Honores a Doña Leona Vicario.

Alguien como tú.

Gladys de L. Pérez Maldonado.

Por Decreto presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 2020 ha sido declarado como “Año de Leona Vicario, Benemérita Madre de la Patria”.

Nos congratulamos con esta decisión de Estado y en esta emisión realizamos una breve reseña biográfica de esta gran mujer mexicana independentista.

Doña Leona Vicario nació en la capital de la Nueva España el 10 de abril de 1789. Fue bautizada en la parroquia del arcángel San Miguel cinco días después de su nacimiento. Su nombre de pila fue María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández.

Hija única de don Gaspar Martín Vicario, quien era de origen español y doña Camila Fernández de San Salvador y Montiel, oriunda de la ciudad de Señor San José de Toluca.

Contrariamente a lo que se acostumbraba en aquella época respecto de las mujeres, Leona Vicario recibió la mejor educación, no solamente intelectual, sino también cristiana, sus padres se encargaron que Leona tuviera un excelente estado de salud y desarrollo físico y buen gusto, lo que hicieron de ella una mujer excepcional y diferente a las demás.

Recordemos que a principios del S. XIX las mujeres de la Nueva España, recibían una educación banal, se conformaban con aprender de memoria el catecismo de la doctrina cristiana, leer de corrido y mal escribir, bordar, bailar, tocar algún instrumento y cantar un poco. Pocas mujeres asistían a la escuela y a la mayoría prácticamente se les condenaba a la ignorancia.

Leona Vicario hizo la diferencia en ese sentido en su época. Ella cultivó las bellas artes, las ciencias y la literatura, aprendió a cantar que era una de las disciplinas que realizaban comúnmente las jovencitas, estudiaba la historia patria y la política. Era aficionada a la literatura, leyó autores alemanes, españoles, ingleses y franceses.

Tristemente Leona quedó huérfana muy joven pues perdió a su padre aún niña y a su madre a los 17 años. Así, quedó al cuidado del hermano de su madre don Agustín Pomposo, cuidando de su persona y sus bienes, pues había heredado de sus padres una considerable fortuna.

Bella, elegante y distinguida escogió para marido con la aprobación de su tío al joven Octaviano Obregón, procedente de una de las familias más opulentas de Guanajuato, quien obtuvo el título de licenciado en derecho en la Real y Pontificia Universidad en la ciudad de México y años más tarde se incorporó al Ilustre y Real Colegio de Abogados.

Al formalizar su relación se realizaron las capitulaciones matrimoniales, sin embargo la intención de unirse en matrimonio no pudo consolidarse, pues surgió en la Nueva España un movimiento político consistente en la deposición del Virrey Iturrigaray en septiembre de 1808, iniciándose así el movimiento de independencia. Dadas las circunstancias don Octaviano emigró a España, haciendo carrera política en aquel país.

En ese mismo año llegó a Ciudad de México don Andrés Quintana Roo, originario de Mérida, quien después de algún tiempo, inició sus prácticas de jurisprudencia en el despacho de Agustín Pomposo -tío de Leona Vicario- quien además era uno de los más renombrados jurisconsultos de la Nueva España.

Es cuando Andrés y Leona se conocen, ambos eran inteligentes, de excelentes sentimientos humanitarios, una honradez severa, instruidos y con un gran amor a su patria; no obstante no logran la autorización de don Pomposo para casarse, por dos razones primordiales, una que estaba capitulado el matrimonio de Leona con don Octaviano, aunado a que sospechaba que Andrés secundaba la guerra de Independencia.

Desde muy temprana edad Leona Vicario se unió al movimiento de independencia, sin ninguna duda, sin vacilaciones, nunca esperó nada a cambio pues su posición privilegiada se lo permitía. De esa manera, no dudó en sacrificar la posición envidiable que siempre había tenido y además de mandar ropa, medicinas y armas a los insurgentes, fue señalada como el conducto por medio del cual se comunicaban con sus familiares, además se escribía con las esposas de los mismos para proporcionarles noticias de sus maridos.

Además, convenció a los armeros vizcaínos que servían en la Maestranza del Virreinato para que fabricaran fusiles para los insurgentes, lo que ayudó a que se enfrentaran al ejército realista en mejores condiciones de guerra.
La desgracia de Leona Vicario comenzó cuando fue detenido por el ejército realista Mariano Salazar, un criollo a quien ella utilizaba como correo entre los insurgentes y sus familias y ella misma y que al ser declarado ante las autoridades no pudo negar la actividad de espionaje que llevaban a cabo. Es entonces cuando ella abandona la Ciudad de México, empezando su calvario, ya que tenía que cambiar de ubicación constantemente para no ser encontrada por los realistas que andaban en su búsqueda.

Finalmente es localizada por su tío don Agustín Pomposo y la regresó a casa, aunque por pocos días ya que fue internada en el Colegio de Belén, en calidad de reclusa forzada, Leona no había aceptado el indulto que le ofrecía el Virrey, pues no era su voluntad someterse a la corona. Se le inició un juicio por el delito de “infidencia”, durante el cual de manera valiente nunca accedió a informar los nombres de los insurgentes con quien se comunicaba en las cartas, aun cuando le pudiera beneficiar en su sentencia.

Pasado un tiempo, un grupo de insurgentes la rescataron de su encierro en el Colegio de Belén, e inició en Oaxaca una vida de forma miserable pues no contaba con recursos económicos, varios amigos e inclusive don Andrés Quintana Roo, le hicieron llegar recursos para aminorar la carencia en su huida y encierro en libertad.

En 1813, sin saberse la fecha exacta, Leona Vicario contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo, por varios años anduvo huyendo y escondiéndose del ejército realista, en medio de todo esto tuvo a su primera hija Genoveva. El 14 de marzo de 1818 fue detenida por los realistas junto con su hija, sus bienes habían sido confiscados previamente de manera arbitraria por el virrey.

Después de una larga lucha en el movimiento independiente, Leona Vicario y su marido Andrés Quintana Roo obtuvieron la gracia del indulto por el virrey, que los condicionaba a viajar a España y vivir allá, sin embargo nunca obtuvieron los recursos económicos que les habían prometido para viajar e iniciar una vida diferente en tierras lejanas, por tanto, vivieron en Toluca en extrema miseria. Leona y Andrés tuvieron dos hijas más.

Una vez consumada la Independencia y en compensación por la confiscación de sus bienes, el Congreso de la República concedió a Leona Vicario una liquidación en dinero, ella continuó con actividades políticas, periodísticas y poéticas junto con a su esposo. Falleció a la edad de 53 años, en la Ciudad de México, el 24 de agosto de 1842, fue declarada “Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria”. Hasta la fecha ha sido la única mujer en México a la que se le han ofrecido funerales de Estado. Sus restos descansan en la Columna de la Independencia, con el resto de los insurgentes.