Cecilia Soto
En todas las encuestas serias norteamericanas, una mayoría desaprueba la labor de Trump. En promedio, 41.6 % aprueba su labor y 53.1% la desaprueba (fuente: Five thirty eight). Confrontado con los principales candidatos demócratas, Trump pierde en todos los escenarios, incluso contra el senador Bernie Sanders, conocido por su discurso radical. Pero como se demostró en la elección de 2016 con el particular sistema electoral indirecto, los promedios son engañosos. El presidente norteamericano necesita con desesperación cumplirles a las bases que le dieron acceso a la Casa Blanca a pesar de que la candidata demócrata lo aventajó con más de 3 millones en el voto popular. Por ello, un número importante de encuestas que pregunta quién cree que va a ganar –no por quién votaría– reporta que un importante número de electores cree en la victoria de Trump.
La amenaza de imponer aranceles escalonados –y no progresivos– tiene como razón urgencias electorales. El ultimátum, y con éste el espectáculo de un México acorralado, tenía que montarse antes del 18 de junio, día del lanzamiento de la campaña por la reelección. Francamente le salió bien. Espectáculo o no, la amenaza del arancel tenía que tomarse muy en serio. Hay que recordar, como lo hizo recientemente Luis de la Calle, que sin T-MEC, el comercio exterior en la región se regiría por las reglas de la OMC con un arancel de 3% (con excepciones) y eso da una referencia de la seriedad del riesgo. La amenaza inmediata con consecuencias imprevisibles para la inversión y el empleo en una economía debilitada y que decrece se desactivó temporalmente, pues el presidente norteamericano es imprevisible. Simultáneamente creció la posibilidad de que la aprobación del T-MEC se posponga y que el precio para su aprobación por parte de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes crezca. De hecho, mientras Trump esté en la Presidencia, la razón de ser del TLCAN y del T-MEC, la seguridad jurídica, está seriamente amenazada.
En la lucha por la Presidencia y con la posibilidad de ganarla esta vez, asimiladas las lecciones de la derrota de Hillary Clinton, el liderazgo demócrata no dará nada a Trump. Menos ahora que el 18 de junio enarbolará el triunfo sobre México como un ejemplo claro de su liderazgo y alabará el nuevo instrumento “como el grandioso tratado”. Los demócratas pospondrán la ratificación hasta después de las elecciones y buscarán quitarle el sello trumpiano, exigiendo cambios.
En cuanto a la migración, tienen algo de razón The New York Timesy CNN. Parte de lo concedido por México coincide con lo anunciado por la entonces secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen, el 20 de diciembre de 2018, en una comparecencia ante el Comité de Justicia de la Cámara de Representantes. “Los extranjeros que quieren engañar al sistema (de refugio), entrar ilegalmente a Estados Unidos y adentrarse en el territorio faltando a sus citas en los juzgados ya no podrán hacerlo. En vez de eso, esperarán la decisión de los juzgados en México (…) Ya hemos notificado al gobierno de México de nuestras intenciones. En respuesta, México ha tomado una determinación independiente de que se comprometerá a implementar medidas esenciales en su lado de la frontera. Esperamos que los migrantes afectados reciban visas humanitarias para permanecer en suelo mexicano, puedan solicitar empleo y reciban otras protecciones mientras esperan la decisión legal de Estados Unidos”.
¿Qué es es lo nuevo? Cuando se hicieron esos compromisos con EU, no se había anunciado la política de puertas abiertas a los migrantes que incrementó exponencialmente el flujo migratorio y no estaba lista la Guardia Nacional. Ahora será desplegada, según el comunicado, “por todo el territorio nacional con énfasis en el sur”.
El viacrucis mexicano apenas empieza. Hacer de México víctima del escarnio en las pasadas elecciones probó ser una estrategia electoral efectiva. Trump repetirá la receta una y otra vez; con los migrantes, con las drogas, con los terroristas “que cruzan la frontera”; ¿cuántas estaciones tendremos que recorrer y cuándo terminará el viacrucis? Es posible y deseable que termine el 3 de noviembre de 2020 o que, como consecuencia no deseada, se prolongue cuatro años más.
Posdata: Manifiesto aquí mi desacuerdo con el afán del actual gobierno de debilitar el Estado laico.