CONTRA LAS CUERDAS.
Por Alejandro Sánchez.
La noche del 31 de mayo, un funcionario de la Cancillería mexicana se comunicó a las oficinas de la embajada de Estados Unidos en México. Esa vez la conversación no era para responder a las presiones del gobierno de Trump para que el Senado mexicano aprobara el T-MEC y enviar así un mensaje a favor de la estabilidad económica de ambos países. Lo que el funcionario tenía que decirle al diplomático en esa comunicación podría convertirse en un escándalo, atraído por revistas rosas y medios de información nacionales e internacionales serios; quizá uno de los más fuertes en la historia de las relaciones bilaterales.
Poco antes de la llamada a la Embajada, desde la fiscalía de la ciudad de México a cargo de Ernestina Godoy, se habían comunicado también al despacho del canciller Marcelo Ebrard para poner al gobierno mexicano al tanto de una investigación por violación sexual en contra del primer Secretario de la Embajada de EU, Brian Jeffrey Raymond.
El indiciado, un hombre de mirada tierna falsa y tenue sonrisa permanente, resultó ser, de acuerdo con las investigaciones, un depravado sexual: contactaba mujeres por Tinder, las seducía, las invitaba a su departamento y cuando aceptaban les daba de beber alcohol mezclado con fármacos hipnóticos. Las chicas caían inconscientes en mano del lobo feroz en que solía convertirse por las noches el diplomático de ojos pequeños.
La carpeta iniciada en la Fiscalía hace cinco meses revela que para cerciorarse del sueño profundo en el que entraban sus víctimas, les levantaba los párpados y luego comenzaba a grabar su abuso sexual. Lo que pedía la Cancillería a la embajada estadounidense era que éste autorizara retirarle la inmunidad diplomática con que contaba desde 2018, Jeffrey Raymond para echarle encima todo el peso de la ley.
Pero desde la representación de Washington alguien le salvó el pellejo al atacante sexual que despachaba en las oficinas de Paseo de la Reforma en la capital mexicana.
Lo que dice la tarjeta de investigación, a la que esta columna tuvo acceso, es que en la embajada alguien se negó a retirarle la inmunidad del diplomático para que pudiera ser capturado y procesado por ataque sexual, en contra de una de sus víctimas que se había atrevido a denunciarlo. Incluso, lo ayudaron a hacer maletas y preparar su huida del país.
Una llamada anónima había conducido a la policía a encontrar a la víctima que pedía auxilio desde el balcón de un departamento en Polanco, ciudad de México. Estaba semidesnuda y medio-hipnotizada y gritaba a toda la gente que pasaba por la calle. Así fue como quedó al descubierto el violador de Estados Unidos.
El 1 de julio, al día siguiente de la denuncia, salió en vuelo a primera hora con rumbo a Washington. El 2 de junio, agrega la investigación, los agentes de la Oficina de Investigaciones Especiales (OSI) del Departamento de Estado (DoS) se reunieron con el diplomático en Washington D.C.
Mañana, la segunda parte de la historia. ¿Cómo se ha llevado a cabo el proceso? ¿Cuántas víctimas tiene? ¿Será extraditado al país? O: ¿lo sigue protegiendo alguien del gobierno estadounidense? La justicia mexicana debe aplicarle todo el peso de ley, ninguna inmunidad diplomática debe beneficiar a un violador.
POR ALEJANDRO SÁNCHEZ
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