Austero, sí; honesto, no

Sin Rodeos

Diego Fernández De Cevallos

Algunos me dicen que uso expresiones fuertes contra el Presidente. Es cierto, pero debe considerarse que él no respeta la ley, ni a las instituciones —empezando por la que encarna— ni a los gobernados, sean los que pensamos diferente o los acarreados que a mano alzada le confirman caprichos y atropellos. Sus amenazas, injurias y difamaciones no son de un jefe de Estado sino de un delincuente soberbio y endiosado, que nos impiden apoyar los proyectos sensatos de su gobierno.

La disolución social que padecemos y la debilidad de las instituciones nacionales exigen definición inequívoca de los gobernados, en nuestra calidad de mandantes, frente a todos los entes del poder público.

Atizar el odio y el resentimiento social contra los que abusaron del poder político y económico lo llevaron a la Presidencia, pero no es admisible que mantenga esa actitud, como Presidente, si queremos la unidad y concordia de los mexicanos.

¡Claro que tuvimos —y tenemos— funcionarios y políticos sin escrúpulos, pero ninguno se había atrevido a presentarse como Teresa de Calcuta y en olor de santidad! Recordemos que la hipocresía es peor que el cinismo —aunque a veces caminen de la mano— porque a éste se le ve, y aquella esconde su maldad.

Como aquí algunos consideran sinónimos la pobreza material y la honestidad, concluyen que el Presidente es honesto por su vivir austero. Nada hay más falso y peligroso que una confusión de tal magnitud, pues se puede vivir sin lujos y ser un criminal embustero. Robespierre (que cumpliría hoy 261 años) vivió en pobreza total, y fue un asesino que degolló a miles de franceses, y terminó degollado.

Reitero: el Presidente vive de la estafa y la mentira. Sus “consultas públicas”, para hacer o cancelar obras, son simulaciones que violan la ley y debieran darle vergüenza; sus “consultas a la madre Tierra” humillan a México frente al mundo; las “votaciones a mano alzada” son mofa cruel para los menesterosos que acarrea y considera mascotas; y ordenar a sus secretarios —a través de un memorándum— violar la Constitución lo convierte en delincuente.

Sus conferencias mañaneras son ominosas. Así lo prueban los análisis de empresas serias, cuyos resultados no han sido destruidos por el oficialismo. Por ejemplo, INTEGRALIA (que dirige Luis Carlos Ugalde) dio los resultados sobre 20 mañaneras de abril pasado:

1. El 44 por ciento de las declaraciones del Presidente FUERON FALSAS;

2. El 56 por ciento restante fueron PARCIALMENTE VERDADERAS, o SIN INFORMACIÓN SUFICIENTE PARA VERIFICARLAS;

3. NINGUNA DECLARACIÓN VERIFICADA FUE COMPLETAMENTE CIERTA. Mi conclusión: no se sabe cuántos de los que votaron por él creen que vamos “requetebién”, como dice DIOSMANUEL; de lo que no hay duda es que si vive sin lujos es austero, y por vivir de la estafa y la mentira es corrupto.

Columna Invitada
Milenio