No es provocación

Claudia Rodríguez

Violencia contra la mujer al extremo

Más que relevante la cifra de al menos 10 mujeres asesinadas intencionalmente cada día en México, números que recién reveló el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). De manera lamentable, esas mujeres fueron víctimas tanto de homicidio doloso como de feminicidio y en este mismo 2019, 1,610 perdieron la vida por el primer delito en estas líneas tipificado y 563 por el segundo.

En el 2018, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), informaba que, en nuestro país 9 mujeres morían por delitos dolosos, remarcando la gravedad de la violencia contra la mujer mexicana. Mas parece que la fuerza de las redes sociales para abordar y visibilizar el agravio al extremo a la que están expuestas las féminas, no sólo de México, sino de otras naciones del mundo, han funcionado en sentido positivo. Tampoco son pocas las organizaciones públicas y civiles que han puesto en marcha diversas campañas con el objeto de poner fin a la violencia contra las mujeres.

En ese tenor, debe entenderse que la expresión de cientos de mujeres en las calles, manifestándose en contra de los actos de violencia que se perpetran en su contra, e incluso del actor de los delitos; no es en ningún sentido gratuito, ni mucho menos irrisorio. La idea es hacer visibles sus reclamos para orientar no sólo penas carcelarias mayores a los delincuentes, que en la práctica está comprobado, no inhiben el delito, sino más bien orientar a la sociedad en conjunto sobre el rol tanto de la mujer como del hombre en sociedad.

El violador o los violadores en el camino

Han sido las mujeres chilenas, quienes han logrado captar la atención del mundo con su performance “Un violador en el camino”, interpretado a las afueras del estadio Nacional de Santiago, en Chile; respecto al maltrato extremo del que somos objeto las mujeres en distintas sociedades, sin que en realidad los Gobiernos pongan en práctica estrategias para detenerlo y prevenirlo.

Confieso, como autora de este espacio, que la primera vez que escuché a las chilenas con esa fuerza en su cántico, simplemente lloré. Habían logrado capturar la impotencia, el coraje, el terror y la desventura que muchas mujeres hemos sentido cuando se violentan de manera mínima o extrema nuestros derechos humanos, incluso por una autoridad del Estado responsable, y nos acusan a priori de culpables cuando ya se ha perdido la estabilidad, el patrimonio y hasta la vida.

Fuera estereotipos

“Un violador en el camino” se ha viralizado, pero también se ha trivializado.

No faltan las voces que, con conocimiento de causa, asienten que es la forma de una cultura machista para minimizar la fuerza del reclamo no tanto de las mujeres, sino de la agresión imparable que estamos viviendo.

El tema no parece ser, al menos en México, de educación sexual, sino de legalidad. El artículo cuarto de nuestra Constitución señala que el hombre y la mujer somos iguales ante la ley y entre la sociedad; mismo precepto que debería ser inculcado en casa y en las aulas con fuerza vehemente entre nuestros niños de ambos géneros con el objeto de que conozcan sus derechos y deberes al respecto.

La realidad es que justo ahora los mexicanos nos relacionamos con paradigmas y estereotipos que nos dañan a todos, porque una agresión a una mujer es a una de nuestras hijas, de nuestras hermanas, de nuestras madres, de una de las nuestras.

¿De verdad el Gobierno de México seguirá soslayando la violencia contra las mujeres e intentando tapar el Sol con un dedo, al designar mujeres en puestos clave del servicio público?

Yo no quiero que abusen ni maten a las mías, ni a las tuyas, ni a las nuestras.

Acta Divina… El presidente Andrés Manuel López Obrador prometió erradicar la violencia de género.

Para advertir… Su estrategia: declarar y dar seguimiento a las Alertas de Violencia de Género contra las mujeres, Centros de Justicia para las mujeres, Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las mujeres; Campañas de difusión y la presentación de casos de superación de la violencia.

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