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/ Amador Narcia /
Para Javier Tejado, mi afecto y mis condolencias por el fallecimiento de su padre.
La regla es elemental: para acusar hay que probar, pero en el caso de la nueva clase política mexicana, se esfuerza con tal afán en aparentar lo que niega ser, que es imposible no señalarlo.
De su tipo ha habido siempre. No es de ahora. Quizás antes lo asumíamos por costumbre y hasta con resignación. No había rendición de cuentas, eso vino después.
Así supimos de los grandes negocios que se hicieron al amparo de los gobiernos de Ávila Camacho y Alemán.
Por ahí anduvieron también en tiempos de Ruiz Cortínes, aunque se dice que él fue prudente, de López Mateos, Díaz Ordaz y Echeverría.
La “renovación moral de la sociedad” surgió, como la sociedad civil, en el gobierno de Miguel de la Madrid.
Fue tan escandalosa la corrupción durante el gobierno de López Portillo, que no quedó más remedio que usar su combate como lema de campaña para sucederlo.
Con un cinismo que hoy resultaría intolerable, supimos de los excesos inconmensurables del entonces jefe de la policía capitalina, Arturo, “El Negro”, Durazo, amigo de JLP desde la infancia.
Aunque de ese sexenio también hicieron pagano a quien fuera director de Pemex, Jorge Díaz Serrano.
Ejemplos en los siguientes gobiernos, sobraron.
Hasta llegar al de Enrique Peña Nieto, donde despreciando la nueva oportunidad de gobernar que el pueblo de México le dio al PRI, se despacharon con la cuchara grande e hicieron ver mesurado a Raúl Salinas de Gortari, pues a él lo llamaban “Mr. 10 per-cent”.
Fue tal el agandalle con Enrique Peña, que finalmente logró la presidencia de México Andrés Manuel López Obrador, con la bandera anticorrupción.
López Obrador logró capitalizar el hartazgo de la gente por los excesos del Peñismo.
Durante seis años nos recetó lecciones de moralidad y nos dijo que él y su movimiento serían distintos.
Pronto nos dimos cuenta de la incongruencia entre lo que predicaba y lo que hacía y toleraba.
Miles de veces nos dijo que él y los suyos no eran igual que los de antes. Tuvo toda la razón. Resultaron peores.
Este verano, que aún no termina, nos ha dado una amarga probadita del lado obscuro del Obradorato.
Con logros indiscutibles, como la disminución de la pobreza, hemos sabido de la borrachera de bienestar, personal, que ahora disfrutan incontables morenistas.
Sin el menor recato, se han convertido en la nueva cleptocracia.
Una cínica cleptocracia que quiere creer que los ciudadanos son estúpidos, que no les importa o que dejarán pasarlo porque antes nadie les regaló dinero de mes en mes.
Como nuevos ricos, que sí lo son, estos cleptócratas son descuidados y desvergonzados. Les vale exhibir sus nuevos haberes.
Como los de antes, se van sobre la tierra, sobre las propiedades. Y luego, sobre los trapos, sobre las alhajas, que tanto decía despreciar el Mesías, y sobre un estilo de vida que antes soñaron, pero no disfrutaban porque no tenían el poder.
Dijeron que serían diferentes y no lo han sido.
Es injusto generalizar, pero no vemos condenas morenistas por los excesos de sus iguales.
Podemos imaginar la frustración de la presidentA, a quien considero honesta, que todos los días tiene que dar la cara por algunos cinicazos que piensan que están por encima de la ley.
Así como la gente se hartó de la corrupción priísta y panista, ahora se puede hartar de la de Morena.
La 4T logró empoderar al pueblo, pero se equivoca si cree que puede comprar su dignidad con las dádivas del bienestar.
Monitor republicano
Según la RAE, la Cleptocracia es el sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. ¿Sí o no?