Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
A la demostración de autoritarismo ramplón y el inesperado retorno del uso del “garrote” como “herramienta” de contención política de la protesta social por parte del gobierno de Veracruz, hay que agregar ahora su decisión de sumergirse en lo más bajo de la escala de un gobernante de esta entidad: colocarse al mismo nivel de Javier Duarte de Ochoa.
Luego que elementos de la Fuerza Civil del Estado de Veracruz agredieron en el municipio de Isla a reporteros que cubrían una manifestación que terminó en un ataque violento a una estación policial, la respuesta del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez fue, increíblemente, “aduartarse” para desacreditar a los comunicadores que estaban, literalmente, jugándose el pellejo en medio del fuego cruzado.
Para intentar lavarse la cara y evadir su responsabilidad como represores, tanto el gobernador de Veracruz como el secretario de Gobierno recurrieron a una vieja táctica: criminalizar a los reporteros, relacionándolos tácita o directamente con los delincuentes que ellos son incapaces de combatir.
Cuestionado en la oaxaqueña ciudad de Tuxtepec por un reportero del portal “El Piñero de la Cuenca”, donde labora Alberto Carmona, uno de los periodistas que cubría los hechos del pasado martes, Cuitláhuac García negó que existiese agresión policial alguna, a pesar de que quedó registrada en tiempo real por el comunicador atacado.
Con un despliegue de cinismo y en medio de una evidente molestia, el mandatario veracruzano primero afirmó que “no fuimos nosotros, le pegó (al reportero) un grupo criminal”, con todo y que las imágenes y videos difundidos a través de redes y medios apuntan exactamente a lo contrario.
Evidenciado en su falsedad, el gobernador optó entonces por una salida peor: preguntó, “¿y él (Alberto Carmona) qué hacía allí?”, poniendo en duda su labor informativa, a lo que el entrevistador le respondió con un simple pero rotundo “su trabajo”.
Si la reacción de Cuitláhuac García fue patética, la del secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, fue grotesca, insultante y absolutamente irresponsable.
Sin presentar prueba alguna de sus dichos, el número dos de la administración estatal y “responsable” (es un decir) de la gobernabilidad, aventuró que el grupo de civiles que protestó y atacó la base policiaca en Isla –localidad tristemente célebre por sus altos niveles de violencia- “estuvo reclutando algunos comunicadores de las regiones cercanas para llevarlos a filmar (sic), a grabar y hacer una serie de cosas a la hora que tenían planeado realizar ese ‘evento’”.
Tan graves fueron las afirmaciones de Eric Patrocinio, que la organización de defensa de periodistas Artículo 19 emitió un pronunciamiento en el que exigió al funcionario “abstenerse de realizar dichas declaraciones que criminalizan la protesta y la labor periodística”, ya que “genera un clima de permisividad de las violaciones a derechos humanos previamente denunciadas, por parte de los cuerpos policiacos en contra de periodistas”.
Asimismo, llamó al gobierno de Cuitláhuac García “a regular a través de un protocolo el uso de la fuerza pública en contextos de manifestaciones, para prevenir agresiones contra periodistas, personas defensoras de derechos humanos así como de las y los manifestantes”.
Las palabras del secretario de Gobierno y la actitud del gobernador no pueden sino remitirnos directamente a la nefasta etapa –que se creía superada- del sexenio de Javier Duarte de Ochoa, el criminalizador por excelencia de periodistas. Aquél que dijo a los reporteros “pórtense bien”, mientras durante su periodo gubernamental asesinaban a una veintena de ellos.
Entre el “pórtense bien” y el “los reclutaron criminales” no hay diferencia alguna. Son idénticos. Son una vergüenza.
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