El acosador de niños en la escuela y el de adultos en el trabajo presentan rasgos comunes. Ambos ejercen violencia de igual manera y por motivos muy similares. Son conductas deliberadas y continuadas de maltrato, y consisten en hostigar a la víctima para arrinconarla, se hace desde la intención de dañar.
La persona objeto de dichos ataques termina por sentirse arrinconada cuando otros se suman en su contra. Se aísla hasta llegar a excluirse del resto. A tal punto afecta a la víctima esta situación de desconsuelo que deriva, en casos extremos, no solo a la muerte social, sino también física.
Los individuos que sufren estas realidades llegan a pensar en ocasiones que no tienen otra escapatoria a la situación que padecen. Por este motivo optan por esta solución tan drástica, pero para ellos liberadora. En cualquier caso, lo normal es que el menor termine cambiando de centro educativo, y el adulto de empleo.
¿En qué se diferencian el bullying y el mobbing?
Si, por lo general, el bullying implica determinada violencia física, el acoso en el ámbito laboral se presenta de una manera más psicológica. En otras palabras, mientras que el acoso infantil deja rastro, el que sufren los adultos en el trabajo es mucho más difícil de identificar.
Por otra parte, existe una mayor concienciación en el caso que atañe a los niños. Gran parte de los institutos y colegios han ido desarrollando protocolos de apoyo a las víctimas, de manera que los propios niños puedan dar la voz de alarma cuando detecten tales comportamientos contra otros estudiantes.
Por el contrario, un empleado puede sentirse más solo ante el mobbing, ya que no sabe ni tiene a nadie a mano para protegerse. Por ello, el sentimiento de acorralamiento suele ser más fuerte.
En cuanto a los niños o adolescentes, el bullying les puede dejar secuelas para el resto de sus vidas. Conforme crecen podrían desarrollar conductas antisociales de autoexclusión o incluso llegar a derivar en actitudes violentas. Es por eso que se hace preeminente tratar mediante ayuda profesional a una víctima de acoso escolar, incluso después de que hayan desaparecido las amenazas.
Un adulto, en cambio, se recupera con más facilidad del trauma sufrido, sobre todo si este no se ha extendido mucho en el tiempo. Si has sido víctima, y sientes que las secuelas aún perduran, contacta con un profesional. Psicólogo(a), pscioterapeuta, -o médico en caso de que tengas síntomas físicos como ansiedad, depresión).