Onu. 13 septiembre 2020.- Las personas jóvenes unen fuerzas a todos los niveles para combatir la pandemia del COVID-19, ya sea mediante la organización de campañas de concienciación, el apoyo voluntario a personas mayores, el trabajo en primera línea, etc.
Sin embargo, especialmente las mujeres jóvenes y las personas indígenas, migrantes y refugiadas sufren unos efectos sanitarios y socioeconómicos agravados y un mayor riesgo de convertirse en víctimas de la violencia de género debido a las restricciones de movimiento, la discriminación y demás causas.
El cierre de los colegios y los sistemas sanitarios desbordados tendrán también efectos graves sobre las mujeres jóvenes y las niñas.
A finales de marzo de 2020, la UNESCO calculó que el 89% de la población estudiantil del mundo dejó de asistir a los colegios o las universidades debido a los cierres provocados por el COVID-19, lo que ha obligado cursar los estudios en línea y ha dejado a una gran parte de la población en una enorme desventaja por vivir en entornos sin internet o con pocos recursos tecnológicos.
Existen más probabilidades de que se saque primero del colegio a las mujeres jóvenes y niñas que viven en situación de pobreza, con discapacidad o en lugares rurales aislados para compensar la creciente cantidad de trabajo doméstico y de cuidados en el hogar.
Asimismo, son más susceptibles al matrimonio infantil y demás formas de violencia debido a que las familias buscan maneras de mitigar las cargas económicas.
Por otro lado, el desempleo también afectará más gravemente a las personas jóvenes: tras la recesión económica de 2008, las tasas de desempleo juvenil fueron significativamente más altas en muchos lugares en comparación con los promedios generales, y es probable que la reciente expansión de la economía bajo demanda aumente esta desigualdad.
Antes de que comenzara la pandemia, ya existía una tendencia al alza del número de personas jóvenes sin empleo, educación o formación (NEET, por sus siglas en inglés).
De los 267 millones de jóvenes clasificados mundialmente como NEET (personas que no trabajan, estudian ni reciben capacitación), dos tercios (o 181 millones) son mujeres jóvenes.