Sin tacto
Por Sergio González Levet
Con esto de que en los equipos de trabajo se da mucho por emular a quien está a la cabeza, ahora resultaría que muchos funcionarios del Gobierno del Estado van a querer tener un primo o una prima incómoda.
Total, con eso se van a ganar con toda seguridad dos cosas: por un lado, el señalamiento público y la condena de los ciudadanos, pero por el otro, la defensa apasionada del jefe, el elogio desmedido y la ratificación en el puesto, aunque no estén haciendo bien las cosas.
Porque para quienes mandan por ahora en Veracruz hay dos realidades:
1. La que tiene que padecer la población todos los días, con la peor inseguridad que hayamos tenido en nuestra historia, en la que hay muertos y asaltos a pleno día, y desaparecidos y secuestrados por todas partes; con una recesión económica que tiene a mal traer los bolsillos y los empleos; con pésimos servicios estatales, municipales y federales; con ausencia de apoyos para el desarrollo rural e industrial; con graves errores de política de parte de los gobernantes, elegidos en mal momento por un pueblo que estaba harto de la corrupción y ahora lo está de la soberbia, de la incapacidad y de la necedad.
2. La otra realidad es la virtual que aparece en la imaginación y las declaraciones de los funcionarios del Gobierno: vamos bien, aunque vayamos mal; estamos seguros, aunque nos roben y nos maten; nuestros funcionarios son inteligentes, honestos y capaces, aunque actúen y piensen como unos pelmazos; “Veracruz está como nunca de bien”, aunque nadie en sus cinco sentidos lo pueda creer.
Y en esta dicotomía entre la realidad que padecemos casi todos y la ficción que gozan los pocos enquistados en la morenidad, el barco de la gobernanza hace agua por todas partes, menos por una.
Metidos en la nave del olvido, la cabeza y los dudosos colaboradores que están al frente de la administración pública continúan empecinados en que están haciendo no bien las cosas, sino muy requetebién.
En su empeño por controlar todo, quitan a buenos empelados y ponen a personas sin experiencia, sin conocimiento y sin ética (¿valdría decir que los ericos y los alores y los eleazares son honrados… sin escrúpulos?).
Y así, a tumbos, la nave va y se dirige hacia el borde del mundo, hasta que un día caerá en el precipicio de la historia, llevado por la insensatez.
No faltan los optimistas, los óptimos irremediables, que todavía creen que esto tiene remedio, que tarde o temprano tendrán que darse los cambios tan necesarios de personas y de políticas, y que llegará por fin un honrado con escrúpulos, una persona inteligente y juiciosa que enderece tantos entuertos…
…y que no sean necesarios más héroes ni más milagros, pa adecentar el lugar.
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