Carlos Elizondo Mayer-Serra.
Es difícil creer que AMLO compare el apoyar a los más pobres con el trato que se les da a las mascotas, pero no es una noticia falsa inventada por sus adversarios.
El martes, tras decir que los conservadores votaron en contra de la pensión a adultos mayores, explicó que ellos inventaron “de que, en vez de darles el pescado, había que enseñarlos a pescar. […] si no hay agua, si no hay pescado, ¿qué?, ¿que se mueran de hambre? ¿Qué?, no, si tiene uno una mascota, un gatito, un perrito, tan fieles, con tantos sentimientos, ¿qué?, ¿no lo cuida uno?, ¿no le da uno de comer? O le dice: ‘A ver, vete tú a buscar tu comida, aprende'”.
La izquierda fue crítica de Progresa, programa que inició con Zedillo, por ser asistencialista. Su objetivo no era enseñar a trabajar, como argumenta AMLO, pero tampoco mero reparto clientelar.
Buscaba mejorar la salud y educación de los mexicanos a través de incentivar el que los padres de familia llevaran a sus hijos a la escuela y al centro de salud y, a través de un pago diferenciado, apoyaba más a las niñas.
La izquierda se oponía por razones ideológicas: no se trataba de repartir de forma condicionada, sino de crear bienes públicos para todos. Había también una preocupación política: el reparto genera redes clientelares que favorecen electoralmente a quien reparte.
Para tratar de evitarlas, la oposición logró imponer reglas para prohibir el vincular directamente una transferencia de recursos públicos con el gobernante.
Por ello, cuando este gobierno mandó créditos del IMSS a nombre de AMLO, el TEPJF argumentó que la Constitución prohíbe “que los servidores públicos utilicen propaganda gubernamental resaltando su nombre, imagen y logros, para hacer promoción personalizada con o sin recursos públicos”.
A los gobiernos les encanta repartir dinero porque la gente lo agradece. A pesar de un desastroso manejo de la pandemia en Brasil, la popularidad de Bolsonaro está subiendo por las transferencias a los más pobres, como el reparto de 600 reales mensuales (unos 115 dólares) a 66 millones de brasileños que han perdido sus ingresos por la pandemia.
La apuesta de AMLO para el 2021 parte de dos premisas. La primera es distraer de la desastrosa realidad: los muertos por Covid-19, los 100 homicidios diarios y la caída histórica de la economía. Esta semana tocó de show la consulta ciudadana para juzgar a los ex presidentes.
La segunda y crucial es su conexión con los más pobres a través de sus políticas asistencialistas.
AMLO como candidato en el 2018 criticaba “la política social asistencialista basada en la focalización y asignación de subsidios condicionados” porque el número de pobres seguía creciendo.
Ahora no son focalizadas y el nombre de cada programa trae el sello de AMLO, para que quede claro quién envía los recursos.
Datos de John Scott muestran que las transferencias directas pasaron de 168 mil millones de pesos en el 2018 a 360 mil millones para 2020. https://bit.ly/2G1Uprz.
El dinero lo distribuyen los llamados Servidores de la Nación, una red de activistas de Morena contratados antes de asumir la Presidencia para levantar el padrón de beneficiarios portando unos chalecos que los identificaban como simpatizantes de AMLO.
Cero intermediarios, AMLO presume, pero los padrones no son públicos y todo está diseñado para que quede claro que el dinero viene de él.
Así como las mascotas son agradecidas con el amo, AMLO espera que sus beneficiarios lo sean por su ilimitada generosidad. Cree que le perdonarán el deterioro de los pocos bienes públicos que recibían, como el sistema hospitalario, donde faltan aún más medicamentos que antes; o que ya los eliminaron, como las estancias infantiles.
Lo triste es que cada vez tendremos más pobres. ¿O por eso le cayó la pandemia “como anillo al dedo”? Cada día que pasa, AMLO tendrá más clientes para su política social asistencialista.
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