*Hiel y Miel
/ Tere Vale /
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, decía Adán, cabizbajo, recién salido del paraíso. Su boquita antes persuasiva y ahora haciendo pucheros no puede menos que sorprendernos. El antes dueño y señor, jefe de jefes, rodeado siempre de bellezas y de un entorno lleno de lujos y placer, súbitamente (y por aquellito de haber cometido un pecado bastante poco original) pues que se le viene abajo el teatrito. Pobrecito, es que seguramente le diría su abuelita: “hijito, mucho cuidado con las malas compañías”. Pues sí, de plano Adán que es casi un santo, se equivocó al escoger a sus amistades.
Basta ver su rostro, analizar la profundidad y brillo de su mirada, su prestancia para darse cuenta de que es inocente, que abusaron de su generosidad y bonhomía, para saber que, aunque hay harto crimen a su alrededor, Adán no merece ningún castigo, bueno, por ahorita, al menos en lo que vamos viendo.
Él, que se llevaba de a cuartos con el mero creador, que se creyó eso de que era el hermano del ser supremo, hoy por darle la mordida (o varias, vaya usted a saber) al fruto prohibido pues que se lo lleva el tren y por desgracia no precisamente el Maya que más le hubiera gustado, como diría Yoda.
Se dice que ha tratado innumerables veces de lograr un encuentro con el único ser que podría interceder ante el señor para no ser expulsado del paraíso, cual migrante en tiempos de Trump, pero era tal la cantidad de actitudes díscolas y groseras en las que había incurrido Adán antes, cuando se sentía muy sabrosito, que la corte celestial de plano no quería ni tomarle la llamada, ni leer sus mensajes en WhatsApp y mucho menos darle audiencia. Se lo ganó a pulso por machista, dicen por ahí.
Porque una cosa es una cosa y otra es otra ¿verdad? vamos a ver: se dice que sus pecados son enormes y que no quedará más remedio que sacarlo del Edén, ya que decidió no solo morder una manzana sino más de once mil millones de ellas (entre otras glotonerías menos conspicuas) e incluso se cuenta con fe notarial de ello. Asombroso.
Otro de los pecados de los que se acusa a Adancito es haberse asociado, dicen, con una agrupación conocida como la Coordinadora de Demonios del Paraíso, comandada por el mismísimo Luzbel, conocido también como el comandante H (por aquello de que es hijo de Satanás), para limpiar con la barredora todo lo que les obstaculizara su camino. Tache, ahí la cosa se pone también bastante fea, aunque el tal hijo de Luzbel calladito se ve más bonito y, por saberlo, así ha permanecido. Adán ora diariamente porque así permanezca. ¡No vaya a abrir la boca!
Como vemos, el consumo de frutos del Árbol del conocimiento tiene sus consecuencias, y eso de andar haciendo cosillas por saber del bien, pero especialmente del mal, puede ser fatal para personalidades aún de enorme halo de santidad como el probo Adán.
En fin, de plano la regó y por ello, como anuncia el libro del Génesis, ya no podrá acceder al Árbol de la Vida que le permitiría vivir, aunque sea pecaminosamente por toda la eternidad, o de menos por unos cinco o seis años más hasta que el que sigue lo alcance. Estás despedido, le dicen desde el paraíso. ¡Qué feo!












