Comandanta Ramona, símbolo de la resistencia zapatista y de las mujeres indígenas .

*Escrito por Paola Piña .

07.01.2025 /Cimac Noticias.com/ Ciudad de México.- La Comandanta Ramona, mujer indígena tzotzil, fue una de las representantes del movimiento zapatista que, además de defender los derechos de los pueblos originarios, también buscó impulsar los derechos de las mujeres indígenas desafiando las estructuras patriarcales tradicionales. A 19 años de su muerte, la nombramos y recordamos con un recuento de su lucha.

En un México donde ser persona indígena era sinónimo de exclusión, explotación, marginación y pobreza extrema; el 1 de enero de 1994, un grupo autodenominado como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) realizó un levantamiento en el estado de Chiapas que duró 12 días. El mismo día que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLCAN), los pueblos originarios exigieron la reivindicación de sus derechos humanos como la propiedad sobre las tierras arrebatadas, un mejor reparto de la riqueza y la participación de las diferentes etnias tanto en la organización del estado de Chiapas como en el resto del país.

Ante las demandas del EZNL, el gobierno federal ordenó el envío de tropas a Chiapas para mitigar la rebelión. La sociedad civil se movilizó para detener el enfrentamiento y a los 12 días de conflicto armado el gobierno federal declaró de manera unilateral el alto al fuego.  Posteriormente, el 16 de febrero iniciaron las primeras conversaciones entre el EZLN y el gobierno federal, que terminaron con la firma en 1996 de los acuerdos de San Andrés sobre el “Derecho y Cultura Indígena”. Asimismo, los diálogos dieron pie a la fundación del Congreso Nacional Indígena (CNI) en octubre de 1996.

Comandanta Ramona, un ícono de resistencia

Originaria de la comunidad tzotzil de San Andrés Sacamach’ en de los Pobres, Chiapas, la Comandanta Ramona nació en 1959 en un contexto de marginación, por lo que fue analfabeta hasta su llegada al EZLN donde comenzó a leer y hablar español. Al igual que muchas mujeres de su comunidad, trabajaba como bordadora incluso mientras luchaba por los derechos de su pueblo.

Al ver que las mujeres indígenas eran despojadas en todos los espacios públicos y privados, la Comandanta Ramona entendió que ellas debían luchar en cambiar su realidad dentro de las comunidades. Por ello, una de sus primeras acciones fue integrarse al grupo de nueve zapatistas que estaban en la montaña. Al interior de las comunidades realizó pláticas sobre sus experiencias de transformación logrando que más mujeres se unieran a la lucha.

Durante más de dos décadas fue integrante del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), el cual fue la máxima instancia del movimiento zapatista. Su papel fue crucial para la toma de San Cristóbal de las Casas ese primero de enero de 1994, así como en otros momentos históricos. En febrero de ese mismo año, participó en Las Jornadas por La Paz y la Reconciliación después de varios asaltos a ciudades chiapanecas en el que se retomaría una conversación para llegar a los acuerdos de paz

En 1996, dejó la zona zapatista para participar en la construcción del Congreso Nacional Indígena (CNI). En el Zócalo capitalino, frente a 100 mil personas, alzó la voz para dar visibilidad a la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

«Yo soy la comandanta Ramona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Soy el primero de muchos pasos de los zapatistas al Distrito Federal y a todos los lugares de México» -Comandanta Ramona.

Posteriormente, en marzo del 2001, se integró a la Marcha por el Color de la Tierra, una histórica movilización en la que, durante 37 días, mujeres y hombres indígenas caminaron desde las montañas de Chiapas hasta el Zócalo de la Ciudad de México y, finalmente, al Congreso de la Unión. El objetivo de esta marcha fue defender los Acuerdos de San Andrés, los cuales abordan la defensa de los derechos y la cultura indígena.

La presencia de Ramona en las comunidades, a través de su experiencia de transformación hizo que creciera el número de mujeres en las filas de la insurgencia zapatista. Logró convencer a jóvenes y a otras mujeres adultas de las comunidades para que se convirtieran en la base de apoyo del movimiento.

La Ley Revolucionaria de Mujeres

La Comandanta Ramona y otras insurgentas impulsaron la creación de la Ley Revolucionaria de las Mujeres, la cual se da a conocer el 1 de enero de 1994. Este documento destacó los derechos de las mujeres dentro del movimiento zapatista y estableció un precedente para la lucha por la igualdad de género y la justicia.

La Ley Revolucionaria de Mujeres consta de 10 artículos que buscan generar soluciones a los obstáculos que enfrentan las mujeres indígenas. Se establece que las ellas tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria; ocupar cargos de liderazgo y tomar decisiones dentro de la comunidad; garantiza su acceso al trabajo, a la salud y decidir libremente sobre su cuerpo; además de que prohíbe matrimonios forzados y rechaza cualquier tipo de violencia.

Para la elaboración de este decreto en 1993, se llevó a cabo un trabajo directo en las comunidades indígenas, donde se promovió el diálogo con las mujeres para comprender de primera mano las problemáticas que enfrentaban. Este proceso permitió identificar sus necesidades y demandas, dando como resultado un marco que respondiera a sus realidades y aspiraciones.

El legado de una lucha histórica

Una de las primeras consecuencias de la participación de las mujeres en la organización fue la Consulta por el Reconocimiento de los Derechos y la Cultura Indígena. En marzo de 1999, salieron 2500 mujeres y 2500 hombres de las bases de apoyo zapatista para recorrer los municipios del país, con la finalidad de difundir los Acuerdos de San Andrés. Esto marcó un precedente histórico, pues para algunas mujeres indígenas fue la primera vez que salían más allá de sus comunidades y se les permitía interactuar en contextos nuevos, por lo que a su regresó, hubo un cambio significativo en ellas, pues comenzaron a darle fuerza a su voz dentro de su entorno

La labor de la Comandanta Ramona y otras insurgentas logró visibilizar las contradicciones que vivían las mujeres al interior de las comunidades, empezando por denunciar la violencia ejercida por los hombres. La herencia de las insurgentas, fue más allá de centrar el conflicto entre la etnia o el género, pues entendieron que no podía lograrse una revolución indígena si no existía una revolución de las mujeres.

Han pasado 31 años del inicio de la lucha del EZNL, en la que mujeres como la comandante Ramona, alzaron la voz y combatieron con el propósito de mejorar su entorno social y promover la creación de decretos que garantizan la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, aún persiste una deuda histórica con las mujeres indígenas, quienes continúan enfrentando el olvido, la marginación y la falta de reconocimiento de sus derechos.

CIMAC Foto
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