Atrapadas en año electoral .

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/ Estela Casados /

En el estado de Veracruz se cometieron cincuenta y seis feminicidios durante 2023, de acuerdo con datos del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. En tanto, las cifras oficiales reportan un total de cuarenta y cinco casos.

Si bien no pasa desapercibida la diferencia entre las cifras dadas a conocer por la instancia académica y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, respectivamente, lo que en realidad preocupa es que a medio centenar de veracruzanas se le haya arrebatado la vida por ese ilícito, siendo que desde 2016 nuestra entidad cuenta con una Declaratoria de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres, por feminicidio.

Sin embargo, parece que es un mal año para que la ciudadanía realice cualquier tipo de observación o se pregunte al respecto: en cinco meses se disputan diversos cargos de elección popular y, como siempre, todo tema termina permeado por el proceso electoral.

Ya sea por el oficialismo de unos o la falta de oficio de otros para ser oposición, cualquier reclamo a favor de la vida y los derechos de las mujeres pasa a segundo plano cuando es calificado como narrativa de denostación u oportunismo partidista.

Más allá de la rebatinga política que causa el tema, en el estado de Veracruz se siguen asesinando mujeres y se abren carpetas de investigación sin reconocer el delito de feminicidio. Así tenemos que, de acuerdo con datos oficiales publicados por el Secretariado, en la entidad no se registró ni un solo feminicidio en junio de 2023. Habrá que esperar las cifras oficiales correspondientes a homicidios de mujeres en Veracruz para conocer a detalle cuántas fueron asesinadas.

Vale la pena también preguntarse cuántos de los cuarenta y cinco casos reportados terminarán con sentencias por feminicidio o deberán cambiarse a homicidio para poder obtener “un poco de justicia” para las mujeres asesinadas. La afirmación no es gratuita.

Es bien sabido que el poder judicial exhibe una alarmante resistencia, por no decir una misoginia a toda prueba, que obstaculiza la impartición de justicia con perspectiva de género.

Durante décadas, especialistas en el tema y activistas a favor de los derechos humanos de las mujeres tanto del ámbito estatal como nacional hemos propuesto estrategias expertas para abatir las violencias a corto, mediano y largo plazo. Algunas veces se nos ha escuchado y dejado hacer. Las más de las veces se ha impuesto el oído misógino y el quehacer machista gubernamental, ese que viste a hombres y mujeres por igual.

Así llegamos a 2024. El proceso electoral que se avecina nos tiene atrapadas, como siempre. Las muertas por feminicidio u homicidio en Veracruz servirán para el insensible lucimiento gubernamental, toda vez que las cifras se han “reducido” y los violentadores de mujeres, aparentemente, ya no habitan el palacio de gobierno.

La oposición ni se acuerda de más de la mitad del padrón electoral. Lo grave es que a la población, esa llamada sociedad civil, no parece interesarle los asesinatos de mujeres. Otros serán los temas sobre los cuales estarán pendientes.

En todo caso, la pregunta es si el movimiento feminista se dejará llevar por la inercia electorera. ¿Nos pondremos a llenar encuestas? ¿Razonaremos bien nuestro voto? ¿Iremos más allá de la coyuntura? ¿O nos dejaremos acorralar por un año electoral?

*Coordinadora del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. Universidad Veracruzana

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