Ante el tronido de sus chicharrones… la ley sale sobrando

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FRANCISCO RODRÍGUEZ.

Es universalmente aceptado que desde que Justiniano recopiló el Corpus Iuris Civilis de la antigüedad clásica, el Derecho jamás consideró que el paso del tiempo pudiera atentar contra los derechos colectivos, la paz pública o los fundamentos de la civilización. Pero la ignorancia y la corrupción han introducido el olvido para insertar en la memoria el ADN de la desigualdad.
‎Justiniano llevó a cabo una de las labores más trascendentes de su tiempo. Mientras otros pensaban en la guerra eterna y desplegaban los ejércitos sobre Finisterre, Britania, Las Galias, Iberia, África y los desiertos asiáticos, Justiniano glosó en sus Pandectas o Digesto sus famosas Instituta, la base y la norma de toda conducta.
O sea, la recopilación que sirvió de fundamento a los principios generales de la ley, aplicables en todo momento y espacio, para toda conducta humana del Occidente planetario.
De la mayor importancia, o la misma si se quiere, que la Medicina de Galeno, la Geometría de Euclides o los principios de Trigonometría de Hiparco, pues las Instituta no admiten modernización por efectos del avance tecnológico, ni por los caprichos de nadie.
Cualquier gesto homínido, toda reacción del ser humano ante su entorno social, económico, político o cultural, el menor trazo de un arreglo, “desde el infierno hasta el cielo”, pueden estar contemplados o resueltos con la ayuda de los principios generales de Derecho.

Las interpretaciones jurídicas, a través de Justiniano

Cuando el juzgador no encuentra a la mano una norma casuística que aplique perfectamente en el caso concreto, nuestra Constitución y todos los códigos civiles modernos, desde Napoleón hasta la fecha, permiten que la intérprete jurídica para resolverlo se asiente sobre dichos principios.
Los principios generales del Derecho, recopilados por Justiniano, están presentes en nuestra vida cotidiana, como lo estuvieron entre los pueblos de siempre o en la vida civil, de todo el tiempo que podamos recordar. No hay nada nuevo que descubrir bajo el sol, como atinadamente lo dijo el rey Salomón en El Eclesiastés.
El manto protector de los principios generales del Derecho cubre las operaciones mercantiles, lo mismo con el pronunciamiento del Pacta sunt servanda (lo pactado obliga), que con el famoso Rebus sic stantibus (las operaciones se cumplen respetando las condiciones del momento en que se contrajeron), que incluso condenó a Shylock, en El Mercader de Venecia, de Shakespeare.

El Derecho siempre está donde se necesita que se exprese

Protegen las tipificaciones penales, con las célebres Nulla poena sine previa lege (ningún castigo sin ley previa) o el Quod initio vitiosum est, non potest tractu temporis convalescere (despejando toda duda acerca de que lo inicialmente viciado no se convalida por el transcurso del tiempo).
Trascienden el Derecho de gentes, el Internacional, con el famoso Ultra posse nemo obligatur (nadie está obligado a lo imposible) o al decir que lo que no existe en el expediente, no existe en el mundo. Rige al derecho político moderno, con el famoso ” no se puede ser juez y parte de una misma causa”…
…el Ius suum cuique tribuere (dar a cada quien lo suyo), o que a confesión de parte relevo de pruebas. Porque el Derecho siempre está ahí, donde se necesita que se exprese. A falta de ley aplicable operan sus principios generales. Su jerarquía es equivalente en el tiempo y en el espacio. Así se establece en todas latitudes del mundo.

Compulsión mexicana: aprobar leyes sin ton ni son

Con absoluta seguridad podemos afirmar que aquí no tenemos una vida más sofisticada que aquella de los países de Europa Occidental, ni de los nuevos países emergentes, ni la de algunos latinoamericanos a los que les basta una repisa del librero para exponer toda su legislación. No obstante, aquí continuamos produciendo normatividades al gusto de cada uno.
La compulsión obsesiva que tenemos los mexicanos por legislar y aprobar leyes que se destinan al archivo y que sólo salen a la luz cuando algún magistrado quiere inspirar sus sentencias en el derecho antiguo o en las letras negras de leyes que duermen el sueño de los justos es inexplicable.
Lo mismo que las exigencias de nuevas leyes para delitos administrativos, invocadas al calor del combate a la corrupción, la transparencia y el derecho a la información. Toda esa legislación ya existe en el Derecho Positivo, complementada con los principios generales de interpretación jurídica.
Los conflictos de interés, el enriquecimiento inexplicable, la omisión asesina, la prohibición de participar en negocios públicos por parte de los misma servidores que los autorizan, el abuso de confianza, el fraude a la ley, el acceso expedito a los documentos públicos, forman parte del archivo secular del Derecho Positivo mexicano.

La abundancia de leyes produce desprecio e ignorancia

Sobrecalentar al Estado con exceso de leyes causa más daños que beneficios. La abundancia de leyes produce desprecio e ignorancia, provoca interpretaciones maliciosas y desavenencias entre las fuerzas políticas, frena la competitividad y empantana la administración.
Constituye también un claro obstáculo cuando, en el despropósito, pretende recargar de normatividades a organismos que necesitan agilidad para actuar en la inmediatez de lo urgente e importante. Cubre de tejidos adiposos la ejecución de los cometidos.
La población indefensa vaga desconcertada entre una nube de huizacheros cada vez que trata de defender un derecho fundamental. Está a expensas de los caprichos y de los embutes entre leguleyos y juzgadores, para acabar perdiendo ante un enredijo de intereses espurios.

Para el “caudillo” la voz del pueblo está sobre la Constitución

Pero, afortunadamente ya llegó, dice que para quedarse, el inteligérrimo Juan Trump Maduro para poner orden en el cotarro. De nada sirven tantas leyes si se puede resolver que los niños mueran de cáncer mientras se acomoda la Cuarta Transformación. Esos angelitos darán la vida por un México mejor y serán los héroes del futuro.
¿Para qué queremos tantas leyes esenciales, si a mano alzada se pueden cancelar todas las inversiones de miles de millones de dólares de Iberdrola, de Constellation Brands, y de energías limpias, si con acuerditos administrativos a modo del que manda ‎se pueden cancelar las plataformas de empleos y la base del progreso?
¿Para qué queremos tantas leyes, estando el suelo tan parejo, si con un par de zapatos, pantalones raídos, arroz y frijoles –gorgojos incluidos– se puede dar gracias a la vida?‎
¿Para qué nos devanamos los sesos, si la felicidad está al alcance de estampitas, invocaciones estúpidas y abrazos sin balazos contra la delincuencia organizada? La ignorancia es un privilegio y una bendición para los profetas de nixtamal.

El progreso, decretado desde las “mañaneras” del Palacio

No necesitamos ya nada.
El progreso está decretado desde las “mañaneras” del Palacio.
A volar las leyes, los principios generales de derecho y si quiere la Constitución, como en el caso de la ampliación de mandato del actual presidente de la Corta de Justicia.
Aquí nada más unos chicharrones son los que truenan.‎
La ley sale sobrando.
¿No cree usted?

Índice Flamígero: Y pese a las evidencias y las opiniones de expertos, AMLO se monta en su macho, pues aseguró que es constitucional la extensión de la presidencia de Arturo Zaldívar en la Corta, pues sin la ampliación habrá “más de lo mismo”. “Yo entiendo que no, que es constitucional, que no es inconstitucional, pero eso lo van a decidir en la Cámara de Diputados. Mi opinión ya la externé, es que el Ministro Presidente de la Corte es íntegro, honesto y que ayudaría mucho en la renovación del Poder Judicial porque urge la reforma”, afirmó en la “mañanera” de este lunes reciente.

Ante el tronido de sus chicharrones… la ley sale sobrando


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