¿Tiene Veracruz fórmulas para salvar la catástrofe?

HORA LIBRE

Álvaro Belin Andrade.

El sorpresivo asesinato de la rectora de la Universidad Valladolid, María Guadalupe Martínez Aguilar, este lunes frente a la casa de estudios que le llevó años levantar en el municipio de Emiliano Zapata, abre la llaga que las autoridades estatales han tratado de esconder bajo banditas pero a la que no han logrado ponerle toda la atención debida.

Aunque eso ocurre por todos los rumbos de la entidad, habrá que decir que en Xalapa y su zona conurbada, cotidianamente ocurren hechos de sangre que cortan la vida de uno o más habitantes, a cual más valioso para sus familias.

En medio de tantos nubarrones que amenazan a Veracruz, no podemos negar que el homicidio de esta profesionista amarga la visión que tenemos sobre nuestras posibilidades de sobrevivencia ante tantas amenazas. Y sí, algo debe hacer el gobierno estatal para evitar que el temor cunda entre la población.

Por lo pronto, ante dos peligros ciertos: la violencia criminal (que parece haber sido sosegada según la versión oficial pero que no ceja en inundar las noticias) y la pandemia del Covid-19, que hasta los más optimistas le apuestan a un crecimiento exponencial a partir de las señales cruzadas entre los gobiernos federal y estatal con sus semáforos epidemiológicos.

Este lunes amanecimos, por ejemplo, con semáforo naranja, según lo ha impuesto la Secretaría de Salud federal, lo que significa un poco de mayor libertad y movilidad que, por desgracia, se traducirá en una verdadera estampida de paisanos a los lugares que ya extrañan luego de más de dos meses de hacinamiento, y el resultado será una elevación peligrosa en el número de contagios.

Aunque las autoridades sanitarias señalen que estamos lejos de saturar los hospitales habilitados exclusivamente al Covid-19, lo cierto es que muchos contagiados deben ir a casa en tanto los síntomas no sean demasiado graves; pero muerto el miedo a la pandemia, tendremos una sacudida que prolongará aún más la vuelta real a la normalidad.

Hoy, cualquier ciudadano puede sucumbir ante tantos riesgos: puede ser un problema sanitario, sea coronavirus o dengue, o cualquier otra enfermedad que el sistema de Salud no está atendiendo debidamente porque prioriza el combate a la pandemia; o puede ser un asalto fatal, un homicidio, una bala perdida.

Y es que, pese a las campañas propagandísticas de los gobiernos federal y estatal, la pobreza y pobreza extrema están creciendo en número de nuevos miembros, lo que se está conjugando con la imposibilidad de tener un empleo, salir a vender algo para ganar lo de la subsistencia familiar, emprender una microempresa o abrir la que ha estado cerrada, incluso, en el caso de los artistas, ser contratados para amenizar espectáculos, hacer presentaciones públicas o incluso vía internet.

Si ni los negocios lícitos, formales o informales, puede funcionar, lo que a muchos quedará será encontrar lo que necesitan en casas y negocios ajenos. Ese riesgo está latente y no hay plan público para enfrentar esas nuevas expresiones delictivas.

Veracruz va mal en desarrollo social

Si a todo ello agregamos lo que la organización México Cómo Vamos dio a conocer en su Índice de Progreso Social (IPS) 2019, donde Veracruz aparece con una calificación deficiente en 9 de los 12 indicadores de desarrollo social, que lo mantiene en el lugar 29 de las 32 entidades del país, pues ya podemos ver lo que nos espera una vez que el túnel de la caída económica nos golpee la cara.

Y es que pareciera que nada está funcionando y no estamos abonando para que la hipótesis del presidente Andrés Manuel López Obrador de que satisfaciendo las necesidades humanas básicas y el bienestar social se puede atajar el crecimiento de la violencia criminal.

Veracruz ya mostraba los síntomas graves de una enfermedad económica y social. Los tres últimos gobiernos priistas y el minúsculo gobierno panista profundizaron casi al grado de la inanición, la situación del estado, gracias a la corrupción, el desvío de porcentajes crecientes del presupuesto a mantener el poder, la negociación con grupos criminales para lograr el triunfo electoral y el enriquecimiento ilícito de burócratas y políticos.

¿Por qué, con un sedicente gobierno honrado e incorrupto, tanto en el ámbito federal como en el estatal, nada más no mejoran los indicadores sociales y económicos?

El gobierno federal ha disminuido presupuestalmente los recursos destinados al combate a la delincuencia, ha generado un sistema de salud caótico e ineficiente, ha cortado programas y dependencias destinadas a la justicia e igualdad, ha recortado la contribución pública a la educación y la investigación científica, ha preferido centralizar el manejo de los recursos del Estado en el Presidente de la República, y todo para qué, para destinar porcentajes inimaginables de la recaudación fiscal y la deuda pública a programas sociales que no han tenido impacto.

“En nuestra época, en nuestro modelo, lo que nos importa es el desarrollo, que significa crecer con bienestar, no crecer por crecer”, ha dicho Andrés Manuel López Obrador una vez que las cifras del Producto Interno Bruto (PIB) han mostrado un hundimiento que amenaza con paralizar al país.

Sin embargo, o no han sido las estrategias adecuadas o ha prevalecido la corrupción, porque la pobreza y pobreza extrema siguen creciendo, y se profundizará con la pérdida de miles de empleos formales e informales, aunque el mandatario juegue al optimista señalando que en julio parará el tobogán que nos lleva a cifras históricas de desempleo.

El coctel está listo para una posible catástrofe: una pandemia mal atendida y erróneamente administrada en términos de los tiempos para evitar el crecimiento de los contagios, una fuerte caída en el crecimiento económico con expectativas negras para lo que resta del año, el alejamiento de la inversión extranjera directa en sectores clave como el energético, un creciente desempleo por el cierre de miles de empresas que no han podido funcionar durante la pandemia, y una elevada actividad criminal tanto organizada como de pequeños grupos obligados por la crisis.

Algo debe hacer el Estado mexicano con esta nueva realidad, para que no se haga realidad el eslogan de la oposición: el peor gobierno en el peor momento.

¿Cómo pinta Veracruz según México Cómo Vamos?

Para no aturdirlos con tantos datos, vamos a enumerar los resultados de Veracruz en el Índice de Progreso Social (IPS), de México Cómo Vamos, tomando como fuente la nota elaborada por la periodista Isabel Ortega, para AVC Noticia.

Antes, voy a trascribir cómo define la organización el para qué del Índice de Progreso Social (IPS): “nace para satisfacer la necesidad de una medida integral de la calidad de vida de la población. Esta medida es independiente de los indicadores económicos como el PIB pero no busca reemplazarlos sino complementarlos. Su propósito principal es evaluar aquello que realmente importa en la vida de las personas: ¿Tengo un hogar que me brinde protección? ¿Tengo suficiente para comer? ¿Tengo acceso a educación?”

Ahora sí. Recuerden que Veracruz se ubica en el lugar 29 de las 32 entidades federativas.

El indicador que más llama la atención es que Veracruz es la entidad número 31 con el mayor número de ninis, jóvenes de entre 15 y 24 años que ni estudian ni trabajan, sólo por arriba de Chiapas. Y sólo el 50 por ciento tiene acceso a estudios universitarios.

Veracruz ocupa el lugar 7 en nivel de crimen violento, el 11 en presencia del crimen organizado; el 16 en tasa de homicidios; el 17 en la percepción de inseguridad y el 29 en muertes por accidentes de tráfico.

El 22 por ciento de los veracruzanos tiene carencias alimentarias, por lo que la entidad es la número 24 del país; además, es el lugar 10 en muerte materna. 13 en mortandad infantil y 21 en muertes por enfermedades infecciosas.

Los parámetros en agua y saneamiento detallan que Veracruz es lugar 20 en continuidad del servicio, 19 en su disponibilidad por vivienda, y 30 en servicio sanitario en cada casa.

En materia de vivienda, de cada 100 casas, dos tienen paredes de material frágil, 4 aún tienen piso de tierra, 98 tienen energía eléctrica, 30 cocinan con leña o carbón y en 12 hay hacinamiento.

Veracruz es el estado 31 en acceso a conocimientos básicos, acceso a la información y comunicaciones, salud y bienestar y calidad medioambiental. Solo el 64 por ciento de menores en edad preescolar están matriculados; 8 de cada 100 son analfabetas; 94 % de niños van a la primaria y 82 por ciento a la secundaria.

En cuanto a acceso a la información, el 65 por ciento de la población tiene celular; solo 30 de cada 100 viviendas tiene computadora, el 35 por ciento de esos hogares tiene internet y la entidad es la número 24 en agresión a periodistas.

Al evaluar la calidad medioambiental se detalla que el 30 por ciento de la población entierra o quema la basura; el 89 por ciento de las viviendas usa focos ahorradores y existe una tasa de deforestación del 90 por ciento.

Al evaluar las oportunidades en materia de derechos personales, libertad personal y de elección, inclusión y acceso a educación superior, Veracruz se ubica en el lugar 28.

Solo el 48 por ciento de los pobladores tienen título de propiedad de su vivienda; solo participa el 65 por ciento en elecciones. En materia de libertad personal y elección, el 22 por ciento de los jóvenes de 15 a 24 años no estudian ni trabajan; el 18 por ciento de las jóvenes se embarazan en edad adolescente.

El 61 por ciento de la población trabaja en la informalidad y Veracruz ocupa el lugar 11 en violencia contra las mujeres.

En materia de inclusión, 63 de cada 100 veracruzanos confían en sus vecinos; la entidad es la número 28 en materia de inclusión a población gay; 16 en involucrar a la población indígena; 18 en inclusión a discapacitados.

Solo el 50 por ciento de los jóvenes tiene acceso a educación superior, lo que ubica a Veracruz en el lugar 30; la escolaridad promedio de las mujeres es segundo de secundaria, solo 1.22 de cada 100 personas que estudian posgrado son mujeres, y la entidad es la número 31 en cuanto a paridad de género en licenciatura.

Frases sin disfraces

“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Winston Churchill