*Escrito por Lizbeth Ortiz Acevedo y Wendy Figueroa .
15.04.2025 /CimacNoticias.com/ Ciudad de México.- El episodio que comenzó con abucheos por parte de asistentes al palenque y terminó con la destrucción del escenario musical del cantante Luis R. Conriquez, este pasado fin de semana durante la Feria del Caballo en Texcoco, en el estado de México, dejó expuesta la narcocultura que emerge y permanece en parte de la población mexicana, quienes demostraron el fin de semana, que son ávidos consumidores de narcoletras al punto de enfurecer contra el artista luego de que éste se negara a cantar narcocorridos durante su presentación, por tanto, este público decidió destruir el equipo de producción del artista, valuado en casi 4 millones de pesos.
Las imágenes se difundieron rápidamente en redes sociales y se pudieron apreciar instrumentos musicales rotos en medio del redondel donde habitualmente un cantante en un palenque proyecta su show. Además se miraron golpes entre personas que cruzaron la zona del público para continuar peleas en medio del lugar.
Este hecho revela no solamente la normalización de la violencia inserta en los contenidos que nutren a la población y permitió señalar responsables de la nacocultura también a las y los consumidores de letras violentas que hacen apología de figuras masculinas hegemónicas ensalzadas por su actividad ilícita dentro de redes de macrodelincuencia.
La narcocultura es un hecho indiscutible en el país, México tiene exponentes de música que vanaglorian a los líderes de la delincuencia organizada, pero esos mismos contenidos se han diversificado porque se observan en series y películas difundidas a través de plataformas digitales como: Narcos o El Infierno.
Cabe señalar que el artista Luis R. Conriquez, es un cantante habitual de narco corridos y las personas que pagaron un boleto para ingresar al palenque de la Feria del Caballo estaban esperando este tipo de contenidos, no obstante, a través del micrófono y transcurrida casi hora y media de su show, señaló que no podría darle lo esperado, al parece acatando un exhorto.
El pasado 12 de abril, el gobierno del estado de México encabezado por Delfina Gómez Álvarez emitió un exhorto a las autoridades de los municipios de Texcoco, Metepec y Tejupilco, en donde se realizan ferias y se presentan artistas, a vigilar que no se realice apología a la violencia o referencias a personajes ligados a actos criminales o consumo de narcóticos a través de la música o elementos audiovisuales.
Esto en respuesta a una combinación de factores como la herida nacional que dejó el hallazgo del Rancho Izaguirre en Tuxtepec, Jalisco, un centro de exterminio y reclutamiento perteneciente al crimen organizado en donde se encontraron restos óseos, 400 pares de zapatos y pertenencias personales; suceso que puso en el ojo nacional e internacional la crisis de desapariciones en México.
Debido a esta advertencia, el cantante Luis R. Conriquez del regional mexicano, que se enfoca en corridos bélicos, se limitó a cantar canciones románticas de su repertorio, lo que provocó chiflidos y abucheos que terminó en violencia con el destrozó del recinto, instrumentos musicales e incluso peleas físicas entre los asistentes y el personal de seguridad.
Las letras no son neutras
El machismo y la misoginia en los corridos tumbados y narcocorridos se han mantenido estrechamente relacionados desde que este género comenzó a tomar relevancia, provocando así la normalización de la violencia contra las mujeres, desde conductas agresivas en pareja, como los celos o el control, la violencia sexual hasta llegar incluso al feminicidio.
Las letras de estas canciones incluyen mensajes en los que se muestra como algo “usual” el “amor romántico”, ese que provoca una serie de violencia en contra de las mujeres. Pero también se recurre nuevamente a elementos que hacen alusión a la discriminación, estereotipos de género y coloca a las mujeres como “objetos” de consumo.
¿Por qué debería preocupar el perpetuarse estos mensajes en la sociedad? Investigadoras como, Sayak Valencia, refieren que con esta acción lo que se motiva es a la hipernormalización de la violencia, lo cual provoca que no se actúe en la realidad concreta para cambiarla.
En lo anterior coincide Rita Segato, escritora, antropóloga y feminista, quien nos recuerda que la violencia “no es una consecuencia de problemas de otro orden, como la desigualdad social o la falta de oportunidades, la violencia se aprende”.
“La repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de la crueldad y, con esto, promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensables para la empresa predadora. La crueldad habitual es directamente proporcional a formas de gozo narcisista y consumista, y al aislamiento de los ciudadanos mediante su desensibilización al sufrimiento de los otros”, expresa Segato en su texto Pedagogías de la crueldad.
En específico este tipo de violencia que ocurre “cuando se transmiten patrones de comportamiento y actitudes que justifican un trato desigual, promoviendo la cosificación de las mujeres —que conduce a la violencia sexual— y reforzando los roles de género y estereotipos de sumisión y dominación”, es conocida como violencia simbólica.
La Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim) explica que la violencia simbólica dota de “superioridad, control y poder a los hombres”.
De ahí la importancia de que en la sociedad no circulen contenidos musicales que hagan alusión a este tipo de violencia y que, por el contrario, se generen herramientas para prevenir y erradicar el machismo y la misoginia también en la música.
Anteriormente, Los Alegres del Barranco hicieron honor a «el mencho», un narcotraficante mexicano del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), durante uno de sus conciertos en Zapopan, Jalisco, mismo estado donde se encuentra el Rancho Izaguirre y desde entonces el tema sobre los narcos corridos y la narco-cultura se ha vuelto objeto de debate al evidenciar que abonan a normalizar la violencia «sin olvidar que estas problemáticas tienen una raíz histórico-social aún más profunda, resultado del patriarcado y su sistema económico: el capitalismo», comentó la socióloga Margarita Mantilla a Cimacnoticias.
De acuerdo con ella, la permanencia de este género gracias a la vinculación, adaptación y actualización del conflicto sociohistórico en México en donde vivimos las consecuencias de la «guerra contra el narcotráfico» a través de historias musicalizadas, «tiene su propia interpretación de los hechos, caricaturización y hasta ficción, aunque muchas veces nos podemos dar cuenta como la realidad de la historia hecha corrido lo supera».
¿Cómo se mira la sociedad desde los narco corridos?
El articulo «Masculinidades en la narco-cultura: el machismo, los buchones y los mangueras» señala que, gracias al narco-cultural direccionada al aspiracionismo de un estilo de vida en donde la vestimenta, los vehículos, la música, la religión y consumo son ostentosos y que se vuelve legitima a través de las mercancías culturales como la música.
Bajo este idealismo se representa a un hombre violento e hipermasculinizado que como resultado «se exhibe de manera pública mediante una ordenación arbitraria que feminiza los cuerpos mutilados de los enemigos en el espacio público y con ello su capacidad de destrucción» construyendo una idea de «hombría» con símbolos de poder económico, autoridad, armas y placeres. Sin embargo, esta figura se construye bajo tres ejes: la violencia, la importancia y el androcentrismo.
En el primero se emplea la violencia de forma abusiva y en condiciones desiguales y ventajosa, según señala el artículo, principalmente para acaparar los capitales del campo (dinero, armas o capitales sociales), secuestrar a las mujeres y ponerlas en el trabajo sexual, el robo y cobro de pisos en comercios, entre otras prácticas que les proporciona el narcotráfico.
El delirio de la importancia es otra de las características de las masculinidades dominantes que se reflejan en los narcocorridos donde los varones (por su género y división sexual del trabajo) aprovechan su lugar en la estructura social para resaltar donde coexisten varios factores determinantes: el rango y dinero que posee dentro de sus actividades en el narcotráfico.
Otra práctica encontrada como «honorable» es la forma de dominar a las mujeres, desde esta figura los hombres ejercen violencia contra las mujeres y niñas basada en el androcentrismo, un sistema de oposiciones entre lo femenino (subordinado) y masculino (dominante). Ahí mismo confluyen prácticas de caballerosidad en donde se demuestro «amor» a la mujer con obsequios caros de forma sutil y machistas al emplear acciones aprovechadas, toscas, agresivas o violentas, aunque el articulo señala que ambas maneras con son una forma de ejercer una dominación sobre los cuerpos de las mujeres.
Para Margarita Mantilla, el tratamiento que se le da a mujeres y hombres en este género musical es proporcional a los mandatos de género: «Aunque, se ha visto que en el trayecto histórico del corrido prevalece la cosificación de los cuerpos de las mujeres, así como la hipersexualización, los narcocorridos están alineados a los mandatos de género del momento socio histórico donde se crean», explicó.
¿Por qué a las personas les gusta los narco corridos? Porque imagina un estilo de vida en el que se puede salir de la pobreza en el narcotráfico provee a sus participantes dinero, fuerza y redes de impunidad. Sin embargo, queda invisibilizado que este estilo de vida se sostiene a través de diferentes negocios ilícitos como la producción y distribución de drogas, expedíos de cerveza y bares, acaparamiento de terreno para el cultivo del aguacate, trabajo sexual, pequeños negocios para el lavado de dinero, el cobro de piso, entre otros.
Por lo que, el género y especialmente las canciones que aplauden a estos personajes de poder normaliza las actividades detrás para llegar a este estatus y que han sido doloroso para las y los mexicanos. Sin embargo, la socióloga Margarita Mantilla apuntó que la mayor responsabilidad es del Estado, ya que no ha sabido manejar y resolver el problema del narcotráfico en el país, por el contrario, ha tenido nexos. Siendo que, la música «que romantiza dichas prácticas solo es resultado de una cultura que lo normaliza», apuntó.