Por: Zaira Rosas
“Abre bien los ojos que para eso los tienes grandes” le dijo Natalia a su amiga, intentando que ella dejara de justificar comportamientos machistas de su pareja. No era la primera vez que Mariana le contaba de agresiones, comenzaron como chantajes emocionales, insultos, esta última ya era física. De nada sirvió. Los nombres de la historia poco importan, podrían ser otros y encajarían con la historia de 1 de cada 3 mujeres. Las estadísticas son por demás conocidas. Los rasgos de violencia también. ¿Entonces por qué el problema persiste?
Cada día aparece un nombre diferente bajo el mismo modelo, el feminicidio y la falta de justicia para las víctimas. Las protestas y el enojo son constantes, de ahí la necesidad de tomar espacios por la falta de respuesta de las autoridades. En los primeros 7 meses de este 2020 han sido asesinadas 2240 mujeres en México. De los casos más mediáticos ¿cuántos responsables hemos visto tras las rejas?
El más reciente es el de Jessica, un caso más donde la investigación se entorpece por burocracia, abuso de poder y demás elementos frecuentes en nuestro país. Ella tenía 21 años. Pero no es el único caso visto en los últimos días, también fue Alexa de 18, Alondra de 20 y la lista se incrementa. Cada vez son más jóvenes las víctimas y ninguna mujer está exenta de sumarse a las terribles estadísticas.
Organizaciones internacionales y gobiernos coinciden en que cada vez son más los países con leyes que buscan erradicar la violencia de género, el tema se ha incluido en la agenda política, se dan sesiones informativas, fechas conmemorativas que nos invitan a la lucha por la igualdad y justicia, pero el tema sigue en aumento. Porque de nada sirve una normatividad ejemplar si esta no es llevada a la práctica.
Mientras tanto ¿qué podemos hacer los demás? comenzar a poner el tema una y otra vez sobre la mesa. En México hemos normalizado conductas de violencia, es cada vez más frecuente que se presenten comportamientos agresivos entre personas jóvenes por la misma influencia del entorno. Como individuos nos corresponde hablar de estas problemáticas y hacer presión social para que realmente se creen políticas públicas adecuadas.
Los casos como el de Jessica quedan impunes porque pasan al olvido después de un tiempo, sin embargo, son el ejemplo de la cotidianidad a la que nos enfrentamos. En la actualidad las redes sociodigitales y medios de comunicación sirven para hacer denuncias sociales, pero también han incrementado la exposición de violencia. Haciendo que quienes se encuentren en la infancia o juventud, sin un acompañamiento familiar adecuado sean blancos fáciles de interpretaciones erróneas de estos contenidos.
Aunado a lo anterior, la tecnología también ha facilitado mecanismos de control y manipulación. Es más sencillo capturar la atención de menores a través de plataformas donde no hay control parental, ejercer presión contra otros por mensajes privados, llamadas y otras formas de comunicación que de manera sutil son insistentes y enmascaran la violencia.
Hoy la lista de nombres sigue incrementando, por ello no basta con gritar #NiUnaMenos, necesitamos trabajar como sociedad en la raíz de los problemas, las protestas no han de disminuir porque es necesario que esos nombres no se olviden, que sean el ejemplo de todo aquello que buscamos evitar, pero al igual que los ojos han de permanecer abiertos y llenos de atención ante toda señal de peligro, que lo haga la boca para gritar justicia, compartir datos verdaderamente informativos y dispersar propuestas de colaboración social. Que nuestras manos siempre estén dispuestas a ofrecer consuelo, protección y ayuda. Los oídos una escucha atenta de quien nos tenga confianza para ofrecer el debido auxilio. En Unión hemos de actuar para no bajar la guardia y conseguir justicia.