La 4a. Inquisición.

Denise Dresser

Mientras reímos con los memes del avión presidencial, analizamos la intención de rifarlo, y debatimos si es una broma o una joya de comunicación política, está urdiéndose algo muy grave y muy serio. La Cuarta Transformación redacta leyes para convertirse en la Cuarta Inquisición. Con el borrador de 9 cambios al sistema de justicia que empezaron a circular, Alejandro Gertz y Julio Scherer Ibarra pretenden erigirse en los nuevos Torquemadas, con el poder de encarcelar arbitrariamente, espiar legalmente, torturar inconstitucionalmente y regresar al viejo sistema que existía antes de la reforma del 2008. Esa que inauguró los juicios orales y los jueces de control y la presunción de inocencia y la posibilidad de transitar a un sistema más moderno y menos autoritario, más transparente y menos discrecional. Esa que ahora el gobierno quiere quemar en la hoguera, junto con los herejes en los cuales nos convertirá.

Si procede con lo que tiene planeado, el lopezobadorismo podrá usar el arraigo para cualquier crimen del cual seas acusado, encarcelándote durante 40 días sin juicio. Podrá detenerte en la calle “en flagrancia” por un “delito grave” y enviarte automáticamente -vía la prisión preventiva oficiosa- a un penal sin que un juez analice la evidencia usada para culpabilizarte. Podrá espiarte e intervenir tus comunicaciones en “temas electorales y fiscales”. Podrá usar pruebas en tu contra aunque hayan sido obtenidas ilícitamente, como a través de la tortura. Y argumentará que lo hace con el afán de abatir la impunidad y combatir la criminalidad. Pero lo intentará cercenando todos los derechos que veinte años de activismo social y reformismo judicial han buscado garantizarte.

Si persiste la regresión autoritaria que tiene en mente, el gobierno de AMLO volverá a edificar un sistema judicial y penal dedicado a encarcelar inocentes, manufacturar culpables, maquilar injusticias. Será posible que te arresten de manera arbitraria, que te aprehendan sin una orden judicial, que te inventen delitos, que te juzguen con testigos inventados o torturados. Será posible que cualquier día te vuelvas una víctima más, languideciendo en la cárcel, acompañando a miles de pobres que acabarán ahí. Porque la contrarreforma quiere eliminar a los jueces de control que hoy valoran la legalidad de una detención y cuidan los derechos de víctimas y acusados. Quiere quitarle a tu abogado defensor el acceso a toda la información sobre tu juicio y a los periodistas el acceso a las audiencias públicas. Quiere acabar con el nuevo sistema oral y adversarial para regresar al viejo sistema inquisitorio. Aquel que el PRI creó, donde te arrebataban la presunción de inocencia y te imponían la presunción de culpabilidad. Pasaríamos de la justicia anhelada a la injusticia institucionalizada; del juicio propio de una democracia al “vas pa dentro” de un régimen autoritario.

Porque quienes -como Gertz y Scherer y Monreal- están preparando las hogueras y colocando los barrotes y pensando en cómo demonizarte y perseguirte y convertirte en criminal, comparten la misma mentalidad medieval. Son presas del populismo penal de mano dura, disfrazada de mano humanista. En vez de enmendar las fallas del nuevo sistema de justicia penal, creen que es más eficaz desmantelarlo. En lugar de entender que los jueces se ven obligados a liberar a posibles criminales debido a fallas en la investigación y la aprehensión y el debido proceso, prefieren acabar con el proceso en sí. En lugar de proponer lo que sí funcionaría -como fortalecer la capacidad de investigación de los policías y profesionalizar a las procuradurías- optan por un retroceso civilizatorio.

Como si viviéramos en 1720 y no en 2020. Como si la justicia se lograra con arraigo, tortura y espionaje. Como si no fuera posible aspirar a las mejores prácticas de la democracia, que transitan por entrenar a policías y ministerios públicos y jueces y abogados defensores y peritos. A ti y a mí y a millones de mexicanos, las recetas judiciales de la 4T buscarán transmutarnos de ciudadanos con derechos a criminales que no los tienen. La Cuarta Inquisición parece estar llena de hombres que desean “obtener la verdad con un hierro ardiente”, como escribe Umberto Eco en El nombre de la rosa. Pero el calor de la verdad proviene de otra flama: la que enciende un Estado justo, no un Estado inquisidor.