Andy y la juniorcracia .

Linotipia .

/ Peniley Ramírez /

Andrés López Beltrán juró como secretario de organización de Morena en octubre de 2024. Menos de un año después, tras “extenuantes jornadas de trabajo”, tomó vacaciones y se fue a Japón. Con él viajó su amigo Daniel Asaf, diputado de Morena y ex jefe de la ayudantía de AMLO. López Beltrán se hospedó en un hotel de cinco estrellas. Pagó, dijo en una carta pública, 7 mil 500 pesos por noche, casi el sueldo mínimo que una persona en México gana en un mes. Esto ha causado conmoción en la opinión pública y, más importante, ha provocado mucha indignación en Morena.

“Es un nepotismo obsceno, no para hacer política sino para hacer dinero. La carta muestra un desconocimiento brutal de la realidad mexicana”, me dice un hombre que operó durante años para Morena. “Hace rato que los puestos (en Morena) son para hijos de dirigentes. La gente de abajo, en corto, tiene muchas ganas de hablar. Tienen sueldos bajos y muchas horas de trabajo, sienten que los de arriba se enriquecen cuando en la base muchos no tienen ni seguridad social”.

Hablo con morenistas y encuentro un coro de quejas. Una fuente se ofende porque López Beltrán se dice “perseguido, en lugar de asumir que es visto, que todo el mundo sabe quién es él”. Un operador local añade: “(López Beltrán) se adjudica vacaciones sin haber cumplido ni un año de trabajo”. Mientras, me explica, los coordinadores operativos en territorio trabajan siete días sin descanso, con sueldos muy modestos, que no les dan para salir de vacaciones.

El meollo radica en el simbolismo del viaje, el lujo, la vida de una juniorcracia que en México siempre asociamos con quienes ahora están en la oposición, con los apellidos De la Madrid o Ruiz Massieu, no con López Obrador.
En las juventudes del partido las quejas son brutales, aunque discretas. “Entre el papá y el hijo hay una gran diferencia”, dice un joven de Morena, mientras otra fuente, que ha operado a gran escala en el obradorismo, añade que la carta fue “una pésima forma de comunicar”, mientras Gerardo Fernández Noroña la califica como “malísima”.

Hablar con morenistas me sirve para ver el caso en perspectiva, más allá de las críticas de la oposición. Hace ocho años, en el documental sobre AMLO que hizo Epigmenio Ibarra, López Beltrán dijo: “No somos estos juniors abusivos del poder”. AMLO añadió que a sus hijos “siempre procuro recomendarles que nos alejemos lo más que se pueda de lo material”. Ahora, esa cercanía con lo material ha puesto a Morena en crisis. En menos de un mes, la prensa ha publicado viajes a España, Portugal, a un hotel Vidanta en Quintana Roo, de otro hijo de AMLO y de figuras muy visibles del partido, mientras a otras les alcanzan escándalos de narcotráfico.

La Presidenta dice desde Palacio Nacional que “el poder se ejerce con humildad”. Luisa Alcalde, presidenta de Morena, pide que sus militantes no ostenten lujos, porque esas acciones dañan al partido. Pero en Morena no parecen hacer caso.

Ayer, Fernández Noroña señaló que “lo que tú puedas pagar con tu ingreso es correcto”, en respuesta a Alcalde, quien pidió a los morenistas ser “el ejemplo de la justa medianía”.

Lo que subyace a estos escándalos, me dicen en Morena, es que algunas de estas figuras clave, todos hombres, no respetan a la Presidenta. La retan. Afirman que Sheinbaum es la Presidenta pero AMLO es el líder. Alcalde tiene control de las candidaturas, pero López Beltrán es el heredero natural.

Otros en Morena creen que los escándalos del verano solo son la superficie, que importan más los 38 mil votos que el partido perdió el año pasado en Durango, o los que no obtuvo en Veracruz. “Si no está (AMLO) nos matamos entre nosotros”, me dice un operador. Habla de los escándalos y dice que son una vergüenza. “No nos sorprende que Andy se vaya a Japón. El resto de la gente en el movimiento está perdida o está despilfarrando mucho más. Hablar de Andy es quedarse en la superficialidad”.

Pero hablar de Andy importa porque es el junior, el heredero, porque tiene el apellido de su padre. Importa porque Morena se construyó de símbolos, de críticas al poder de siempre, a las prácticas de siempre, que ahora vemos en ellos, una tras otra.