LUIS GERARDO MORO MADRID S. J.
A 40 días del asesinato de nuestros hermanos Javier y Joaquín, junto a los laicos Pedro Palma y Paul Berrelleza, los jesuitas de México queremos agradecer a todas las personas que nos han abrazado en la fe y en la búsqueda de justicia y paz.
El dolor por su partida nos sigue estrujando, pero creemos que, al igual que Jesús fue crucificado por la salvación del mundo, nuestro camino como Iglesia debe continuar siempre al lado de todas las víctimas de la violencia, porque su sacrificio es un permanente recordatorio de lo que debemos cambiar.
Estamos convencidos de que esa sangre derramada debe ser fermento para construir la añorada reconciliación que nuestro país necesita.
La muerte violenta de nuestros hermanos jesuitas nos remite a un sufrimiento que se vive en todo el territorio mexicano. Tanto en lo individual como en lo social, venimos experimentando, desde hace años, una sensación de desprotección, corrupción, violencia e impunidad. Los asesinatos de Joaquín, Javier, Pedro, Paul, y días después la doctora Massie Mexía en Tarahumara, no son acontecimientos aislados, solamente ejemplifican la violencia sistemática que existe en el país.
Se trata de una violencia que tiene su origen en el pecado estructural, es decir, en las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales cuya lógica y estrategia propician la desigualdad, la opresión, el sufrimiento, el desencuentro y la ruptura de las relaciones sociales. Más aún, son estructuras que atentan contra la dignidad de las personas y ante esto, ya no podemos permanecer impávidos.
Por eso hemos manifestado a las autoridades de los tres niveles de gobierno que, para la Compañía de Jesús, es prioritario garantizar los derechos de la comunidad rarámuri, que se debe resarcir el daño que han causado la violencia y el olvido del Estado a la Sierra Tarahumara, desde hace décadas, como ha sucedido también con casi todos los pueblos y rincones de nuestro México.
El 31 de julio es un día importante para los jesuitas de México, ya que cerramos el Año Ignaciano – que inició el 20 de mayo de 2021 y finaliza este 31 de julio – y reafirmarnos el legado de nuestro fundador. Su vocación, que es la nuestra, nos lleva a ir a donde otros no van, a esos sitios que llamamos lugares de frontera: con los pueblos indígenas, con migrantes, obreros, campesinos y con la juventud que está en las periferias.
Y desde ahí, reiteramos el llamado que hemos hecho para abrir espacios de diálogo, revisar la actual política de seguridad y así, dar una atención integral a las víctimas que no han alcanzado justicia en nuestro país. Por nuestra parte, queremos seguir presentes en gran parte de México a través de nuestras obras pastorales, educativas y sociales.
Por las mujeres, por nuestras infancias, por nuestras juventudes, por todo el pueblo de México, hoy más que nunca es indispensable caminar juntos-juntas, apostar por el diálogo, con responsabilidad, con propuestas y esperanza.
Con la fe puesta en Dios y a nombre de todos los jesuitas de México, les reitero que la Compañía de Jesús seguirá caminando con las personas más desfavorecidas por la justicia, la dignidad y la paz. Con el ánimo de en todo amar y servir.
*Provincial de la Compañía de Jesús en México.
@Jesuitas_Mexico