Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Se queja el presidente López Obrador de que los ricos no se conforman con una ganancia moderada y cada vez quieren obtener mayores dividendos. Se queja y hace bien, pero al hacerlo y oponerse se coloca contra una realidad que ha sustentado el capitalismo: la posibilidad para unos pocos de hacerse inmensamente ricos gracias a que todas las condiciones de la economía y la comercialización están a su favor.
Por eso en México tenemos a uno de los hombres más ricos del mundo, sufragada su riqueza a cachitos que le han ido dando los mexicanos por servicios o productos que vende mucho más caros de lo que le cuestan. Con los pagos exorbitantes por el uso del teléfono fijo (Telmex) y del celular (Telcel), durante varias décadas, los clientes fueron aportando una especie de subsidio a la creación de su fortuna, que convirtió a esa empresa en una gallina de los huevos de oro, que obtuvo dividendos estratosféricos con su política de exprimir a los usuarios con tarifas injustas, cobros indebidos y promociones engañosas.
Por eso a López Obrador no le gusta que a los hombres de empresa les vaya tan bien, y que sea costumbre que lleguen a obtener ingresos a su favor de varios cientos porcentuales respecto de sus inversiones.
Durante muchos años -digamos desde el Porfiriato, y más bien desde el Juarato, porque don Benito ofrecía justicia y gracia a sus cuates-, la gente del dinero en México ha recibido tratos preferenciales. Los más grandes capitales han sido tradicionalmente los mayores beneficiarios de la corrupción. Los políticos que al desviar los dineros del erario se convertían en millonarios, en realidad hacían mucho más ricos a sus cómplices de la iniciativa privada, porque éstos terminaban recibiendo la mayor parte del despojo.
Además, los funcionarios hacán su negocio fabuloso durante tres, seis años, mientras que los empresarios permanecían toda su vida haciendo tratos sucios al amparo del poder.
Hace bien, pues, el Presidente al quejarse de que los ricachones ganan mucho, demasiado, pero hace mal al decirlo como lo dijo: en una declaración general, pública y abierta, que no se sustenta en acusaciones precisas y fundamentadas.
Es cierto que la plusvalía se ha vuelto salvaje; que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más miserables; que la distribución de la riqueza nacional está desbalanceada completamente en favor de 40 familias que detentan cerca de 90% de la riqueza nacional.
Pero es cierto que los gananciosos no van a renunciar a sus injustas prerrogativas solamente porque el jefe del Poder Ejecutivo se queje y piense que está mal. En verdad se han reído de ese regaño paternal e inútil.
El Papa Francisco lo ha dicho de una manera más inteligente, y acusa que ganar más de lo justo es pecado, Tal vez el mensaje tenga alguna repercusión en ciertas almas temerosas ante la ira divina.
Pero nuestros riquísimos empresarios nacionales nunca le van a hacer caso a ese exhorto tan laico como ingenuo.
Y todo va a seguir igual.
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