Ahuyentar a los fantasmas descalzos.

* Gente como Uno.

/ Mónica Garza /

Es innegable que la gran ventaja que Claudia Sheinbaum tiene hoy, sobre otras tragedias históricas en México, con sus respectivos presidentes, es que el drama del Rancho Izaguirre, ocurrió en un gobierno que no es el suyo.

Sin embargo, la Presidenta no escapa de tener que enfrentar el reto inmenso de no lastimarse las manos, levantando los gruesos vidrios que otro rompió.

“Ya déjenlo en paz”, dijo refiriéndose a Andrés Manuel López Obrador, quien hoy “mira los toros desde la barrera”, tan lejano —y cercano—, pero tan invisible como la Comisión Nacional de Derechos Humanos o la Comisión Nacional de Búsqueda, que han brillado como nunca por su ausencia, en momentos clave para justificar su existencia.

Seguir negando la realidad que México enfrenta, no hará que desaparezca. Tampoco metiéndose en la cómoda burbuja de adulaciones y encuestas de popularidad, como realidad alterna, hará que la verdad cambie.

La realidad es que México está rebasado ante la nueva pandemia que enfrenta: las desapariciones.

Todos estamos de acuerdo con las acciones que ha propuesto la Presidenta de México, aunque sea una repetición de lo que ya está planteado en las recomendaciones de organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos.

Aunque la iniciativa se haya generado en un espacio al que no invitaron a las familias buscadoras, que con toda razón reclamaron en un comunicado conjunto:

“Hacemos un llamado a sus asesores para que le ayuden a informarse sobre los mecanismos, instituciones, procedimientos y leyes que ya existen en materia de desaparición de personas”, escribieron.

”Mientras los edificios de Gobierno están cerrados y envallados, las familias estamos encontrando a nuestros familiares que fueron desaparecidos y abandonados por el Estado mexicano”, cierran lapidarios.

Y es que lo que sí nos queda a deber el mensaje del Gobierno federal, es la mención de otro objetivo medular: perseguir a los culpables de lo hallado, atraparlos y castigarlos.

Castigar las omisiones o acciones de aquéllos que obstaculizan los caminos para llegar a los responsables del derramamiento de tanta sangre, de la fractura de tantas vidas y familias completas.

Los responsables de haber permitido —y seguir permitiendo— semejante empoderamiento del crimen organizado en México, que hoy tiene en vilo además la posibilidad de un mayor desarrollo económico.

En un país donde lo que no se menciona no existe —y no se persigue—, es importante mencionar las palabras “atrapar a los delincuentes”, “atrapar a sus cómplices y aliados”, “castigo” y “no repetición”. O será la impunidad lo que nos siga aplastando.

Basta ya de buscar quién fue más culpable en el pasado, quién fue peor presidente o quién enterrará su nombre bajo los silencios que eligió. El problema es hoy, el pasado ya pasó.

El presente es el que desbarata la esperanza de cientos de miles y es lo que hay que resolver con estrategia, no con retórica; con decisiones, no con evasivas, y sobre todo con veracidad, no con mentiras, que repetidas mil veces no se convertirán nunca en la verdad.

Ya basta de subestimar el sentido común de un pueblo que por muy adolorido que esté, no es tan ingenuo, al ver todos esos zapatos, revueltos y sucios, e imaginar la historia que cada par cuenta.

Debo confesar que en algún momento de estos días, bajé la mirada a mis zapatos que elegí para el día y me dio escalofrío pensar que en realidad nada me garantiza si el par de zapatos que me calzan, tendrán una próxima vez.

Si volverán a su sitio en el armario en orden, o si de pronto se verán perdidos en un desorden de miedo, suposiciones, mentiras y silencios imperdonables, como los del Rancho Izaguirre. Porque hoy todos somos igualmente vulnerables.

Me dio escalofrío imaginarme siendo uno de esos fantasmas que hoy atormentan desde las fotografías o peor aún, una de esas madres que andan como cadáveres que caminan, sobre su propia tragedia.

En aquella lógica de “abrazos no balazos” y los años de inacción, se le regaló tanto tiempo y espacio a los delincuentes, para operar y crecer, contando con el terror de los locatarios y comprando silencios que terminaban saliéndoles baratos.

Por eso, en este México donde lo que no se menciona no existe, hay que hablar de atrapar a los responsables, para que tantos fantasmas en pena, no sean la pesadilla de más futuros…