Agotamiento emocional en la crianza o burnout parental

**Enfoque Educativo.

/ Por Laura Águila./

Desde finales del siglo pasado se han ido desarrollando nuevas y diferentes formas de organización familiar para adaptarse a una sociedad cambiante en avances tecnológicos, económicos, políticos y sociales que giran alrededor de la vida de los individuos, y esto trae de la mano diversas maneras de relacionarse y también nuevos aspectos psicológicos en las mismas.

En este contexto, para las madres y los padres de familia combinar el cuidado de los hijos con responsabilidades laborales y sociales ha derivado en un conjunto de presiones que rodean al proceso de crianza, por un lado la sociedad actual exige de los padres y madres de familia un cierto grado de “perfección”, y ese empeño por lograrlo ha terminado por llevarlos a debilitar su resistencia generando cuadros de estrés, cansancio físico y mental, mismo que se ven agravados por las abrumadoras jornadas laborales y que finalmente están afectando la relación entre padres e hijos.
Esta condición se conoce ya como burnout parental (exposición prolongada a estímulos estresores) o síndrome de padres quemados, refiriéndose al estado psicológico de malestar que limita o incapacita para llevar a cabo una parentalidad sana, y en su lugar se experimenta como algo complicado y estresante, un estado emocional de malestar que termina transformando una paternidad saludable en una experiencia tediosa, difícil y estresante.

El burnout o agotamiento parental (físico, mental y emocional), se manifiesta como un distanciamiento emocional hacia los hijos, generado por el estrés y sentimientos de incompetencia, culpa y frustración, ya que los padres y madres sienten que no son capaces de brindarles a los hijos todo el cuidado y atención que a ellos les gustaría, sumándose también tristeza, irritabilidad, conflictos con la pareja y trastornos del sueño.

Desde la perspectiva de género, todavía no se observa un real equilibrio en las responsabilidades parentales y en estudios realizados a este respecto los resultados señalan que las mujeres presentan el doble de probabilidades de sufrir el agotamiento emocional de la crianza en comparación con los hombres, derivado del rol que las mujeres han asumido tradicionalmente como “cuidadoras” de los hijos, de la familia y que el confinamiento por pandemia vino a acentuar.
Erich Fromm enunció que la función principal de los padres es la de “educar” para potenciar el desarrollo del individuo y que sea capaz de aflorar sus capacidades para poderse “mover por el mundo seguro y feliz”, a diferencia de la “conducción” que se limita a referenciar e inculcar normas morales para que el niño evite hacer lo que se clasifica como incorrecto y realice solamente lo que se “considera que está bien” sin tener que mostrar ningún interés en su mundo interno ni en el propio potencial.

“Madre e hijo ejercen una estrecha relación de amor en un sentido unilateral donde los hijos reciben sin ejercer acción alguna para recibir este amor…El grado de afecto expresado por la madre se ve reflejado con el paso del tiempo cuando el niño aprende a expresarlo con gratitud y alegría convirtiéndose en parte activa de esta relación, y justamente el burnout parental rompe esta sinergia transformándola en irritabilidad, baja tolerancia a la frustración, experimentando una imperiosa necesidad (autopresión) de querer ser la madre perfecta para los hijos.

En el más reciente estudio de la Universidad de Louvain, en Bruselas, titulado “Gender Differences in the Nature, Antecedents and Consequences of Parental Burnout”, se obtuvieron datos que plantearon que si bien el síndrome lo padecen padres y madres por igual, las manifestaciones y consecuencias son diferentes según el género, y se logró determinar cuatro claves que definen el síndrome del agotamiento emocional de padres y madres:

Agotamiento ligado a la paternidad. Los padres y las madres están exhaustos tanto física como emocionalmente.

Distancia emocional con sus hijo/as. Los progenitores cubren las necesidades básicas de sus hijos, no pueden dedicar más tiempo a sus hijos, derivando en un sentimiento de culpa por no tener ganas de estar con los propios hijos.

Pérdida del placer por la crianza. Ya no disfrutan el tiempo que pasan con sus hijos.
Los niños notan el contraste entre el antes y el después. El alto nivel de agotamiento de los padres tiene consecuencias directas en sus hijos, que notan su cambio de comportamiento.
También se llegó a la conclusión de que los papás son mucho más vulnerables al desequilibrio entre factores estresores y recursos protectores y que este descontrol puede tener en ellos consecuencias más perjudiciales: frente al burnout, los padres son mucho más propensos a experimentar ideas de escape y suicidio, así como a dar paso a conductas negligentes hacia sus hijos. Mientras que las mamás, cuyos niveles de agotamiento son efectivamente más altos, no son tan vulnerables y no reaccionan de igual manera, y ello se debe, en gran medida, a la socialización de los roles de género y la importancia que se le ha atribuido a la identidad parental en hombres y mujeres. Recordando que a las mujeres se les enseña a cuidar desde chicas y por eso el nivel de agotamiento que logran sostener antes de empezar a manifestar síntomas es muy alto. Esto tiene que ver con el rol de madre sacrificada, que lleva a mostrar una mayor tolerancia, mientras que a los hombres este desequilibrio les genera gran inestabilidad y reaccionan de forma mayormente negativa.

De igual forma, el informe emitido en mayo pasado por la Universidad de Ohio (Estados Unidos) arroja datos relevantes como que 66% de los padres y madres trabajadores cubren los criterios para ubicarse en el perfil de burnout parental, mostrando nuevamente que las mujeres son más propensas en un 68% en contraste con el 42% de los varones. Sin embargo, independientemente de que el síndrome de agotamiento parental que genera la crianza de los hijos es una realidad fehaciente, todavía no es considerado como una condición que amerite aparecer en los manuales clínicos, por lo que para quienes cursan por esta condición no les es sencillo identificarlo y nombrarlo como tal.

Dentro de las conclusiones de este estudio, se encuentran el hecho de que con la incorporación de la mujer en el mercado laboral no ha sido una tarea fácil conjugar el trabajo y la crianza, en un reparto de roles en donde lamentablemente la mujer es quien generalmente tiene más que perder.

Este síndrome de desgaste parental también va desgastando la relación de pareja y de los demás miembros de la familia, y en casos extremos las y los afectados desatienden e incluso llegan a maltratar a los hijos. Detectar los síntomas a tiempo y buscar apoyo profesional es conveniente para evitar que la salud física y emocional continúe afectándose, reducir la autoexigencia, regular los horarios laborales e intentar buscar espacios propios para descansar es fundamental.
Hay que escuchar al organismo cuando envía señales para detenerse, y tener tiempo para cuidarse, organizar rutinas en familia para turnar el cuidado de los hijos y construir espacios para momentos de relajación.

Tener presente que el contacto social es excelente para reducir los niveles de estrés; la ayuda profesional nunca hay que descartarla, ya que será de gran ayuda contar con una visón de los eventos más objetiva y que brinde herramientas eficaces para resolver la situación.

De acuerdo con Marc H. Bornstein, psicólogo y asesor principal de investigación para los programas de crianza ECD en UNICEF en Nueva York, la parentalidad se refiere a las actividades que realizan el padre y la madre en el proceso de cuidado, socialización, atención y educación de sus hijos e hijas; es un proceso biológico y psicosocial, este proceso puede resultar agradable y gratificante para la mayoría de las personas sin implicar mayores dificultades, cuando llega a generar altos niveles de estrés que se transforman en una condición crónica, la responsabilidad parental se convierte en una sensación de incompetencia en el rol del cuidador, y terminará desgastando física y emocionalmente a todos los involucrados en el evento.

Laura Águila Franco

@laura_aguila

Lic. en Psicología por la UNAM. Me he desempeñado como Psicóloga Escolar por espacio de 20 años, y como Directora Académica en los niveles de Preescolar y Primaria en colegios privados los últimos 15 años.

Formadora de Directivos y Docentes en la Reforma Integral de la Educación Básica (UNAM-SEP, 2009-2010), Participante en el Sexto Congreso Nacional de Primaria 2014 “Desafíos en el Aula”, en la Unidad de Congresos del CMN Siglo XXI.