Jorge Francisco Cabral Bravo.
Encuentro muchas razones, y como lo apunté en una columna previa, el Partido Verde fue un gran aliado de Enrique Peña Nieto. Lo ayudó a aprobar todas sus reformas estructurales; lo defendió frente a las críticas de la oposición incluido López Obrador: fue en coalición con el PRI en 2006, 2009, 2012, 2015 y en 2018 en apoyo a José Antonio Meade (aunque Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, apoyara política y financieramente a AMLO.
En los últimos 20 años el Partido Verde ha representado todo lo que AMLO cuestiona: frivolidad, oportunismo, apoyo del llamado neoliberalismo, personajes vinculados a la corrupción y el abuso del poder. Fueron aliados de Vicente Fox en el 2000 a quien López Obrador repugna. Luego lo fueron en 2006 de un paisano tabasqueño a quien AMLO acusó de fraude en 1994. Roberto Madrazo.
Luego fueron aliados entrañables de Peña Nieto a quien hoy el Ejecutivo quiere someter a juicio junto con sus principales colaboradores.
Hoy el Partido Verde, aplicado y oportunista como antes, ya está sentado en la mesa de Morena. No es sorpresa que lo haga como lo ha hecho en el pasado.
Lo sorprendente es que el partido de la llamada 4T actúe de la misma forma como lo hizo antes el PRI y el PAN: aceptando el apoyo a cambio de votos y concediéndole peticiones y caprichos.
Morena quiere ir en alianza con el Verde en 2021 para culminar la 4T. En San Luis Potosí ambos partidos presentaron una solicitud de coalición denominada “Juntos haremos historia en San Luis Potosí”. Sin embargo, militantes y simpatizantes de Morena en la entidad rechazaron esta alianza que empuja Mario Delgado. Los dirigentes estatales de Morena, Sergio Serrano soriano y del PT, María Patricia Álvarez Escobedo, presentaron otra solicitud de coalición. Este bloque de desafía a las dirigencias nacionales afirmó que irá a tribunales en caso de que se valide la solicitud de registro con el Verde.
Mario Delgado anunció que se llevarán a cabo mesas de trabajo con militantes y simpatizantes para recoger su opinión respecto a las propuestas de coalición para 2021.
Delgado dijo que las coaliciones se llevarán a cabo con “aquellos partidos que a lo largo de los años hayan apoyado con hechos el proyecto del presidente y se comprometan a seguirlo haciendo”
¿Cómo encajan los jóvenes del tucán en un proyecto de renovación que busca echar atrás las reformas que ellos mismos vitoreaban hace un lustro? ¿Cómo puede ser el Verde un activo de la 4T cuando solapó los abusos dl poder en los últimos años, mismos abusos que hoy AMLO dice querer sancionar?
¿Cuál es el ejemplo de congruencia de aliarte con los amigos de tus enemigos?
La secretaria de Morena, Citlalli Hernández, reconoció en un mensaje por Facebook que la militancia no quiere una alianza con el Partido Verde. O sea, pragmatismo puro: no queremos, pero no queda de otra.
Por cierto, el actual coordinador del PEVM en la Cámara de Diputados, Arturo Escobar y Vega, ha sido un personaje también demasiado polémico. En 2015, Arturo Escobar fue nombrado por el entonces presidente Enrique Peña Nieto como subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación, pero tuvo que renunciar meses después por una investigación en su contra realizada por la Fepade, encabezada por Santiago Nieto, debido a que siendo dirigente nacional del PVEM firmó contratos para distribuir diez mil tarjetas Premia Platino con fines electorales.
Hoy Escobar es un aliado de AMLO para revertir las reformas que impulsó su exjefe y aliado Peña Nieto.
La política es pragmatismo, pero debe haber límites, sobre todo en el casi de Morena que dice representar un verdadero cambio. En su relación con el Verde, Morena muestra que es más de lo mismo.
Cambiando de tema, en un ánimo cordial, pero con dureza y preocupación el acuerdo al más alto nivel entre los gobierno de México y Estados Unidos, responde al pacto secreto que existe entre AMLO, Trump, en donde el no reconocimiento al triunfo electoral de Joe Biden y ahora la liberación del general Salvador Cienfuegos, son parte de ese pacto que buscaba la reelección de ambos mandatarios.
Cuando se detuvo al exsecretario de la Defensa Nacional, el presidente mexicano se congratuló de inmediato con la aprehensión, ya que eso abonaba a los propósitos electorales de usar la bandera del combate a la corrupción contra administraciones anteriores, en particular la de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; sin embargo, horas después tuvo que recular AMLO al mostrar su rechazo a la detención del general con el pretexto de que el gobierno norteamericano no le enteró del mexicano sobre las pesquisas.
Que pasó entre ambas declaraciones y en los últimos días para que el tabasqueño pidiera directamente a su contraparte de Estados Unidos la liberación inmediata. Pues sencillamente el enojo de los altos mandos militares mexicanos, por el atropello contra uno de los suyos.
Los militares, siempre institucionales y leales al presidente en turno, no ocultaron su malestar y optaron por pedirle enérgicamente al comandante supremo de las Fuerzas Armadas su intervención ante Donald Trump para liberar al general.
El resto ya es historia y quedará registrado como un capítulo de los acuerdos secretos que se dieron entre los dos presidentes y de los que tarde o temprano se conocerán los pormenores.
Lo que se sabe es que AMLO operó abiertamente para incidir en la reelección de Trump, además de convertir a la Guardia Nacional en el muro que resguarda la frontera con Guatemala.
En contraparte, el mandatario mexicano le puso, entre otros asuntos, en charola de plata la cabeza de Genaro García Luna y con testigos protegidos.
¿Qué otros asuntos habrán acordado Trump y AMLO? Eso lo saben ellos y algunos colaboradores cercanos como Marcelo Ebrard, aunque por los últimos acontecimientos ocurridos, no se necesita haber estado presente en esas pláticas de alto nivel para caer en la cuenta sobre lo acordado por ambos mandatarios.
Aunque Trump ya se va de la Casa Blanca en enero del próximo año, todavía saltarán a la luz pública otros asuntos derivados del pacto y por ello, sobre todo del lado mexicano, se percibe cierto nerviosismo.
Las agencias de inteligencia norteamericanas y de combate a los capos de la droga tienen gruesos expedientes de funcionarios del actual gobierno mexicano y no dude, estimado lector, que esos estarán muy pronto en manos del nuevo huésped del despacho Oval de la Casa Blanca en Washington.
La rebelión de los generales mexicanos no tienes precedente alguno, por lo menos desde la Revolución mexicana y ello, ya de suyo, significa una seria amenaza para el statu quo del poder civil en México.
Habrá que recordar que en este sexenio se han otorgado incluso poderes constitucionales a los militares, mismos que ya organismos internacionales han denunciado y por supuesto, también organizaciones civiles de la sociedad mexicana.
Así las cosas, con el general Cienfuegos en libertad y sin una acusación formal en México, será cuestión de tiempo averiguar los intríngulis de su liberación, aunque lo cierto es que con los altos mandos militares no se juega.
Pero vamos por partes, y veamos qué pasa con el primer toro de la tarde.