AMLO sigue la estrategia de Chávez .

/ Vanessa Vallejo /

Cuando Andrés Manuel López Obrador, conocido popularmente como AMLO, fue electo presidente de México, las dudas eran muchas. La pregunta fundamental era ¿sería un socialdemócrata más o terminaría siendo un Chávez? A poco más de un mes de su posesión, para mí es evidente que no será un socialdemócrata más, es muy peligroso y cada vez se acerca más a ser una especie de Hugo Chávez.

Quienes aún no alcanzan a percibir el oscuro camino en el que se adentra México, insisten en que el político de Morena no ha hecho hasta ahora cambios económicos que indiquen que el socialismo se tomará el país. Es cierto que el mandatario no está estatizando empresas, ni expropiando, ni proponiendo una gran y fatal reforma económica, de la misma manera que no lo hizo Chávez por lo menos en sus primeros cuatro años de mandato.

Precisamente lo más preocupante es que el presidente mexicano parece estar siguiendo al pie de la letra la estrategia usada en Venezuela para instaurar el socialismo sin que la gente se diera cuenta a tiempo. López Obrador incluso empezó, igual que Chávez, vendiendo el avión presidencial para supuestamente dar ejemplo de austeridad.

Como se ha explicado ya en este medio, Chávez, en sus primeros años tenía engañada a la mayor parte de la población, incluyendo a los empresarios, con quienes durante ese primer periodo evitó confrontaciones y llevó una buena relación.

Mientras la mayoría de venezolanos ignoraba que iban directo a la miseria del socialismo, porque igual que hace ahora AMLO no se atacaba la economía, Chávez se dedicó a concentrar el poder suficiente para luego llevar a cabo todo lo que quisiera. En la primera parte de su macabro plan modificó la constitución preparándose para lo que venía, tomó el control de la justicia, cambió el sistema de votación y se tomó el ejército poniendo a sus hombres de confianza en los lugares estratégicos.

Analizando las primeras semanas de gobierno de AMLO

Sin haberse posesionado todavía como presidente, AMLO decidió, sin números y sin mayor explicación, cancelar la construcción del nuevo aeropuerto, el NAIM. El mexicano tomó esta inexplicable medida cuando el proyecto ya estaba avanzado en un 30% y a pesar de que dicha cancelación provocaría la pérdida de más de 8 mil millones de dólares.

Muchos le advirtieron que su decisión no solo causaría las mencionadas pérdidas millonarias, sino que daría un terrible mensaje a los inversionistas. Sin embargo, el presidente no dio su brazo a torcer. Eso sí, aseguró que se pagará a los empresarios todas las multas correspondientes por la cancelación del proyecto; su interés ahora no es pelear con los empresarios.

Luego, a inicios de enero, cuando el mexicano llevaba solo un mes en el cargo, anunció un plan contra el robo de gasolina que consiste en el cierre de varios oleoductos clave que transportan combustible de las refinerías y terminales costeras a las ciudades más grandes de México.

Es decir, su idea para combatir el robo de gasolina fue cortar el suministro de la misma. Lo cual por supuesto terminó en desabastecimiento de combustible. En algunos estados como Guanajuato, la gente hace filas durante horas para intentar llenar el tanque de su vehículo.

En primera instancia es válido creerle al presidente que cerrar los ductos y generar tal caos y costo social fue lo mejor que se le ocurrió para combatir el robo de combustible, en muchas ocasiones los políticos son personas poco inteligentes. Sin embargo, luego el gobierno empieza a actuar de una forma que deja claro que no puede ser simple ineptitud. Algo oscuro hay detrás.

Después de semanas del inicio de su plan contra el robo de combustible, AMLO no había anunciado ninguna acción directa para enfrentar a los ladrones; parece que el plan era solo cerrar los ductos para siempre. Tampoco hablaba de capturados ni de fechas para restablecer el funcionamiento de los oleoductos.

Eso sí, ante el desabastecimiento en estaciones de gasolina, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, del partido de López Obrador, anunció la implementación de un programa de racionamiento, proponiendo cargar combustible solo una vez por semana, de acuerdo con la placa del vehículo. También amenazó a quienes revendan la gasolina con multas y con prisión preventiva. El gobierno mexicano ya habla de racionamiento.

El caos en México es cada vez peor. Este viernes 18 de enero una terrible tragedia ha enlutado al país. En el municipio de Tlahuelilpan, en el Estado de Hidalgo, uno de los más afectados por la escasez, al aumentar la presión en un ducto que fue perforado por ladrones, empezó a correr gasolina a raudales, unas 700 personas llegaron con contenedores al lugar a intentar llevarse el combustible, que no deja de encarecerse y que ha escaseado en los últimos días como consecuencia del plan de AMLO contra el robo.

El Ejército llegó al sitio e intentó dispersar a la multitud, al no lograrlo, se retiraron. Tenían órdenes de no intervenir, según reconoció el Gobierno. Después ocurre una explosión que hasta este momento deja 89 muertos y más de 60 heridos.

Si bien no se puede caer en el comportamiento socialista de echarle la culpa a otros por decisiones que la gente toma libremente, sí es claro que el desabastecimiento provocado por AMLO motivó a mexicanos que no eran “huachicoleros” (como se le conoce popularmente a los ladrones de gasolina) a intentar recoger combustible en una situación muy riesgosa.

Todo está mal en este plan contra el robo de gasolina y ante el caos, el costo social y ahora esta terrible tragedia. Lo más lógico sería que el presidente no insista más y encuentre otra forma de enfrentar a los ladrones de combustible. No obstante, AMLO ha dicho ya que su plan continúa. Pero, ¿realmente lo que busca el mandatario con todo esto es acabar con el robo?

Como decía antes, son muchos los mexicanos que ya sospechan que todo esto tiene una intención oscura detrás. Algunos señalan que se trata de un negocio, que AMLO igual que hizo Chávez quiere tomar el control total de Pemex y repartir el botín entre sus más importantes y fieles colaboradores.

Otros sospechan que esto, al igual que su decisión de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto, no es más que una estrategia para demostrar que tiene el poder. Que cuando quiera, y sin dar explicaciones, puede frenar un proyecto multimillonario como el NAIM, y que, en pocos días, puede dejar al país sin gasolina y paralizar a varios estados. La intención sería decirle a los grupos de poder: “no me ataquen porque puedo perjudicarlos muy fácilmente”.

Las dos cosas son posibles y muy peligrosas. No obstante, a fines de la semana la situación empeoró, mientras los mexicanos hacían colas en las gasolineras y se peleaban en redes sociales sobre si su presidente hace las cosas bien o es un loco al estilo Chávez, en la Cámara baja y con el apoyo de 42 diputados del PRI (partido que muchos esperaban asumiera el papel de oposición junto con el PAN), se aprobó la creación de una Guardia Nacional.

El mayor miedo es que en la práctica esta Guardia Nacional se convierta en la policía militar de un régimen, igual que ocurre en Venezuela. AMLO pretende modificar el artículo 21 de la Constitución para permitir a una “Guardia Nacional” participar en la investigación de delitos y, en general, actuar como auxiliar del Ministerio Público. Tal idea estaría en contra del derecho internacional que señala que las Fuerzas Armadas no deben involucrarse en acciones propias de la persecución de delitos y administración de justicia.

AMLO quiere poner a militares a vigilar las ciudades, pretende que sean auxiliares del Ministerio Público, y todo con el mismo nombre que en Venezuela – Guardia Nacional.

López Obrador no va todavía por la economía, está siguiendo la estrategia de Chávez. En estos primeros años irá por el poder, se asegurará de tener un ejército fiel y servil, modificará cuestiones claves de la constitución, comprará a aquellos que los mexicanos creen oposición (parece que ya lo logró con el PRI), ajustará la justicia a sus intereses e intentará convencer a los empresarios de que no es peligroso.

AMLO no es peligroso, es peligrosísimo.