*Astrolabio Político .
/ Por: Luis Ramírez Baqueiro /
“Las personas y las cosas a las que eres leal dicen mucho sobre tu carácter.” – George Washington
Los resultados del proceso electoral del pasado 2 de junio en el Distrito XXIII, correspondiente a la Cuenca del Papaloapan, confirman la solidez territorial de Morena en la región.
De las once alcaldías en disputa, el partido guinda logró imponerse en ocho: Cosamaloapan, Tlacotalpan, Amatitlán, Acula, Carlos A. Carrillo, Tuxtilla, Tres Valles y Tierra Blanca. Estas victorias evidencian que, a pesar de los altibajos en otras regiones del estado, la Cuenca sigue siendo un bastión leal a la Cuarta Transformación.
Sin embargo, también vale la pena analizar las excepciones.
Morena perdió en Ixmatlahuacan a manos del PAN, y en Chacaltianguis y Tlacojalpan, donde el Partido del Trabajo se impuso. Pero el caso más significativo fue Otatitlán, municipio en el que Morena ni siquiera presentó candidato junto con el PVEM, lo que facilitó que Movimiento Ciudadano (MC) ganara la contienda. Esta ausencia programada tiene nombre y apellido: Eric Patrocinio Cisneros Burgos, el tristemente célebre “Bola 8”.
Durante años, el exsecretario de Gobierno quiso vender la idea de que tenía el control absoluto de la Cuenca del Papaloapan. Se asumió cacique moderno, autoproclamado descendiente de Yanga, y pretendía perpetuar su figura con murales y propaganda disfrazada de “afrodescendencia”. No obstante, los resultados de esta elección confirman que su influencia no solo es ficticia, sino que también ha sido rechazada incluso por los mismos morenistas.
La prueba más clara de su desprestigio está en su tierra adoptiva, Coatepec. Ahí, lejos de mostrar fuerza política, los resultados mostraron que no tiene ni estructura, ni respaldo real. El candidato que ganó por Morena no está ligado ni remotamente a su círculo, dejando en evidencia que el partido no lo necesita y que su figura divide más de lo que suma.
El discurso de poder de Eric Cisneros se desmorona cuando se revisan los votos. Sus presuntos operadores no consolidaron absolutamente nada, y el electorado no sólo le dio la espalda, sino que refrendó su apoyo a candidaturas auténticamente morenistas.
Lejos de ser un activo para la 4T, se ha convertido en un estorbo, en un personaje que representa las prácticas que el movimiento dice combatir: culto a la personalidad, imposiciones y simulación.
En la Cuenca, donde Morena arrasó en municipios estratégicos y de alto peso electoral, quedó claro que el liderazgo se gana en las urnas, no con murales. El “Bola 8” no mete goles; más bien, parece que solo sirve para hacer ruido, un ruido que por su estridencia nadie quiere ya escuchar.
Al tiempo.
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