Covid en México: muerte súbita

Tonatiuh Guillén López

La Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud recién abrió la información sobre las personas que han sido atendidas por la emergencia de Covid-19. La apertura debe felicitarse porque es de interés nacional tener información abierta para los tres niveles de gobierno y para la sociedad en general.

*La estadística corresponde al 13 de abril. La velocidad de la pandemia obligará a su actualización continua. Los datos son de enorme utilidad porque marcan una línea para medir los cambios que sucedan en los próximos días y semanas. Por lo pronto, revisamos aquí un aspecto fundamental: el fallecimiento de las personas.

Entre enero y hasta el 13 de abril ascendió a 38,670 el número de personas atendidas por alguna institución de salud por algún malestar respiratorio y que fueron captadas por este registro. De ese total, 5,014 (13%) casos resultaron positivos al Covid-19; otros 24,315 (63%) fueron negativos y en 9,341 (24%) está pendiente el resultado o no se hizo prueba. Además existe un número adicional de personas contagiadas sin síntomas y que no acudieron a las instancias de salud: es muy probable que sean un potente vector de propagación de la enfermedad, sin saberlo.

De los más de 38 mil casos, lamentablemente han fallecido 704 personas. La mitad de ellas (332) fueron casos positivos de Covid-19. Probablemente este número relativamente reducido refleje las limitaciones en la aplicación de pruebas.

El dato más significativo sobre los fallecimientos resalta al medir los días transcurridos entre el arribo a un hospital o clínica y la fecha de muerte. Es un asunto que amerita una evaluación cuidadosa por las autoridades de salud federales, estatales e incluso municipales.

Un porcentaje elevado de fallecimientos ocurrió el mismo día en el que se acudió o ingresó a un servicio médico. Cerca del 20 por ciento (135) fueron al médico en el límite último de su vida: en el día que acuden, en ese día mueren. Las oportunidades de atención son mínimas si el paciente llega en estado grave. Se reducen más si la instancia de salud no cuenta con los materiales suficientes o con el personal adecuado.

Si sumamos los fallecimientos que ocurrieron al día siguiente, es decir, que sobrevivieron 1 día, el cuadro tampoco es mejor. El 17 por ciento corresponde a este grupo, también con características de extrema urgencia (122 casos). Adicionalmente, quienes sobrevivieron 2 días, son igualmente un conjunto numeroso.

En síntesis, más de la mitad de las muertes ocurrieron entre 0, 1, 2 y 3 días posteriores al ingreso a una clínica u hospital. La muerte es inmediata para la mayoría. Llega durante un suspiro, seguramente en medio de una intensa batalla por la vida. Nadie duda que estamos ante una enfermedad despiadada, que se ensaña con las personas con alguna debilidad física preexistente.

Surgen así dos asuntos que requieren respuesta prioritaria: ¿por qué las personas acuden al médico en el último momento?, ¿es por la instrucción de quedarse en casa?, ¿es porque no hay acceso directo a un servicio médico o existe temor a hacerlo?, ¿son los pacientes quienes inducen este durísimo desenlace? Responder es necesario, precisamente, para salvar vidas.

El segundo asunto son los servicios médicos. ¿Tiene el personal equipamiento y condiciones suficientes? Cabe aclarar que no hay aquí el menor cuestionamiento al compromiso individual del personal sanitario. Por el contrario, merecen el mayor reconocimiento, respeto y admiración por su trabajo. El punto está en las condiciones materiales disponibles ante la urgencia e incluso en el entrenamiento necesario frente a una pandemia que equivale a un tsunami desconocido.

En el mundo los servicios de salud están rebasados. Esta verdad no es un consuelo, para nadie. Pero en México nos convendría revisar nuestra experiencia sobre la muerte en el contexto del Covid-19. ¿En qué cuadro material y operativo murieron las personas en ese brevísimo plazo? Si de entrada las capacidades sanitarias fueron reducidas, en efecto, no hay mucho por hacer.

Morir en tiempos tan cortos combina muchos factores. Pero al menos los dos anteriores ameritan una evaluación precisa. Acudir al médico en el momento último pareciera absurdo, pero no lo es: tiene sus determinantes, causas que deben conocerse y acotarse. Por otro lado, defender la vida en medio de limitaciones de los servicios de salud es un componente que requiere aclararse. La muerte súbita que hemos identificado sugiere que en México se han combinado los dos factores de manera perversa.

En el futuro cercano, la mala noticia es que seguramente continuará la muerte envuelta en tiempos breves. La mitad de ellas o más ocurrirán entre los 0 y 3 días posteriores al arribo a un hospital o clínica. Si continúa esta tendencia tendremos más fallecimientos de los que pudimos evitar. Tendremos también instalaciones hospitalarias que se vaciarán pronto, entre rápidos ciclos de desolación para el personal sanitario y de profundo dolor para cientos de familias.
El autor es Profesor Investigador. PUED/UNAM