Conoce los feminismos que cuestionan el uso de la letra “e”.

*La letra que incomoda no es la “e”. Es la que se prohíbe. Es la que se impone. Es la que se niega a nombrar lo que existe.

03.10.2025. Por años, el lenguaje ha sido campo de batalla. No solo por lo que dice, sino por lo que calla. En El Salvador, el gobierno de Nayib Bukele ha decidido prohibir el uso del lenguaje inclusivo en instituciones educativas. La medida, presentada como defensa de la infancia frente a “ideologías ajenas”, veta expresiones como *“amigue”*, *“niñe”* o *“compañere”*, y reactiva una disputa que atraviesa no solo la gramática, sino la política del reconocimiento.

Pero el debate no es nuevo, ni es simple. Dentro del feminismo —ese territorio plural y a veces contradictorio— hay quienes defienden el uso de la “e” como herramienta para nombrar lo no nombrado: personas no binarias, identidades disidentes, cuerpos que no caben en el binarismo hombre-mujer. Para ellas, la “e” no es una moda, sino una grieta en el lenguaje patriarcal. Un gesto de dignidad.

Otras voces feministas, sin embargo, la cuestionan. Desde el feminismo radical, se advierte que el uso de la “e” puede diluir la lucha histórica de las mujeres, neutralizar el sujeto político “mujer” y desplazar la visibilización femenina en nombre de una inclusión que, a veces, borra.

Desde el feminismo materialista, se señala que el lenguaje inclusivo no transforma por sí solo las condiciones estructurales de opresión. Y desde el feminismo comunitario, se recuerda que no todas las lenguas ni todos los territorios nombran desde el español urbano.

La pluralidad feminista no es debilidad: es potencia crítica. Lo que incomoda no es la “e”, sino la imposición. Lo que se disputa no es solo cómo hablamos, sino quién decide cómo podemos nombrarnos.

En ese sentido, la prohibición estatal del lenguaje inclusivo no es una defensa de la infancia, sino una censura que busca uniformar el pensamiento, silenciar la disidencia y controlar el sentido.

El Estado no debería dictar cómo se nombra la diversidad. Debería garantizar que todas las formas de nombrarse —desde el femenino explícito hasta las rupturas no binarias— puedan coexistir sin persecución. Porque el lenguaje no es solo herramienta: es territorio, es cuerpo, es memoria.

Los feminismos que cuestionan el uso de la “e”.

1. Feminismo radical clásico

– Enfatiza la lucha histórica por visibilizar a las mujeres como categoría política.

– Critica el uso de la “e” por considerar que neutraliza el sujeto “mujer” y diluye la especificidad de la opresión patriarcal.

– Algunas autoras sostienen que el lenguaje inclusivo puede invisibilizar a las mujeres en nombre de una supuesta neutralidad.

2. Feminismo materialista

– Centrado en las condiciones materiales de existencia y en el análisis estructural del género.
– Considera que el lenguaje inclusivo no transforma las relaciones de poder si no va acompañado de cambios concretos en políticas públicas, justicia laboral o redistribución.
– Puede ver la “e” como una estrategia simbólica insuficiente frente a la violencia estructural.

3. Feminismo lingüístico normativ
– Defiende el uso del femenino explícito como forma de visibilización (por ejemplo, “las médicas”, “las juezas”) en lugar de recurrir a formas neutras.

– Algunas lingüistas feministas argumentan que el español ya permite nombrar en femenino sin necesidad de alterar la morfología con “e”.

– Rechazan la “e” por razones de inteligibilidad, gramática o eficacia comunicativa.

4. Feminismo comunitario y decolonial (en ciertos contextos)

– Aunque muchas voces decoloniales adoptan la “e” como ruptura del binarismo colonial, otras priorizan formas de nombrar desde lenguas originarias o desde experiencias comunitarias que no necesariamente pasan por el español urbano.
– En algunos territorios, el lenguaje inclusivo se percibe como una imposición académica o urbana que no dialoga con las formas locales de resistencia.

El debate no es sobre estar “a favor” o “en contra” de la “e”, sino sobre qué cuerpos, luchas y lenguajes se visibilizan o se borran cuando se adopta o se rechaza.

El feminismo, en su pluralidad, sigue discutiendo cómo nombrar sin excluir, cómo incluir sin neutralizar, y cómo resistir sin uniformar.