EL RETORNO DE ARTURO NÚÑEZ

DE FRENTE Y DE PERFIL

RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

No se retiró de la política simplemente se alejó de ella, para dejar que las cosas caminaran, que las piedras se acomodaran y darle un espacio a su segundo hijo varón que daba sus primeros pasos en la misma actividad que su padre desarrolla desde los lejanos años de la década de los 70.

Los tiempos, consideró Arturo Núñez Jiménez, no eran los mejores para emprender nuevas aventuras políticas y más que nada para buscar acomodo en una nueva organización política, distinta a la que lo llevó al gobierno de Tabasco.

En su estado natal no tiene cabida, su administración no fue lo esperado, su cuenta pública no ha sido aprobada, dejó heridas abiertas con muchos de sus paisanos, incluidos algunos de los que fueron sus colaboradores y amigos y para colmo de males llegó al gobierno una fracción del gurriísmo que mantiene vínculos con su principal adversario Roberto Madrazo.

Como sucedió con Salvador Neme Castillo y Andrés Rafael Granier Melo, Arturo Núñez Jiménez era un político esperado para gobernar, con gran popularidad, pero que decepcionó como mandatario estatal, sin importar las razones que lo llevaron a fallarle a los tabasqueños.

Recibió una administración en ruinas, sin dinero, con deudas y con un gobernador que se marchó sin entregar cuentas, por lo que persiguió a los responsables y consiguió el encarcelamiento del ya ex mandatario Granier Melo, pero dejó un gobierno igual, sin dinero y con deudas.

Considerado un político hábil, negociador, con cultura, sapiencia y humor, Núñez Jiménez construyó un gran capital político, que le permitió ser director del IFE y sacar los comicios en los que ganó Ernesto Zedillo la presidencia de México, en tiempos complicados.

Cuando el PRI lo relegó en su propósito de competir por el gobierno de Tabasco, recibió el respaldo de su paisano Andrés Manuel López Obrador y se refugió en el PRD, donde además de ser senador sirvió como mediador en la controversia por la dirigencia nacional entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas.

Vino su rompimiento con López Obrador cuando se mantuvo dentro del PRD y no emigró a MORENA, como si lo hizo su hijo Néstor (hoy alcalde de Cuauhtémoc) y su decepcionante gobierno coadyuvó al triunfo del candidato de MORENA, Adán Augusto López.

Con ese panorama se ausentó unos meses del país y se fue a España, pero picado por el gusanito político ya en México buscó a dos de sus principales amigos, uno el morenista Ricardo Monreal Ávila, quien fungió como su vicecoordinador cuando encabezó la bancada del PRI en la LVII Legislatura y Emilio Chuayffet, con el que trabajó en el IFE y en Gobernación.

Una reunión de hace poco más de un mes en el Estado de México muestra a Núñez Jiménez con varios priistas ex gobernadores de esa entidad (César Camacho, Chuayffet Chemor, Arturo Montiel, Eruviel Ávila y el hoy desaparecido Ignacio Pichardo), además de su amigo Ricardo Monreal.

La reunión de acercamiento, se dice, fue para analizar la conveniencia de que Arturo Núñez se deslinde del casi inexistente PRD y se arrope con el también decadente PRI o que Monreal le consiga el ingreso a MORENA, tramitando su aceptación con el propio Presidente de la República.

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