellas de los padecimientos por los que ha pasado este año.
Pero ahí estaban los empresarios sentados frente al Presidente de nueva cuenta –esta vez en Palacio Nacional-, mirándolo todavía con recelo, batiendo las palmas sólo a petición –o secundando- al jefe del Ejecutivo cuando éste lo determinaba. Acusándolo con su silencio de la parálisis de la economía.
Algunos aceptaron acudir porque Carlos Slim empujó para ello, pero el lenguaje corporal de los empresarios invitados lucía poco entusiasta ante las cifras y la lista de proyectos que enunciaba el líder del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar.
Para AMLO, sin embargo, aquel momento significaba dejar atrás los rencores y la desconfianza con (algunos de) los empresarios y obtener de ellos inversión, un detonante de la economía que resulta más que urgente a estas alturas.
La escena en el salón Tesorería podía interpretarse como el momento en que ambas partes aceptaron tolerarse y decidieron comenzar a ayudarse.
A contrapelo, este mismo 26 de noviembre –día 361 de la 4T-, López Obrador hacía llegar a la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma para incorporar en la Constitución el “Estado de Bienestar”.
Su objetivo es establecer la obligación del Estado de garantizar el derecho a la salud, así como la entrega de apoyos económicos a la población vulnerable; en el caso de personas mayores, a partir de los 68 años, y en el de la población indígena, a partir de los 65. Así tenía programado su día: con una palmada a los hombres del dinero, por un lado, y el apoyo a los pobres (a nivel constitucional), por el otro.
Y un extra en su día. Su pasión por la historia: el homenaje al general Felipe Ángeles. Lo que no esperaba Andrés Manuel es lo que vino a derrumbar el diseño de su agenda idílica a cuatro días de cumplir un año de gobierno: una declaración de Donald Trump anunciando que designará como “terroristas” a los cárteles mexicanos de la droga. Las implicaciones de tal medida desquiciaron el día. Descolocaron al gabinete. El canciller subió y bajó tuits, sin saber bien a bien cómo reaccionar.
“La mejor política exterior es la política interior”, ha dicho una y otra vez López Obrador. Siguiendo su lógica, algo está fallando terriblemente en lo interno. Y está a la vista: la seguridad.
GEMAS: Obsequio del canciller Marcelo Ebrard: “Haremos diplomacia de unidad nacional para defender soberanía y decisiones propias. Saldremos adelante”.