A la mala .

**Denise Dresser

“La historia del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”, escribió Milan Kundera. Es la batalla por recordar lo que sí pasó, lo que sí sucedió, lo que quienes controlan el poder y reescriben la historia quisieran editar para apuntalarse. Hoy López Obrador, para afianzar su legado, recurre a las tácticas de todos los regímenes que buscan controlar la memoria colectiva. Quisiera que olvidáramos cómo le gritó “Ya cállate, chachalaca” a Vicente Fox cuando intervino en la elección del 2006. Quisiera que borráramos cómo promovió una ley electoral restrictiva, que coloca límites sobre la palabra presidencial. Y ahora que usa de manera facciosa a las instituciones del Estado para frenar a Xóchitl Gálvez, quisiera archivar el desafuero. Porque si recordáramos el proceso antidemocrático que buscaba sacarlo de la contienda, AMLO jugaría el papel de Fox. Sería el Fox 2.0. El siguiente traidor a la democracia.

Así le gritaron a Fox cuando echó a andar la maquinaria política e institucional contra un oponente. Así fustigó la prensa internacional un proceso oprobioso, que contradecía las reglas de la democracia. En el 2006, el presidente de la República, el presidente de la Suprema Corte, el procurador general, el secretario de Gobernación y los dirigentes de los partidos conspiraron para coartarle el camino a AMLO. Yo lo vi, yo lo viví, yo estuve en la marcha contra el desafuero, con mis alumnos, para que aprendieran lo que un demócrata nunca debe hacer: recurrir a medidas malolientes para impedir que un contrincante participe -en condiciones de equidad- en la contienda electoral. Y no los convoqué a marchar en apoyo a AMLO, sino en defensa del derecho a votar en su contra si así lo quisieran. Fox y compañía querían arrebatar ese derecho, y en respuesta las calles se llenaron de mantas, de consignas y de reproches al Presidente por usar al gobierno como cuartel de campaña. Por usar recursos públicos para dirimir paranoias privadas.

En el 2023, López Obrador hace lo mismo, copiando lo que criticó, repitiendo lo que renegó, emulando al monstruo cuyas fauces intentaron destazarlo. La víctima de la “guerra sucia” se ha convertido en su artífice. Hoy él busca destruir a Xóchitl Gálvez, porque reconoce en ella una adversaria potencialmente peligrosa. Por ello viola la ley electoral, atacándola de manera misógina y machista. Viola el secreto bancario, revelando transacciones entre particulares, al mismo tiempo que esconde contratos públicos que el INAI le ha exigido exhibir. Viola principios básicos de decencia, al intentar denigrarla, aun sabiendo que fue invitada a colaborar en su gabinete.

Peor aún: pone a las instituciones del Estado a trabajar con el mismo objetivo, y no es aliviar la pobreza o combatir la corrupción o lidiar con el avance territorial del crimen organizado. AMLO ya no gobierna como Presidente, comanda legiones a tambor batiente. Un reportaje de El País lo constata: la metodología para elegir a la corcholata ganadora no fue producto del consenso partidista, sino del dedo presidencial. Él dicta, los demás toman nota. Él propone, los demás disponen. Y siguiendo sus órdenes, la Unidad de Inteligencia Financiera del SAT y la Secretaría de Hacienda, entre otras, dejan de ser instituciones del Estado y se vuelven mercenarios de la guerra emprendida desde Palacio Nacional.

El objetivo de Andrés I no es entregar buenas cuentas o asegurar una entrega pacífica del poder. Su obsesión es destruir a Xóchitl Gálvez. Matar su candidatura, documento tras documento, filtración tras filtración. Negar sus orígenes y cuestionarlos. Distorsionar su trayectoria y mancharla. Convertirla en lo que el régimen quiere que sea, y apalearla junto con otras mujeres indómitas como Norma Piña, Nayeli Roldán, Pamela Cerdeira o quien escribe esta columna. Los legionarios de la 4T quieren edificar una mujer de paja para luego quemarla en el Zócalo.

Es demasiado pronto para saber si Xóchitl Gálvez será la Némesis del Nerón de Macuspana, pero sí ha logrado descolocarlo con humor. El Presidente refunfuña, ella ríe. Él se enoja y pierde, ella lo reta y gana. Él demuestra que está dispuesto a ganar el 2024 a la mala, “haiga sido como haiga sido”, y en contra de todos los principios que alguna vez defendió. Y olvida que México tiende a convertir a las víctimas del Estado en héroes. O en heroínas.