“DEBO, NO NIEGO; PAGO, LO JUSTO”
/ Teresa Carbajal /
Los “traspasos” de créditos del Infonavit, no son legales; y no están permitidos, no lo estuvieron nunca, y tampoco lo estarán en lo futuro, sin la anuencia del Instituto con una ley de por medio.
Pastor adquirió un crédito con el Infonavit, por ser su derecho como trabajador; al paso del tiempo y por las circunstancias propias de la vida, decidió “vender la casa”, en aquel entonces, recibió la orientación de alguien, que le dijo que podía hacerlo.
Un amigo suyo, Miguel (nombre usado para proteger su verdadera identidad) aceptó el trato de “comprar” la casa de Pastor.
Nadie le dijo a ninguno de ellos, que las casas de Infonavit, cuando no se han terminado de pagar, no se pueden vender, ni comprar; precisamente porque son sujetas de un crédito con el Instituto que se tiene que terminar de pagar, y que mientras ese pago no concluya, sobre ellas pesará una hipoteca y por tanto un solo dueño.
Hay que terminar de pagar el crédito, para que el dueño, pueda ‘liberar su escritura’ y entonces sí, darle el fin que desee al inmueble.
Pastor y Miguel, pactaron ir ante un Notario a hacer el contrato del traspaso, como para darle seriedad, y según ellos, certeza para ambos, en lo futuro.
El notario aquél, como sucede con muchos fedatarios omitió la explicación a los contratantes respecto a la invalidez, y altos riesgos del acuerdo que tomaron, así como a los problemas que se enfrentaría Miguel, en caso del fallecimiento de Pastor.
Y advertir a Pastor, que él siempre sería el dueño de la casa, pues no estaba “traspasando” nada. Así como su obligación para responder de la deuda.
Hay casos en donde aparte de un contrato privado de traspaso, las partes acostumbran darse “Poder” lo cual, tampoco garantiza la seguridad del trato, ni el derecho del comprador para resguardar su inversión. La vivienda será siempre del acreditado, y en caso -desafortunado- de muerte, serán sus hijos o sus herederos, los únicos con derechos sobre la propiedad.
Sin embargo, en el caso de Pastor y Miguel, ni siquiera hubo ese famoso “Poder”, pues solo hicieron el contrato.
A consecuencia de una publicación de un Edicto de remate de la casa, por parte del acreditante (Infonavit), Misael se alertó, sobre la posibilidad de perder su “casita”, y por ese motivo es que se acerca al Barzón.
Me narra que, según su creencia, nadie invertiría en una casa en aquel lugar, pues es prácticamente un desierto de pavimento, y lo que mas hay por allá, son casas abandonadas o en venta.
Lee el periódico con la publicación de la venta, y no da crédito a lo que sus ojos ven, no lo alcanza a comprender. Sobre todo que pidan tan poquito, lamentablemente, -reconoce- el no tiene esa suma de momento para poder pagar.
Le da vueltas al asunto, y se anima a sacar de entre unos folders antiguos, pero bien resguardados, el famoso contrato de traspaso.
¿Entonces esto no me sirve?, me dice, en un tono, en el que más que pregunta, se advierte una queja de su parte.
En efecto, no es pregunta, es lamento; pues me explica que hace unos años, guiado por la angustia de la deuda, fue al Infonavit, y ni siquiera le permitieron el acceso, porque al que quieren es a Pastor.
“Sin él, no haré nada” -me dice-, pero tampoco sé si viva. Escudriña en sus recuerdos, cuando fue la última vez que lo vio, y el rumbo en donde coincidieron.
Dice, que ‘se echará’ a buscar a Pastor. Al principio de la plática con Miguel me preocupó, tener las palabras adecuadas para explicarle su situación. Pero con tantos años transcurridos, después de pensar por meses en su situación, dice que lo que escuchó no fue, sino la confirmación de todos sus temores.
Así, -me cuenta-, una carta del Barzón, advirtiéndole con el Edicto de la salida a la venta de esa casa que el habita, y siente como suya, pero que está a nombre de Pastor; le ha hecho ponerse de pie a la realidad, para buscar una solución al problema.
“Ya se vienen los calores, y ya tengo el dinero del tinaco para almacenar el agua, estaba por comprarlo”; pero ya con esto, pues mejor, no lo gasto, busco a Pastor y vuelvo.
Así con un apretón de manos nos despedimos Miguel y yo, pero espero con ansia saber, si la carta llegará a manos de Pastor.
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