Con EU, vecinos, socios, amigos, hermanos

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/ Por Ángel Álvaro Peña /

La buena vecindad no es sólo una convivencia ideal sino la certeza de una protección mutua, que haya algunos integrantes de ambos lados que quieran pelear, siempre será mejor la armonía y la cooperación que conducirá, a ambos a una mejor calidad de vida y una notable disminución de los problemas.

Como sucede en cualquier lugar, la cercanía les impone problemas comunes que exigen soluciones comunes, no por esto hay que invadir espacios o restarle autonomía a la casa de junto.

Esto es lo que hace México, que es amigo de todos, ante las que empezaron como amenazas, continuaron como advertencia y vienen reduciéndose a simples comentarios del presidente electo, Donald Trump, quien tomará posesión dentro de mes y medio; mientras esto sucede, el actual mandatario Joseph Biden, a través de un comunicado destacó el esfuerzo conjunto entre ambos países para combatir el tráfico de drogas, el cual, afirmó, ha sido clave en la lucha contra la epidemia de opioides que azota a su país.

Pero más allá de mensaje protocolario las palabras fueron de agradecimiento, dijo: “Quiero agradecer a la presidenta Sheinbaum por su liderazgo y colaboración, y a los numerosos militares y policías de ambos lados de la frontera que hicieron esto posible”.

El 4 de diciembre la presidenta Claudia Sheinbaum anunciara el decomiso de 1.5 toneladas de fentanilo en Sinaloa, lugar a donde prácticamente se fue a vivir el secretario el Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, hasta disminuir considerablemente la violencia en el estado, donde se ha concentrado la lucha contra el crimen organizado.

Para el presidente saliente de Estados Unidos la armonía es un hecho, desarrolló una amistad que tuvo menos altibajos que la mayoría de las anteriores, por lo que tomando en cuenta el protagonismo del próximo huésped de la Casa Blanca, tenía que anunciar una entrada triunfal como de emperador romano al frente de un imperio que ya no lo es.

Así, la llegada de Trump a la Presidencia debía ser acompañado de bombo y platillos, a la altura de un regreso proveniente de la derrota, precisamente contra Biden.

Con México, en realidad, no tiene problema, aunque en México haya quienes lo adoptaron casi como líder de una oposición carente de dirigentes y como a los conservadores mexicanos les interesa más descarrilar a la 4T que el amor a la Patria, retomaron las amenazas de Trump como consignas partidistas para desgastar al actual gobierno, desde luego, sin lograrlo.

El escenario es de reconocimiento oficial a la mandataria mexicana por “su liderazgo y colaboración” con Estados Unidos. Trump, necesita marcar diferencias con su antecesor no sólo porque se trata de un militante del partido opositor sino porque debe imponer su estilo personal de gobernar.

De por sí las diferencias entre los presidentes republicanos y demócratas son prácticamente imperceptibles, la línea divisoria tenía que ser marcada precisamente en un espacio que se notaran, y qué mejor que trazar una raya en frontera, que todavía algunos conservadores perciben como un espacio de división y no un puente de unidad.

La política transcurre en Estados Unidos entre similitudes de decisiones trascendentes de los miembros de un partido y otro, que son cada día más parecidas. Lo cual obliga a Trump a ser más agresivo, por lo menos en el discurso.

Los migrantes son un signo de racismo más que administrativo, porque hay trabajo para ellos en Estados Unidos y Canadá, pero le sirven a Trump como letra de cambio que puede canjear por aranceles. La apuesta arancelaria de Trump era una aventura temeraria en la economía del Tratado de América del Norte, en realidad es un disparo en el pie, porque no le conviene, ya la Presidenta de México advirtió que también aumentaría los aranceles y a final de cuentas, quien perdería más sería el vecino del norte.

Salir del acuerdo comercial haría que México se convirtiera en la atracción de Asia para la inversión privada cuyos empresarios perseguirían como abejas al panal, principalmente China, que tendría en nuestro país la puerta de acceso al continente americano, y además, sería un muro de contención para Estados Unidos, ya que se trata del país con el que la administración estadounidense está más endeudado.

Así, lo que hace un mes parecía el inicio de una confrontación entre vecinos, amigos y socios, se convierte en un arreglo que seguramente será depurado, reformado con precisión y esmero por los negociadores de los tres países sin alteración alguna para el Tratado existente, que cumplió 30 años. Una estructura comercial que no puede deshacerse por capricho y mucho menos por chantaje.

Un factor que los estadounidenses no toman en cuenta es el fentanilo que entra al territorio estadounidense en buena parte desde México, a través de las fronteras que son porosas, el mar, y hasta a través de drones y aeronaves. La visión de un país consumidor de drogas, con 100 millones de adictos, no es la misma de quien encabeza un país de tránsito, ni la responsabilidad interna puede compararse, uno tiene que resolver un problema de salud pública, mientras el otro un conflicto de seguridad.

Esta vez en México se trabaja intensamente, a grado tal que Biden agradece el esfuerzo, pero no se ve una reacción del otro lado para desactivar las adicciones, cuyo tratamiento son muy caros.

Hace días México realizó una incautación histórica: más de 20 millones en dosis de fentanilo ilícito, suficiente para matar al 15% de todos los estadunidenses, según cálculos de Biden, quien también reconoció que durante su gobierno “hemos puesto a docenas de importantes líderes de los cárteles y lavadores de dinero tras las rejas”, en tanto que “los últimos datos muestran una caída de más 14% en las muertes por sobredosis en todo el país, la mayor disminución registrada”. Esto es producto “de la colaboración internacional en el combate contra el narcotráfico y sus devastadoras consecuencias, no sólo en México sino también en Estados Unidos”.

Para pelear se necesitan dos y estar de acuerdo para pelear, pero los únicos que quieren pleito son los integrantes de la oposición mexicana que ante las derrotas ante el partido en el poder quieren adoptar triunfos lejanos desgastar a un contrincante que nunca vencerá con armas de juguete.

Con una percepción más práctica y despojadas de protagonismos innecesarios al Presidenta de México es muy clara: “Renovación del T-MEC, única forma de enfrentar competencia con China”. Más claro ni el agua.

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