*Ana Karen Aguilar contó su historia en las redes Instagram y TikTok, y logró 26 mil reacciones en una y nueve mil en la otra
/ Fabiola Méndez / Perla Chávez / Emmanuel Medina /
“Mi abuela, mi mamá, mis tías y yo limpiamos casas ajenas, espacios donde habitaban sueños que no eran nuestros… Gracias a mi contexto y a ese esfuerzo compartido, me gradué de la maestría en Derecho”, relató Ana Karen Aguilar Pérez, egresada de la Facultad de Derecho (FD).
Hace 11 años, a la edad de 18, ella migró del estado de Hidalgo a Ciudad de México, con el esfuerzo y apoyo de su familia, para iniciar sus estudios en la UNAM. Su formación universitaria fue posible gracias al trabajo doméstico realizado por las mujeres de su linaje materno.
Esa fue la historia que la ahora egresada compartió en un video que publicó en su red social de TikTok, el cual ya tiene más de nueve mil “me gusta” y casi 800 comentarios, y que supera las 26 mil reacciones en Instagram. En la grabación también expresó: “De entre quienes nos contrataron, ninguno creyó que también teníamos derecho a soñar. Aunque un título no garantiza una vida digna, la educación me regaló algo que no me pueden quitar: la rebeldía de imaginar un mundo más justo”.
Desafíos
“En 2014, cuando llegó el momento de cursar una licenciatura, con mucha preparación y esfuerzo hice el examen de admisión y me quedé en dos escuelas: la Universidad Autónoma de Hidalgo y la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán; sin embargo, opté por la segunda opción, ya que mi sueño siempre fue estudiar Derecho en la UNAM”, aseguró.
Estar en la Universidad Nacional fue uno de sus mayores logros, puesto que “representa un espacio donde se han conquistado muchas libertades y desde el cual ha sido posible avanzar y abrir caminos. Por ello, yo quería encaminar mi historia de vida hacia un lugar como éste, que resonara conmigo, con mi corazón y mis convicciones”.
Ana Karen Aguilar y su hermana mayor, Estela, fueron las primeras de su familia en concluir la preparatoria e ingresar a una licenciatura. Este logro implicó mucha incertidumbre, en especial por las dificultades económicas de costear sus estudios y sostener, desde entonces, dos hogares.

Iniciar dicha etapa implicó retos: el primero fue ingresar a la licenciatura; el segundo, aventurarse a vivir sola en Ciudad de México, un sitio desconocido para ella y que implicaba estar lejos de su lugar de origen y familia. Un tercer desafío fue nivelar su conocimiento con el de sus compañeras y compañeros que venían de otras escuelas de la UNAM, pues consideró que tenían mejor preparación académica. Sin embargo, concluyó su licenciatura con promedio de 9.1 y mención honorífica.
Esfuerzo sin reconocimiento
“Mi papá tenía un trabajo estable y mi mamá siempre se dedicó a labores del hogar no bien remuneradas, es decir, trabajaba en casas ajenas lavando, planchando, cocinando y cuidando. Aunque mi madre sólo hacía esto cuando había gastos extraordinarios, cuando entré a la carrera esto se volvió una constante que la orilló a buscar más espacios para limpiar”.
Gracias al trabajo de sus padres y a una beca de la UNAM, a Ana Karen le fue posible cubrir la renta del lugar donde vivió por un tiempo, así como pagar su comida, transporte y necesidades escolares. Además, al iniciar la licenciatura en Derecho, tuvo que vestirse con ropa más formal, por lo que decidió limpiar casas, con su madre, a fin de obtener ingresos extras.
“Trabajé con mi mamá durante los primeros tres años de la carrera y, al mismo tiempo, desempeñé oficios relacionados con el derecho, en organizaciones civiles, a fin de aprender más, pues aunque no fueron remunerados, me ayudaron a tener mis primeras experiencias laborales”.
Recordó que la primera vez que acompañó a su mamá a trabajar en una casa fue cuando estudiaba la secundaria, y acudió a limpiar el hogar de uno de sus compañeros de la escuela. “Aquel momento lo viví con mucha pena, me pesaba mucho el estigma que tiene dicha labor”.
Sin embargo, “ese día, pese a que mi mamá aseó toda la casa sin dejar un solo espacio por donde no pasara un trapo o la escoba, no le dieron una paga justa por tanto esfuerzo. En ese momento hice conciencia de todas las experiencias por las que mi madre pasaba pese a su empeño, pues las personas que se dedican al trabajo doméstico son invisibilizadas y deshumanizadas, como si su dedicación no mereciera reconocimiento”.
Para la egresada, limpiar implicaba una sensación invasiva e intrusiva: era preciso volverse imperceptible, pedir permiso para entrar y hacerlo con cuidado y en silencio para no incomodar a quienes, consideraba, “estaban haciendo una labor mucho más importante que la mía”.
Con el tiempo comprendió que las tareas de cuidado, casi siempre realizadas por mujeres, son esenciales: sin oficinas o casas limpias sería imposible que otras personas desempeñen sus funciones. “En realidad, es un trabajo fundamental que sostiene el funcionamiento del mundo”.
Conciencia social
Aguilar Pérez recordó que, al colaborar con organizaciones civiles, descubrió que había injusticias contra las que era preciso involucrarse. Esa experiencia la motivó a especializarse en derecho penal con enfoque en mujeres, tanto en quienes delinquen como en quienes son víctimas.
“Mi mamá fue mi apoyo para acercarme a dicha área. Ella trabajaba en una casa cuyo dueño se dedicaba a esta rama y le pidió que me enseñara. Esa fue mi primera oportunidad de aprender”.
En 2021, estudió una especialidad en Género y Derecho en la UNAM. Las razones de tal elección fueron el acercamiento y acompañamiento que brindó a mujeres víctimas de violencia, así como el reconocimiento de su historia de vida y la de sus abuelas, tías, mamá y hermana.
En esas fechas comenzó a limpiar casas, sola, los fines de semana. Ahí se dio cuenta de que, por el hecho de estar en la Universidad Nacional, ya no estaba viviendo los sueños de las personas para las que trabajó, sino los suyos. “Era mi oportunidad de soñar con ellos; porque aunque veníamos de distintos lugares, estábamos habitando las mismas aulas”.
Después de tres años, en 2024, pese a su inseguridad, decidió estudiar una maestría en la FD. “Tenía pensamientos constantes sobre si realmente podía llegar a ese lugar y dudas acerca de si era merecedora de ello; pero de nuevo, la UNAM me mostró que sí, pues me abrió las puertas para continuar y expandir mi camino académico”, mencionó.
“Cursar una maestría me permitió dimensionar lo alcanzado; gracias al apoyo de mi familia y al trabajo doméstico, que siempre nos sostuvo, llegué a la Universidad. Esta casa de estudios me permitió seguir soñando y lograr mis metas, pues todo el conocimiento que obtuve lo usé para aplicar exámenes con los que logré posicionarme en lo profesional”.
Hoy, Ana Karen se desempeña en uno de los cargos más altos en la carrera judicial del Poder Judicial de la Federación. “Mi compromiso es seguir usando mi conocimiento en derecho a favor de las luchas sociales, dar voz a todas las mujeres, hacerlas visibles y reconocer que todas existimos, sin importar nuestras condiciones o circunstancias, y que podemos llegar juntas a todos los espacios profesionales y académicos”. Y recalcó: “Mi inspiración proviene de las mujeres de mi familia. Ellas son mi red de apoyo, pues cada vez que quise desistir, me sostuvieron. Con su labor doméstica, y pese a no haber tenido acceso a la educación, me enseñaron lo más valioso en la vida: a luchar, porque el lugar que ocupas te pertenece y hoy me siento privilegiada de ejercer mi profesión y de ser la primera mujer de mi familia que termina un posgrado”.