Sin tacto.
Sergio González Levet.
“Me dejo de llamar Andrés Manuel si no terminamos” (el
aeropuerto de Santa Lucía) “el 21 de marzo de 2022”.
El 22 de marzo de 2022 la nación sufrirá una singularidad, porque el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, entonces llamado Andrés Manuel López Obrador, interpondrá un juicio ante un juez especializado para cambiarse el nombre, con el fin de cumplir una promesa que hizo el 6 de enero de este 2020 ante los mexicanos.
Hasta 2011, esto no se podía hacer legalmente en el país porque sólo se contemplaba esa posibilidad en el caso de que alguien hubiera usado durante toda su vida otro nombre, pero en ese año la Suprema Corte de Justicia falló en favor de la libertad que tiene todo ciudadano mexicano de llamarse como quiera.
También existe la posibilidad legal por un cambio de género en la persona, pero esa posibilidad pues no aplica en este caso.
Eso sí, el Presidente López Obrador podrá aducir en su juicio que es para cumplir una promesa a los mexicanos, y tal vez entonces un juez pudiera comprenderlo y acceder a su pedido.
Bueno, ya conseguida la famosa modificación, el ciudadano Presidente todavía tendrá que hacer muchos movimientos legales. Por ejemplo, el acta que lo designa como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos está a su nombre de pila actual y me imagino que habrá que expedir tal vez un decreto para constatar que el señor ya no se llama así.
Habrá que ver además toda la papelería que tendrán que modificar, lo que no estará muy acorde con la política de austeridad que seguirá, ay, seguramente hasta esos años.
Y por otra parte, viene también el dilema de cuál será el nuevo nombre que se pondrá el titular del Ejecutivo.
Primero, están proscritos nombres gringos tan en boga hoy como Brian (Brayan), Charly, Kevin, William, etc. La verdad que sería ridículo algo así junto a los apellidos López y Obrador, tan castellanos ellos.
Un experto en apelativos propone Emmanuel, que se parece al anterior y quiere decir “El señor está con nosotros”, vean nomás qué conveniente.
Pero hay algunos distinguidos chairos que de plano quieren que se llame de una buena vez Jesús, como el hijo del hombre, el dios redivivo, el mesías judío al que emula el mesías mexicano.
Por su parte, algunos cercanísimos al patriarca proponen un nombre con un antecedente más mexicano, como el del Niño Fidencio, ese santón que en las décadas del 20 y el 30 del siglo pasado realizaba curaciones milagrosas en el poblado de Espinazo del Estado de Nuevo León.
Fue tanta su fama, que hasta él llegó alguna vez Plutarco Elías Calles cuando era el hombre fuerte de México, y fue tratado y se dice que curado de una lepra nodular.
No estaría mal lo del Niño Fidencio, porque en una de ésas, ya con su nuevo nombre de santo, nuestro Presidente se pone a curar enfermos.
¡Solamente eso le falta!
sglevet@gmail.com