Amlo ¿Weberiano o Marxista?

 

/ Por Inocencio Yáñez Vicencio. /

“Soy un miembro de la clase burguesa, me siento y estoy habituado a su visión del mundo y a sus ideales”. Con estas palabras pronunciadas por Max Wbeber en 1895 en la Universidad de Frediburgo,  deja muy claro a qué clase social sirve, representa y defiende. Marca la dimensión de su honestidad intelectual. Reinhard Bendix, en la Semblanza Intelectual que le hizo nos dice que: Se acude a su obra como a una fuente de saber autorizado y de intuición certera, ni los jueces más severos discuten el valor de sus aportes.

Entre el elevado número  de intérpretes, está uno que no pretende abusar de lo que dijo y mucho menos de lo que quiso decir y que  ayuda a entender fenómenos que si bien son exteriorización de la crisis del sistema liberal no le son extraños y que al reelerlo no aguanté las ganas de compartir algunos párrafos.  Me refiero al estudioso weberiano Wolfgang Mommsen, que en uno de sus trabajos sobre el autor de los tipos-ideales, nos retrotrae la conducta del líder que no tiene más límites que su conciencia. Efectivamente, este intérprete de Weber, en su estudio: Max Weber: Sociedad, política e historia (Editorial Alfa. Argentina. 1981), nos recrea visiones del fundador de la Sociología Comprensiva, que iluminan las fuentes en que se nutren los gobernantes que se inclinan por Calicles, por la fuerza. No, estos hombres que hoy rompen todos los límites, no se inspiran en las tiranías antiguas o las dictaduras romanas, limitadas temporalmente, que tenían que rendir cuentas y que eran instituidas sólo para hacer frente a una crisis, no, las dictaduras que surgen ofreciendo regenerar y dar solución a la corrupción del liberalismo se alimentan de las alternativas e ideas que han propuesto pensadores como Weber, para concentrar en una sola persona todo el poder.

Wolfgang Mommsen, afirma, en un fragmento que no tiene desperdicio:  Weber  no se cansaba de subrayar la exclusiva autorresponsabilidad del político, quien no tenía que seguir indicaciones, cualquiera que fuera su origen, sino exclusivamente sus más auténticas convicciones para lo cual, naturalmente, tenía que luchar a fin de lograr partidarios en el parlamento y en las masas. Según la opinión de Weber, la iniciativa, no sólo en sentido formal sino material, reside totalmente en el conductor político, quien no tiene que compartirla con nadie. Su autoridad ante las masas y sus partidarios no se basa en los objetivos concretos aprobados por éstos sino en sus cualidades personales; no es tanto su hombre de confianza cuanto su señor, a quien, a través del acto electoral, se entregan incondicionalmente por el tiempo de la duración de su mandato. Pues no es la masa ‘pasiva’ la que a luz al conductor, sino que el conductor político es el que procura atraer a sus partidarios y obtener el favor de la masa a través  de la ‘demagogia’, así formulaba Weber, la relación entre el conductor y los conducidos. Pags. 55 y 56.

Sobre esto remarca Mommsen: …el líder toma las decisiones a partir de sus más auténticas convicciones, a partir del carisma de su personalidad que es el que impone los valores; está obligado a responder ante sí  mismo, de manera racional, de los fundamentos últimos de su acción, pero no tiene que convencer a sus partidarios o a su equipo administrativo, mediante una exposición racional. Pag .57

Más adelante explícita el intérprete: La democracia plebiscitaria o, lo que objetivamente conduce a lo mismo, las formas cesaristas de la conducción de las masas, le parecía a Weber para el funcionamiento de la moderna democracia de masas. Pues sólo grandes personalidades de conductores, dotadas de la capacidad de ganar a las masas para sí y para sus objetivos políticos personales, gracias a sus cualidades demagógicas positivas, podían, en su opinión, contrarrestar con éxito el peso burocrático de los aparatos de los partidos e indicarles sus metas y dirección. Pag. 59.

Mommsen, que es uno de los intérpretes más referenciados, nos llama la atención sobre que: Si, en cambio, se atribuye exclusivamente al gran líder de masas la tarea y la capacidad de imponer los valores sociales y se deja librada a él la posibilidad de lograr para sí la adhesión  de las masas mediante medios demagógicos, ya no es posible garantizar una clara delimitación entre la condición democrática y el modelo fascista del “principio del líder”. Pag. 78.

He recurrido a una de las voces más autorizadas de la escuela weberiana, no únicamente para inferir sino probar que Andrés Manuel López Obrador, tomó del pensador burgués  su estandarte y lo hizo suyo para hacerse del poder político y ahora aferrarse a él.

  1. De Weber toma la vuelta al poder personal.
  2. De Weber toma la idea de un poder sin más límites que su conciencia.
  3. De Weber toma que el líder conduce, no es conducido.
  4. De Weber toma que lo importante no es cumplir lo que se ofrece sino las cualidades de demagogo.
  5. De Weber toma el cesarismo.
  6. De Weber toma que no tiene que tomar en cuenta a nadie ni rendir cuentas de nada.
  7. De Weber toma la idea de una presidencia fuerte.

Como puede verse Amlo, no se alimentó nunca del marxismo, porque:

  1. El marxismo condena el culto a la personalidad. Por lo menos el culto a la personalidad lo considera una desviación.
  2. El marxismo no está de acuerdo con el asistencialismo. El mismo Habermas no está de acuerdo con el Estado de Bienestar, dado que surgió para salvar al capitalismo y adormece a las masas.
  3. En el comunismo ni hay limosneros ni personas flojas. Por lo menos no se toleran.
  4. El partido es guía, no es guidado.
  5. El partido es de una clase social y las fracciones de clase, históricamente aliadas de los obreros.
  6. No se apela al comunitarismo como lo hacen en los libros de texto.
  7. No se invocan amuletos ni chamanes para curar a su pueblo.

Marx ni inventó el comunismo  ni la plusvalía ni la lucha de clases. Platón, en su libro La República, plantea una propuesta comunista. Cuando dice que la justicia es dar a cada quien lo suyo, invita a reivindicar lo que cada quien produce y a luchar contra su despojo. David Ricardo se aproximó mucho a ver en el trabajo el valor de todas las cosas.  Marx fue sorprendido por la muerte cuando se proponía estudiar las clases sociales y su lucha. Su mérito fue desarrollar no descubrir la teoría de la plusvalía.

A partir de que Amlo, le puso una envoltura izquierdista a su proyecto depredador, se ha desatado una campaña anticomunista por parte de los grupos oligárquicos que habrá de surtir el mismo afecto que su campaña contra la política y los políticos, producirá una generación que la va a capitalizar   ¿ y saben por qué?  porque las grandes masas nunca van a renunciar a la igualdad social y se van a prender del primero que sientan que sinceramente les representa sus anhelos. Los textos aquí citados van dirigidos a quienes tienen que organizar a las masas para frenar el intento de Amlo de pretender perpetuarse en el poder, pero también a sus verdaderos progenitores, a quienes lo engendraron, porque con estas líneas debe quedar muy claro que Amlo, no es un producto marxista, a los marxista los utiliza como utiliza a las fuerzas armadas para sus propósitos personales, pero Amlo, lo repito, es un producto de una crisis del sistema capitalista, que se cerró a flexibilizarse frente a las demandas de los productores directos, reduciendo a los partidos a meros proponentes de candidatos y a girar en un círculo chocante sin tomar partido ante una pobreza e inseguridad lacerantes, que se entregó al primer demagogo que apareció confiable y ahora cree la oligarquía que con un espantapájaros de Claudio X González, podrá regresar al anterior estatutos, como si nada hubiera pasado.

Las luces de Mommsen, que me he atrevido a compartir, deben servir para ver los verdaderos intereses a que responde Amlo y saber que su proyecto es un proyecto destructor del sistema republicano y de las reglas de la democracia representativa, que si no son la solución a nuestros grandes problemas sociales, si son la vía para avanzar en su solución por la vía pacífica y legal.

Estas ideas muestran y demuestran que las iniciativas de Amlo, si bien es cierto tienen el propósito de secuestrar el proceso electoral, es indiscutible que buscan asegurar que continúe adelante la destrucción del equilibrio de poderes y la instalación de un gobierno de una sola voluntad y de una sola banda, sin controles y sin rendición de cuentas, que únicamente puede impedirse si el próximo 2 de junio votamos contra Morena y su alianza con el crimen organizado.