Adiós a Twitter.

/ David Ricardo F. González Ruiz /

Durante 10 años he encontrado en Twitter un espacio para externar mis opiniones y verlas madurar (a veces no de la mejor manera), he participado de polémicas ajenas y propias y he construido una pequeña comunidad de 13 mil 800 personas para discutir la actualidad política y compartir también otras ociosidades. Hoy he decidido poner un alto a mi participación en esta red social.

Tres pensamientos me llevaron a tomar esta decisión: 1. Por fobia al presidente López Obrador estoy perdiendo la capacidad de analizar cuidadosamente la realidad como aspirante a politólogo. Por ejemplo, afirmar que los colombianos Gustavo Petro -cercano a AMLO- y Rodolfo Hernández son equiparables es un error mayúsculo (mientras Petro propone ampliar derechos, Hernández amenaza con debilitarlos). De la misma forma, enaltecer a los partidos de la Transición democrática sin estimar los agravios que provocaron a millones que hoy respaldan a AMLO ya no roza sólo en lo deshonesto intelectualmente sino en lo indolente a nivel personal.

2. Las redes sociales son una adicción. Producen sustancias como la dopamina que nos enganchan y que tienen un efecto potenciado en climas sociales polarizados, en donde todos los días aparece algún tema de moda que discutir. Todas las redes sociales tienen sistemas de recompensa sostenidos en la validación. Por alcanzar este incentivo podemos cruzar líneas elementales de convivencia, como mentir, insultar, humillar y atacar vilmente, incluso a quienes considerábamos amigos.

3. Nuestra democracia vive un momento tan frágil como extraño que nos exige reflexión cautelosa más allá de la frivolidad de los tuits. Tras las elecciones, hemos visto acusaciones cruzadas entre los distintos actores políticos: “Morena es el nuevo PRI, Movimiento Ciudadano es el nuevo Verde”. Estos análisis carentes de rigor poco aportan a la comprensión del momento histórico que vivimos, con la reconfiguración del sistema de partidos a partir de la consolidación de Morena como un partido hegemónico y de López Obrador como el presidente más poderoso en la historia de la democracia mexicana.

Esto no significa capitular frente a los errores del gobierno. Me preocupa el debilitamiento del Estado y de sus instituciones y la entrega de la administración pública a las Fuerzas Armadas. Me preocupa el intento de sofocar a la autoridad electoral que ha gestionado durante 30 años los cambios políticos y que ha facilitado tres alternancias pacíficas en el Ejecutivo federal. Me preocupa el avance de grupos armados no estatales en el territorio al mismo tiempo que el gobierno federal se aferra al paradigma prohibicionista. Me preocupa el negacionismo de López Obrador frente a la crisis climática.

Pero la crítica pierde sentido cuando se hace desde la visceralidad y solo por entretener a una audiencia. Tenemos que cuestionarnos seriamente si nuestra crítica aporta a construir una sociedad regida por el debate público honesto o si solamente alimenta a nuestro ego.

No soy legislador, autoridad, intelectual, funcionario o alguna persona de mayor relevancia pública como para que mi despedida sea especialmente significativa, pero agradezco a Reforma la oportunidad de publicarla.

Por supuesto, utilizaré mi cuenta para continuar leyendo a aquellos que proveen un análisis sosegado, honesto y nítido del momento social. Pero más allá de esas voces excepcionales por escasas, Twitter está roto, y gentes como yo nos hemos encargado de arruinarlo. No sé si en algún momento fue un ágora democrática de debate equilibrado, pero ahora no lo es y tampoco estoy aportando a que lo sea.

El país nos exige decencia y empatía. No creo que el presidente Obrador sea todo lo que la oposición dice de él, ni que la oposición merezca los calificativos que el presidente le otorga. Sencillamente, en las sociedades abiertas y plurales, la diversidad de ideas es la normalidad. Anhelo el día en el que escuchemos al otro para intercambiar posiciones y no para buscar destruirle.

El autor es Coordinador del Encuentro de Sociedad Civil y Gobierno de la FIL Guadalajara.