/ Eduardo Sadot /
Ni el tema de la ministra, ni de la falta de cédula profesional del titular de la comunicación de la UNAM, egresado de otra escuela, es nada personal, es solo el hallazgo de sus tropiezos y arrogancia, su alta de humildad y valor para reconocer errores, respuesta iracunda y pedestre ante las evidencias.
El reciente escándalo de la ministra Esquivel ha escalado hasta en el extranjero, la Universidad Complutense de Madrid se ha deslindado de su participación en el “doctorado” por la universidad Anáhuac, utilizando su cargo e influencia, ha limitado a la UNAM para difundir la información sobre el análisis del Plagio de su tesis de licenciatura gracias a la intervención de la Juez Sandra de Jesús Zúñiga, juez quinto de distrito en materia administrativa, determinó que cualquier información que difunda la UNAM sobre el caso atenta contra la presunción de “inocencia” de la egresada cuestionada.
La UNAM, como certificadora de estudios universitarios en sus grados de bachillerato, licenciatura, especialidad, maestría, doctorado y posdoctorado, es, ha sido y debe ser, cuidadosa en el manejo de títulos universitarios, toda vez que es ésa precisamente su naturaleza principio y razón de ser.
Es frecuente que los egresados llegan a ocupar cargos en su alma mater y desde luego en su calidad académica mientras no cuenten con el registro correspondiente ante la autoridad educativa, tal y como lo señala la legislación de profesiones, es duramente censurado entre la comunidad el ostentarse con un grado sin tenerlo – evidentemente esto solo lo comprenden quienes han estudiado en la UNAM, los pumas de pensamiento palabra y obra – con mayor razón, cuando es evidente el plagio en la obtención de dos grados el de licenciatura y el de doctorado, no obstante haberlo obtenido en otra institución educativa, en una de las más famosas universidades confesionales de México.
Tradicionalmente la UNAM ha sido ejemplo para otras universidades, públicas y privadas, la transparencia y rigidez en su cumplimiento con la legislación educativa, también ha sido, es y debe seguir siendo, paradigma de la educación superior en México.
El respeto y reconocimiento a quienes han cumplido con todos los requisitos exigidos por la legislación, es un tema ejemplar y de congruencia.
Recientemente en éste mismo espacio, mencionamos el caso de comunicación de la UNAM donde el titular de la dirección, cuyo nombre aparece en el directorio del órgano oficial de la institución le Gaceta de la UNAM, medio de difusión y referencia de la comunidad universitaria, donde aparece con el grado de maestría, como hemos dicho sin contar con la cédula profesional correspondiente, no obstante el señalamiento, el titular de comunicación nos envió fotografía de su título de maestro, egresado de la Escuela Carlos Septién García, nos escribió así el señor licenciado “te iba a ignorar, pero tal vez esto sirva para atenuar tu inquina personal” sic. No es personal, llegó el título, pero nunca la cédula, de donde se colige que no cuenta con la mencionada cédula, como tampoco ha cumplido con los requisitos legales – cédula profesional – para ostentarse legalmente con el grado académico. Se deduce que no solo ha engañado a la comunidad universitaria en la Gaceta, sino también al rector y a los egresados de periodismo de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Igual que Ackerman, quien después subsanó la falta y registró todos sus diplomas en un solo año “2021”, después del señalamiento hecho en éste mismo espacio, pues no, licenciado, no es “inquina personal” comprendo cómo se sienta, ser pillado en falta y, la reacción insolente y arrogante de quien no sepa aceptar con humildad su error, menos reconocerlo públicamente y corregir en la gaceta universitaria, es evidente su ausencia de espíritu universitario, comprensible, por no ser universitario. Carencia, para respetar a la UNAM, aunque no sea su alma mater. Seguramente cualquier egresado de periodismo de la UNAM, asumiría otra actitud.
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