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/ Eduardo Sadot /
Ante la demolición del Estado de Derecho, de la destrucción del equilibrio de poderes, la devastación del poder judicial, la destrucción de los organismos autónomos constitucionales, la reforma energética, durante los pasados siete años, no hay una estrategia eficiente y viable frente al abuso y devastación de las instituciones de México.
Los ciudadanos han visto con rabia e impotencia la demolición de instituciones, el robo de recursos – los fideicomisos – burlándose del derecho mercantil, el despilfarro escandaloso de recursos económicos por obedecer al capricho de un solo hombre, hemos visto el servilismo rastrero de las nuevas camadas de “políticos” cuyo único mérito es aplaudir como focas las ocurrencias de un poderoso presidente, al que se le arrastraran con miedo.
A cuántos de los más encumbrados políticos vimos ser humillados, despreciados por el dictador y luego tomarse la foto desayunando con el tirano, aparentando que se habían hecho las pases, cuando en realidad su servilismo les hizo humillarse y con desenfado ofrecer el trasero a cambio de impunidad o migajas.
Ya es el momento de que la ciudadanía le exija a la clase política – no hablo de los beneficiados por tómbolas o fidelidad servil que esos no son políticos – nos referimos a los verdaderos políticos que han permanecido cautos y reservados, ante la demolición de la patria y sus instituciones.
A estas alturas, hemos visto hasta ausentarse de las principales discusiones legislativas a personajes como Luis Donaldo, junto con otros políticos desanimados por el mayoriteo descarado del partido en el gobierno.
No nos explicamos si por perversidad, conveniencia o incapacidad, los legisladores de oposición – con excepción de Alejandro Moreno el líder del PRI hoy amenazado con el desafuero – no han conformado un bloque de contención, están pasmados frente al avasallamiento de una 4T que con mentiras, propaganda, amenazas, perversión, calumnias y corrupción llevan siente años avanzando en un proyecto que incluye la destrucción de todo para construir un México dependiente sumiso y dócil a la autoridad.
No aciertan ni siquiera a superar diferencias infantiles para construir y articular respuestas viables para la sociedad. El pretexto de que no hay un liderazgo, otro mesías que sustituya al de Macuzpana, como si con ello se puede redireccionar la ruta del país, nada absolutamente nada han consolidado en siete años.
Lo que queda es el valor para no asistir a las sesiones, que sabemos que con ellos y sin ellos harán su voluntad. Qué habría sucedido si todos los partidos de oposición se negaran a validar con su presencia la destrucción de la patria. Al interior les atacarían – azuzados por MORENA – que no hacen su trabajo, pero a nivel internacional, cómo justificaría el gobierno ante la comunidad internacional, los abusos de MORENA con una mayoría viciada y producto de la corrupción de personajes señalados como narcopolíticos.
El clamor popular es, ¡hagan algo! o ¡hagamos algo!, pero qué, lo que sea, pero lo que no podemos permitir es conformarse con lo que hay. Al menos tomar conciencia de que todos somos corresponsables de lo que sucede en México, por eso señalar, discutir, evidenciar, es el principio de la reconstrucción nacional y sí hay mucho que hacer por aportar y reconstruir.
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