CON EL MONSTRUO DETRÁS DE UNA CORTINA

*Agente de ICE con bandera mexicana de tapabocas .

/ Por Rosalinda Martínez /Corresponsal de guerra híbrida /

Hemingway se quitó la vida con un rifle para matar elefantes; le resultó infalible.

Cuando tomar la palabra, o escribir una pregunta durante una reunión de zoom, es opcional, prefiero lo primero. Sin embargo, no siempre se puede hablar; el ruido de las máquinas de trabajo, el atraso de la jornada debido al proceso de correr la voz ante secuestros (que llaman arrestos), la mirada pegada al teléfono y su teclado, la vida vendida y partida en dos, atendiendo al empleador y al activismo, nos impide hasta la respiración normal.

Cargar un elefante con la nuca.

Desde el seis de junio, a plena luz del día, la ciudad de LOS ÁNGELES vive toda suerte de redadas violentas hacia los migrantes, ya reconocidas como secuestros, por el Mayor de Huntington Park. Pese a la cacería de trabajadores de servicios, jardineros apostados en sus camionetas abigarradas de termos, arbolitos, plantas, y máquinas cortadoras de pasto, y todo, todo el polvo del trabajo que dejan los meses, la hierba y un gran esfuerzo, van sobre la carretera. Lo que parece un acto de provocación, esas camionetas escobilludas, repletas de palas, picos y rastrillos es un acto de valor: “aquí lo que eliges, ni modo, es la familia!, necesitas hacer pagos”. Tampoco es fácil para ellas: observar a las empleadas domésticas viajando en bus, es una apuesta en medio del riesgo, un malabarismo. Los buses circulan vacíos, hasta cuando marchas camino al barrio opulento de Santa Mónica, hasta en ellos se trepan los montoneros, sin licencia, los: “Bounty Hounter”, cazadores de recompensas, para detener a un esposo del que no se volvió a saber. A jalones y empujones detuvieron a otro por chaparrito y moreno, por cruzar la calle, ocurrió entre gritos de transeúntes, entre sirenas de patrulla y perrera, como le dicen a las “Van” o “suburban”, a las que abigarran de paisanos. En Pico Rivera golpearon a un joven nacido en California, lo arrebataron de su trabajo, mientras acomodaba los carritos del market, lo empujaron, le rasparon la cara aventando sus credenciales. Derribaron y maniataron sobre el piso, a otro vendedor de fruta, mientras cortaban cartucho frente a la cara de quien se opusiera. El puesto quedó a la deriva. Se llevaron a la vendedora de tacos a la salida del metro entre la Wilshire y Western, en el Barrio Chino. En Pacoima, barrio de la ciudad de Los Ángeles, ubicado al norte del valle de San Fernando, una señora se desmayó mientras la arrestaban, la dejaron caer al piso, -es diabética, dijeron sus conocidos-, quedaron regados los alimentos que vendía a los trabajadores. Dos señores esperando el autobús, en Paramount, ciudad del condado de Los Ángeles, mejor se dejaron guiar, ya no llegarían al trabajo. Dicen que fue en Pasadena, ciudad fundada en 1874 en el condado de Los Ángeles, donde un hombre a empellones metió a esta mujer al interior del auto oscuro, polarizado, empujándola, insultándola, en el video no se discierne, si a golpes, pero se sospecha; todo fue muy rápido porque así fue que huyeron ¿A dónde la llevan? Otra camioneta seminueva quedó abierta, un bebe llorando; pese a las súplicas de la madre, quedó a la deriva, dejando como a tantos otros, un auto abandonado, abierto como los ojos incrédulos de un pueblo que ama a sus comunidades angelinas. Lo más aterrador es esa esquina basurienta donde un oficial pretende reactivar la respiración de un hombre tirado en el piso mientras una patrulla le hace casita, es connatural preguntarse si el hombre aún estará con vida, sin embargo no es lo último, ya que hace algunos días, aparte de los medios locales, un diario europeo, describía el sometimiento de un jardinero, en forma violenta, acosado y golpeado en la cabeza por seis hombres corpulentos y armados.

Se presume que la mayoría de personas detenidas no tienen antecedentes penales, el caso de este jardinero llama la atención pues dos de sus hijos son marines y tiene un hijo veterano …Los videos circulan con este tipo de situaciones, varios por día, en diversas páginas, unos se comparten, otros quedan allí. La violencia va creciendo, el sueño y la tranquilidad disminuyen mientras te acostumbras a la idea de que puedes salir de tu vivienda, pero no sabes si regresarás. De cuando en cuando, te enteras que fue sitiado el centro comercial, la tienda mexicana de comida. La solidaridad también hace presencia, se compran víveres, empacan y reparten en las viviendas. Detrás de las puertas las familias ensayan cómo enfrentar a la migra, apercibidos de sus derechos, de la quinta enmienda, de la ventaja de permanecer callados ante los interrogatorios, y de tener abogados. Soportan los días sin trabajo, los restaurantes se vacían y los patrones se quejan de la falta de empleados. El esfuerzo de los jóvenes patrullando calles, revisando autos, llevando marimba, tambora y cumbia ruidosa bajo los cuartos a donde pernocta “la migraña” -para que no descanse- provocan ternura mientras los forma en el carácter y el compromiso comunitario. La batalla la dan los grupos organizados, conmovedores hasta el nudo de garganta, compañeras y compañeros ruteando, difundiendo, corroborando sitios de alerta. Honorables madres y mujeres chicanas, junto a sus hijos, esposos y compañeros, han hecho escuchar su palabra, empezaron hace meses, recorren con altavoces los edificios, “No vayan a abrir la puerta, no salgan, ¡la migra está aquí!”, (gritan desde los altavoces), “tienen derecho a guardar silencio”, siguen diciendo con el megáfono, mientras encaran a los oficiales, a los hombres armados, a los Bounty Hounter, caza-recompensas, en inglés, en español, con toda su valentía. Están organizadas, son ejemplares, imprescindibles, son heroicas y con simplicidad contundente dicen: no tenemos por qué pedir permiso de defender a quienes amamos: aquí no se requiere licencia para vivir a donde es tu tierra. También denuncian que este atropello violento y terrible está siendo tolerado por algunos políticos locales y sus partidos.