- Marta Lamas y Hortensia Moreno han sido las únicas directoras de la revista, la cual se ha convertido en referente de la lucha de las mujeres en el país.
El México del siglo XX estuvo marcado por la aparición del feminismo, movimiento que, con el pasar de los años, se ha diversificado en pos de cambios estructurales que permitan el desarrollo integral de las mujeres como personas, además de cualquier otro ser humano.
“Y cuando comenzó a intervenir en las leyes, en las mentalidades y en la organización de los imaginarios sociales, se dieron cambios encaminados a superar las limitaciones que reducen a las mujeres a una vida de dependencia, falta de autonomía e incapacidad para tomar decisiones propias”, expresó Hortensia Moreno, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
Para esto ha sido esencial el pensamiento y la discusión sobre diversos asuntos, y estos intercambios han encontrado visibilidad en publicaciones como la revista Debate Feminista, fundada en 1990 por Marta Lamas, investigadora del CIEG, y dirigida por Hortensia Moreno desde 2016.
“Como movimiento político, el feminismo requiere conocimiento y trabajo académico e intelectual; tal es nuestro mensaje. Para hacer esta revista recuperamos el debate sobre los temas de la agenda feminista, con investigaciones y rigor”, señaló Marta Lamas.
Ciudadanas mexicanas
A finales del siglo XIX y principios del XX surgió un movimiento mundial fundamental para las mujeres: el sufragismo, “que convocó a millones y que en nuestro país tuvo como uno de sus primeros frutos la conquista del voto, un mecanismo político para acceder a derechos vetados para ellas por el prejuicio de que su única misión era ser madres, esposas y las administradoras del hogar”, comentó Hortensia Moreno.
Fue en 1953 cuando el Estado mexicano las reconoció como ciudadanas y en 1955 pudieron votar en elecciones a nivel federal, así como ser candidatas a puestos de elección popular. Este logro significó cambiar sus condiciones de vida en diferentes ámbitos.
El derecho a estudiar, trabajar y a ganar dinero desempeñándose en las profesiones que deseaban les implicó ocupar espacios de los que habían sido excluidas por la concepción de que debían ser económicamente dependientes de un varón.
Hortensia Moreno recordó: “Cuando comencé a ser alumna en la UNAM aún existía esa idea de ‘voy a estudiar mientras me caso’, porque el destino de las mujeres era contraer matrimonio, criar hijos, atender a su marido y tener una aspiradora y una cocina bonitas, como las que aparecían en la publicidad de los años 60 y 70 del siglo pasado”.
Lo anterior generaba una brecha de participación femenina en el espacio público, en el gobierno, en la toma de decisiones y en el diseño e implementación de leyes. Asimismo, en ámbitos como el laboral, las mujeres tenían acceso a menos empleos que los hombres, sus salarios eran desiguales y se creía que dedicarse al hogar no contaba como trabajo. Por todo ello, la educación se volvió clave para ellas.

¡Mi cuerpo es mío!
En las décadas de los 60 y 70 del siglo XX, el feminismo continuó la discusión sobre la condición de las mujeres que, a pesar de ser reconocidas como ciudadanas, no veían cambios en su cotidianidad. Las luchas por decidir de forma libre y autónoma sobre sus cuerpos, sexualidad y maternidad fueron relevantes.
Para ello se acompañaron de la ciencia, que generaba saberes a fin de separar sexualidad de reproducción, y que creó métodos para evitar la gestación, como la píldora anticonceptiva. “La idea de que puede haber embarazos no deseados fue fundamental y repercutió en diversas dimensiones tanto de la vida social como de la humana. Lo referente al cuerpo femenino se ha mitificado en todos los campos del conocimiento y, ciertamente, en las mitologías y religiones”, apuntó Hortensia Moreno.
En 1975, se realizó en Ciudad de México la Primera Conferencia sobre la Mujer, que “hizo que muchísimas feministas de diversas partes del mundo vinieran y que en el país estuviéramos un poco divididas entre las que participaban o no en la delegación mexicana y las que criticaban que el jefe de esta última fuera un hombre, el procurador de justicia, y no una mujer, como en las demás”, planteó Marta Lamas.
Al respecto, la investigadora dijo que el movimiento surgido en los 70 es “muy de universitarias de clase media, progresistas de izquierda, que empiezan a empujar para cambiar las narrativas y visibilizar ciertas demandas”.
Con el paso de los años, la actividad del feminismo fue desarrollándose y dando pie a asociaciones, con mujeres sindicalistas, en los partidos y las colonias. De esta forma, el movimiento se diversificó.
En 2007, una conquista más se dio cuando en Ciudad de México se legalizó la interrupción voluntaria del embarazo, lo cual permitió que el acceso al aborto sea hoy una realidad en casi todo el país.
“A partir de 2016 se observa un giro, pues el feminismo ya se había filtrado a muchas capas de la sociedad y las jóvenes salieron masivamente a la calle. Hay marchas convocadas bajo el eslogan ‘ni una más’ organizadas para exigir, sobre todo, un alto a la violencia contra las mujeres. Fue un movimiento espontáneo que las hizo salir a la calle a reivindicar derechos”, expone Marta Lamas.
A ese panorama se suma el auge en el orbe de las nuevas tecnologías y los medios digitales, que comenzaron a utilizarse como herramientas de protesta. Ejemplo de ello fueron las manifestaciones virtuales de 2017 identificadas con el hashtag #MeToo, para denunciar públicamente la violencia sexual. A ese movimiento mundial, las mexicanas se sumaron en 2019.
En las últimas décadas ha habido cambios en materia legal para prevenir y atender las violencias psicológica, física, patrimonial, económica, sexual, feminicida y vicaria, ocurridas en espacios como el familiar, de pareja, escolar, laboral, comunitario, político, institucional, digital y mediático.
“Hay un avance político indudable en términos de las miradas con las que se tratan hoy los temas de las mujeres, los hombres y la diversidad sexual e identitaria. Ha habido una conciencia, sobre todo en quienes hacen las leyes, las aplican y juzgan, respecto a hacerlo con una perspectiva de género que realmente dé cuenta del peso cultural que tiene el mandato de la masculinidad y la feminidad”, añadió Marta Lamas.
La académica subraya que hoy no se puede hablar de feminismo en singular, pues existe un panorama de mucha complejidad y riqueza por la diversidad de feminismos. “Algunos están contrapuestos en ciertos temas complicados, pero en todos hay la voluntad de avanzar hacia una agenda verdaderamente demócrata y radical”.
Abierta al mundo
Formar parte de fem. en 1976, la primera revista de la segunda ola del feminismo en México, permitió a Marta Lamas percatarse de la eficacia política de una publicación periódica, razón por la que, luego de haber propuesto un suplemento feminista al periódico La Jornada y haber salido de él por situaciones ajenas a la investigadora, fundó Debate Feminista.
“La idea era hacer una revista abierta al mundo, a la intelectualidad y a las traducciones, donde escribieran mujeres, hombres y otras identidades sexogenéricas. El primer número se llamó ‘Amor y democracia’. Salía dos veces al año en forma de libro; le decíamos ‘el ladrillo’ porque era muy gruesa (algunos números tuvieron 500 páginas)”, detalló Marta Lamas.
Hortensia Moreno, quien estuvo a su lado en la creación del proyecto, recordó que el editorial del primer volumen planteaba “tender un puente entre el pensamiento y el movimiento feministas, fenómenos diferentes que tienden a estar separados, pero que requieren el uno del otro”.
El primero se refiere a lo desarrollado en el espacio de la producción teórica y científica, donde se discuten ideas de forma más rigurosa para llegar a verdades consensuadas, intersubjetivas y acuerdos sociales que permiten entender cuál es la lógica del movimiento, explicó la académica. El segundo tiene que ver con la manifestación de las mujeres para demandar el cumplimiento de sus derechos, modificar leyes, combatir la violencia y tener presencia en la vida pública, entre otros aspectos.
La publicación era muy valorada en los movimientos en América Latina por su precisión para buscar materiales que sirvieran políticamente y traducirlos del inglés, francés, alemán e italiano, agregó Marta Lamas, quien al hacer un balance sobre el resultado en México señaló: “Tuvo más impacto en el mundo intelectual y académico que en el movimiento feminista. Resultaba difícil de leer para muchas compañeras, aunque hicimos un esfuerzo para hacer materiales relacionados con sus luchas”.
Durante sus primeros 25 años, Debate Feminista fue dirigida por Marta Lamas y constó de 50 volúmenes que incluían una gran variedad de materiales como poemas, partituras, literatura, ensayos y textos muy académicos. Con el tiempo, la revista se fue especializando, y cuando Marta Lamas dejó de estar al frente, Hortensia Moreno tomó las riendas.
Desde 2016, la revista (editada por el Departamento de Publicaciones del CIEG, bajo cuidado de Paola Ortega, técnica académica de esa entidad) es patrimonio de la UNAM. “Estar presentes en el mundo social y tener voz en la política, el arte y la ciencia, es resultado de un movimiento y pensamiento feministas, de un desarrollo científico y de un conocimiento que ahonda en el campo de los estudios de género”, precisó Moreno.
Para concluir, ambas especialistas hacen énfasis en que el feminismo, más que algo exclusivo de las mujeres, es un asunto humano que busca “cambiar la sociedad en función de entender qué son las mujeres, los hombres y las personas con identidades distintas, y lograr relaciones más libres y una repartición del poder más equitativa”.