Así no .

“Los partidos prefiguran en su vida interna la sociedad que impondrán desde el Estado”. Maurice Duverger

 

Por la historia de lucha de su líder histórico, por su programa de transformación democrática del país y por la hazaña política de derrotar en las urnas a todo un sistema de partidos basado en la simulación, el autoritarismo y el acuerdo cupular, MORENA está moral, social y políticamente comprometida a demostrar que se diferencia genéticamente de la izquierda electorera y de la partidocracia a la cual venció a fuerza de votos el 1 de julio de 2018.

El proceso de selección de consejeras y consejeros distritales del pasado fin de semana era la oportunidad para ratificar que MORENA, siendo un movimiento social izquierdista, se había desprendido de los cuatro pecados capitales de toda izquierda electoral y electorera: corporativismo, clientelismo, sectarismo y tribalismo.

Sabemos que la pureza y la asepsia de un laboratorio nuclear no se dan en ningún proceso interno de selección de los partidos, que apelan a la movilización y a la voluntad popular directa de sus simpatizantes, pero también sabemos que la exclusión de un alto número de aspirantes (20 mil, de 61 mil inscritos); la votación relámpago que registraron los 542 centros de recepción de sufragios, para procesar dos millones y medio de votos (9.6 votantes por minuto); los casos de compra de votos o inducción de personas beneficiarias de programas sociales, así como la participación de funcionarias y funcionarios federales, estatales y municipales como aspirantes a consejeros (expresamente prohibido en los estatutos de MORENA) no reflejan “anomalías aisladas”, sino una posible conducta reiterada, sistemática y concertada.

Se dejó pasar la oportunidad para demostrar que MORENA es realmente el movimiento social de la esperanza y no una organización a ultranza de la partidocracia.

Es un movimiento muy joven y fresco como para evidenciar achaques de partido viejo. La ley de la máxima inclusión cedió ante la “ley de hierro de las oligarquías” (Robert Michels), y la ley de la sana distancia de los partidos democráticos en el gobierno dejó su lugar a la ley de Hatschek o ley de la desintegración de los partidos en el poder (“el triunfo político de un partido, como consecuencia de los compromisos que el poder impone, termina corroyendo su estructura”).

El pasado fin de semana hubo vino nuevo (la destacable participación de la gente), pero se guardó en odres viejos. Así no habrá transformación democrática de la vida nacional.

Esta autocrítica la formulo con el mejor ánimo de rectificar, corregir y mejorar nuestras prácticas internas. No debemos abusar del bono de credibilidad y confianza que la ciudadanía depositó en MORENA y en el presidente Andrés Manuel López Obrador, como un partido y un liderazgo distintos de lo que la partidocracia mexicana ha procreado.

Quienes realmente estamos comprometidos y comprometidas con el movimiento, y quienes lo vimos ser perseguido y señalado por políticas de Estado autoritarias caeríamos en un error imperdonable si nos mantenemos ajenos e indiferentes frente a lo sucedido. Debemos ser sanamente autocríticos y hacer lo que esté a nuestro alcance para corregir el rumbo. Aún hay tiempo.

 

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Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

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