DE FRENTE Y DE PERFIL.
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN.
Cuando ganó los comicios para gobernador en 2018, se pensó que la conjunción del nombre del ganador, Adán y la consideración que se hace del estado, el Edén, sería lo más maravilloso que podrìa pasarle a esa entidad.
El Edén con Adán en él podría rendir dividendos, siempre y cuando no tocara el fruto prohibido. Todo a modo para ser el mejor gobernante en la historia de Tabasco y sin embargo López Hernández no logra acomodarse y mostrar que cuenta con el empaque y las ganas suficientes para serlo.
Cuenta con la amistad del Presidente López Obrador (refrendada en cuanta ocasión puede el Ejecutivo federal), un presupuesto adecuado, dos de las principales obras del sexenio pasan por territorio del estado (la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya), lo que permite una gran derrama económica y la generación de empleos y Adán se muestra tibio en su desempeño y busca encontrar sus molinos de viento con los que tendría que luchar.
López Hernández no se ve cómodo como gobernante, se aísla, se retrae y responde a la menor provocación, recordando aquellos tiempos combativos de su paso por la Cámara de Diputados, cuando actuaba como provocador y hasta le aventó una serie de billetes a Genaro García Luna.
Formó su gabinete con figuras del pasado priista, de cuando gobernaba el interino Manuel Gurría Ordóñez y mantiene sus fobias contra aquellos que le impidieron a él mismo ser gobernador interino para ocupar el espacio dejado desierto por las polémicas elecciones del año 2000, cuando el Tribunal Electoral determinó anular el proceso electoral local.
En aquel entonces, López Hernández militante priista fue el principal alimentador en Tabasco de la candidatura de Vicente Fox Quesada, en una entidad en la que el partido de la derecha, hasta la fecha, goza de poca aceptación.
Después de eso, el ahora gobernador, se integró a la izquierda, primero en el PRD y después en MORENA, siendo el primer senador en abandonar las filas del primero de esos partidos y sumarse al segundo.
De esa forma se transformó en uno de los principales activos de López Obrador, con quien su padre siempre mantuvo una cercana relación. Adán se convirtió primero en diputado y después en senador, mientras su hermana Rosalinda a la inversa consolidó su propia carrera como senadora y diputada, aunque le ganó la ambición y al no ser candidata de MORENA a la alcaldía de Centro buscó la opción de competir con otros colores y lo hizo por el Partido Verde, siendo relegada en la captación de votos.
Sin embargo, Rosalinda, esposa del hoy gobernador de Chiapas, Rutilio Cruz Escandón, regresó al redil y con sus hermanos construyó una dinastía casi monárquica con su hermano gobernador, su esposo gobernador y su cuñado Consejero de PEMEX.
Eso fortaleció a esa región del sureste, donde la cabeza del clan es Adán Augusto a quien la gente arropó y del que no se entiende su forma de gobernar y critican el temor que le impone la presencia presidencial.
Es tal el rechazo al gobernante que en sus dos convocatorias para el quédate en casa, la población no lo atiende y se mantiene en las calles de los 17 municipios, razón por la que Tabasco es una de las entidades con mayor número de contagios y muertos durante la pandemia.
Contrario a otros gobernantes que consiguieron con sus convocatorias que la población entendiera el grave riesgo, en Tabasco, el propio gobernador sufrió el contagio del virus y se aisló 35 días, tiempo suficiente para que la propagación se hiciese masiva.
Ahora dentro de la pandemia, el gobernador entra en una dinámica de enfrentamiento con el ex gobernador Andrés R. Granier Melo que favorece al llamado “Chelo” en sus propósitos de reivindicarse y reinventarse en política y comienzan a surgir los riesgos de una nueva inundación en el estado.
En Tabasco, la decepción por la 4T crece de manera rápida y amenaza con arrastrar a los votantes para hacerlo en contra de los candidatos que postule MORENA el año próximo.
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