Acabar con la ideología .

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/ Adriana Sarur /

En la actualidad mundial, la ideología pasa por horas bajas. Hoy las personas piensan que tener una ideología es estar encasillado en el espectro de izquierdas o derechas y que eso “no está bien visto”, pues se enmarca dentro de la política y “nadie quiere saber de política”. Sin embargo, la ideología va más allá: es un conjunto de ideas, valores, creencias y principios que orientan la manera en que una persona, grupo o institución interpreta el mundo y actúa en él. La ideología no es simplemente una opinión, sino un marco estructurado que da sentido y coherencia a nuestras posturas y decisiones.

En este sentido, es evidente, e incluso “natural”, que las universidades -cualquiera que ésta sea-, tenga una carga ideológica en sus directivos, docentes y estudiantes. El conocimiento no es neutral. La elección de qué se investiga, cómo se enseña, qué autores se privilegian y qué enfoques se excluyen está marcada por intereses, valores y visiones del mundo. Una universidad que se dice “apolítica” también está adoptando una ideología. La universidad debe ser un espacio de disputa crítica, donde diversas ideologías dialoguen, se enfrenten, se cuestionen. Intentar suprimir toda ideología en nombre de la “neutralidad” solo sirve para encubrir la dominación de una ideología dominante bajo apariencia de objetividad.

Todo esto cabe en la discusión porque el presidente Trump está empecinado en destruir el sistema universitario estadounidense, siendo Harvard su principal objetivo, porque acusa -sin pruebas, claro- que la universidad más prestigiosa de Estados Unidos es un “semillero de izquierdistas antisemitas”. El magnate neoyorquino, a través de la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), Kristi Noem, informó que le fueron congelados más de dos mil 700 millones de dólares y otros 100 millones más están en revisión si no acatan el designio trumpeano de revocar la admisión de sus estudiantes extranjeros (más de seis mil 800), aproximadamente el 27% de la matrícula total.

Este acoso a las universidades no solo es una cuestión de dinero, ni siquiera de xenofobia, es parte de la ideología de Trump. Se tiene que tener su misma visión del mundo, si no es así, es mejor desaparecerla…aunque a quien tenga que aplastar esta vez sea a Harvard. La respuesta de la comunidad universitaria ha sido de resistencia, comenzando con manifestaciones y siguiendo el camino de la legalidad, aunque a Trump no le importen las leyes ni el Estado de derecho.

Así, lo que vemos con este nuevo -capricho- de Trump, es que va a intentar callar a todo aquel que ose poner en tela de juicio sus acciones como presidente, ya sean personajes, como a Jerome Powell o Zelensky; países como Canadá o México; o instituciones baluartes de la cultura y la ciencia como Harvard. El presidente no ha caído en cuenta que las universidades conviven con el poder, ya sea para criticarlo, reforzarlo o dialogar con él. No puede mantenerse al margen de los conflictos sociales, las desigualdades, las luchas por los derechos o los cambios culturales. Su misma existencia es una prueba de ideología.