Cambio de régimen.

* “No es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen y por eso es la Cuarta Transformación. Ellos pensaban que iba a ser más de lo mismo”. López Obrador.

/Adriana Sarur /

Estamos a casi seis años de que López Obrador dictara aquel discurso en el Zócalo capitalino, después de haber obtenido un triunfo arrollador, donde dijo entre arengas y vítores de sus seguidores: “Esto no es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen político”. En aquel 1 de septiembre de 2018 creímos que sus palabras eran otra frase grandilocuente más —un significante vacío—, como lo definiría Ernesto Laclau, una frase enarbolada por políticos de cualquier parte del espectro ideológico. Hoy, a la luz de lo ocurrido en el sexenio, podemos constatar que la Cuarta Transformación sí está efectuando un cambio de régimen.

Ahora bien, debemos entender lo que significa un régimen político; según el politólogo francés Maurice Duverger el régimen político (a diferencia del sistema político) es un conjunto completo de instituciones coordinadas y articuladas que hacen referencia al mismo tiempo al fundamento del poder, a la elección de los gobernantes, a su estructura y funcionamiento, por lo que la base de todo régimen político se encuentra en el fenómeno de la autoridad, del poder, de la distinción entre gobernados y gobernantes, en la cual resulta en una tipología básica que expresa dos situaciones extremas, la democracia clásica y la dictadura.

Entonces, siguiendo a Duverger y a lo dicho por López Obrador, nuestro cuestionamiento central sería si este cambio de régimen nos acerca a convertirnos en un México con instituciones fuertes, con derechos humanos que se respeten, más igualitario, con un mejor sistema de salud y educativo, con justicia social y se viva un pleno Estado de derecho o, por el contrario, nos aleja de todo esto para hundirnos en un país de concentraciones de poder, sin libertad de expresión, con una economía devastada, con los bienes públicos cada día más famélicos, sin cumplimiento de las leyes y expensas de solo unos cuantos que se privilegian de dicha concentración de poder.

Es decir, ¿nos estamos acercando a una democracia clásica o a una dictadura? Sin embargo, la respuesta a esta incógnita no es sencilla, pues los rasgos que marca el politólogo francés en su tipología jurídica de régimen político para enmarcar a uno u otro es la separación de poderes, la colaboración de poderes o la confusión de poderes, donde en las dos primeras el camino va hacia la democracia, y en la tercera (con sus vertientes de confusión absoluta y relativa de poderes), se encamina más hacia la dictadura (o monarquía), ya que al concentrar —de iure o de facto— los poderes en una sola persona o partido, puesto que en realidad existe un solo órgano gubernamental que está dotado de autoridad efectiva y todos los demás no actúan sino en su nombre y de acuerdo a sus directivas.

Así, este cambio de régimen es más bien una vuelta al pasado, donde no existían los órganos autónomos, la transparencia y el respeto por aquellos que opinan distinto. La serie de reformas que están por concretarse darían la “vuelta en u” en el camino democrático en nuestro país, una herencia que López Obrador le dejará a Claudia Sheinbaum y que sufriremos todas y todos los mexicanos.

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