A tres años del triunfo de AMLO

Salvador García Soto

Hoy, cuando por tercer año consecutivo el presidente López Obrador se plante frente al podio para festejar, con un informe más, su triunfo histórico del 1 de julio de 2018, el escenario del festejo, el Patio de Honor de Palacio Nacional podrá ser el mismo que el año anterior y muy cercano al Zócalo donde celebró el primer aniversario de su victoria; pero lo que sin duda será diferente es el país al que le habla y le informa el Presidente.

Porque mientras él aún encuentra motivos para festejar y recordar su victoria electoral, muchos de los 30 millones de mexicanos que votaron por él ya no ven con el mismo optimismo ni con la misma ilusión el cambio de rumbo ni la “transformación” que dice encabezar López Obrador. Atrás ya quedó el México de la esperanza y de la ilusión que se dibujó durante largos años de campaña que finalmente lo llevaron al triunfo en el 2018.

Un México que compartieron millones de mexicanos que votaron por AMLO y que se ha ido diluyendo con la realidad económica, donde se ha privilegiado los megaproyectos como el Tren Maya, la Refinería Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Ángeles, que contrastan con un incremento muy alto en los niveles de pobreza y desempleo, agravados por los efectos de una pandemia que golpeó de todas las formas posibles a los mexicanos y que causó la muerte de hasta 600 mil compatriotas, según las estimaciones extraoficiales.

Hoy, tres años después de aquel 1 de julio, salvo el Presidente, sus colaboradores y sus más fieles seguidores y partidarios, no se respira en buena parte de la población un ánimo de festejo en medio de los tiempos duros de pandemia y crisis, de violencia e inseguridad, de escasez de medicamentos y de tragedias.

Los resultados de las elecciones del pasado 6 de junio, esos que pusieron “feliz, feliz, feliz” al Presidente, son la muestra más clara de la polarización en que se encuentra la sociedad mexicana, tres años después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, una división alentada y promovida desde Palacio Nacional con una narrativa permanente de lucha de clases entre pobres y “fifís”, de descalificaciones y ataques constantes a la clase media, a la prensa, a los empresarios, a todo aquel que disienta o critique los resultados de este gobierno.

Pero más allá de esa polarización y de las visiones encontradas y confrontadas con las que llegamos a estos tres años del triunfo de López Obrador, están algunos datos duros y oficiales, medidos por instituciones y por el propio gobierno, muy distintos por cierto a los “otros datos” falsos y mentirosos que suele manejar el Presidente en sus conferencias mañaneras y que a fuerza de tanto repetirlos, han terminado por construir la “otra realidad”, esa que sólo ven el mandatario y sus incondicionales.

Por ejemplo, el 2018 en que ganaba AMLO, el país contabilizaba 34 mil 202 personas asesinadas y en lo que va de esta administración, los dos años y medio de gobierno, la suma de homicidios violentos es de casi 89 mil personas asesinadas, 2,282 en el mes de diciembre de 2018, 36,661 en 2019, 34 mil 515 en 2020, y casi 15 mil asesinatos violentos en lo que va de 2021, de acuerdo a cifras del Inegi y del SNSP. Eso daría un promedio de 98 mexicanos asesinados cada día desde que empezó este gobierno.

La tasa de desempleo cerró en 2018 en 3.3%. En lo que va de este gobierno la tasa de desempleo cerró en 4.4% al primer trimestre de 2021, según el Inegi. La pandemia se llevó 647 mil 710 empleos tan solo en 2020, de los cuales apenas se habían recuperado a mayo de este año 44 mil 774. AMLO prometió crear 2 millones de empleos en 2020, para lo que el gobierno federal estimó un crecimiento de la economía del 4 por ciento anual, promesa que nunca se cumplió con la contracción que tuvo el PIB durante los dos primeros años de su gobierno.

El 41.9% de la población se encontraba en situación de pobreza: 61 millones de personas vivían con un ingreso por debajo de la línea de pobreza el año del triunfo de López Obrador. Para este año 2021, por el efecto de la pandemia y el aumento de 8.9 millones de personas que perdieron sus ingresos por la crisis económica, el 56.7% de la población se encuentra en situación de pobreza y según la proyección del Coneval estaríamos llegando a 70.9 millones de pobres en el país.

Los costos que ha tenido la pandemia son parte ineludible de lo que ha ocurrido en estos tres años transcurridos del triunfo lopezobradorista, parte atribuidos a una crisis económica que fue mundial y parte también a las decisiones y políticas económicas con que este gobierno enfrentó la caída más fuerte de la economía desde 1929. Entre 2010 y 2018, el PIB real de México (descontada la inflación) creció a una tasa media anual de 2.7%. En 2019 prácticamente se estancó, y en 2020 decreció al -8%. Para el 2021 la estimación oficial de la SHCP supone que aumentará algo así como 5.3 por ciento, por el efecto “rebote” de la crisis.

En términos numéricos: 1) El estancamiento del PIB en 2019 representó una pérdida de 513 mil millones de pesos (a precios de 2013); 2) El deterioro “atribuible” al Covid-19 en 2020 llegó a 2,597 miles de millones de pérdida; y, 3) el estimado para 2021 es de 2,230 miles de millones. De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la Organización de las Naciones Unidas, México recuperará el nivel económico previo a la pandemia hasta el 2025.

Los efectos en la educación en estos tres años también están asociados a la pandemia. Toda una generación de niños y adolescentes han visto mermado su aprendizaje académico por la educación a distancia y no hay aún un estudio oficial que mida esa pérdida o retroceso en sus conocimientos. Donde sí hay una cifra oficial es en la educación superior, donde la SEP estima que cerca del 8 por ciento de los jóvenes inscritos en las universidades del país abandonaron sus estudios en lo que va de la pandemia.

Así que hoy, mientras el Presidente celebra sus tres años del triunfo, el país seguirá inmerso en una fuerte crisis derivada de la pandemia por el Covid-19, con protestas de padres de familia por falta de medicamentos para sus hijos con cáncer, con desabasto crítico de medicamentos en el sector salud, con una violencia creciente que se refleja en masacres donde ya no sólo mueren presuntos delincuentes, sino civiles inocentes.

El México del que hable hoy Andrés Manuel López Obrador, en tono victorioso y festivo, será un México muy distinto, diametralmente opuesto al que había en 2018 cuando él ganó el poder. La transformación de la que hoy volverá a hablar el Presidente tiene, como todo en esta sociedad polarizada, dos visiones completamente encontradas: la del país que cambió para mejorar, en una “transformación histórica” según la visión ideologizada y fanatizada del lopezobradorismo, y la del deterioro, el desmantelamiento y el retroceso que ve la otra parte de los mexicanos.