Contagiar conocimiento, Lucía Rivadeneyra

/ Por Myriam Corte /

“Es un honor recibir un reconocimiento que lleve el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz. Sor Juana en mi vida es una mujer fundamental, una poeta medular y el hecho de que este reconocimiento tenga alrededor de 20 años, significa que existimos muchas mujeres en esta Universidad en diversas áreas, que tenemos un proyecto de trabajo y un compromiso con ella”, expresó la académica Lucía Rivadeneyra, también ganadora del Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa, en 1998, quien el pasado 8 de marzo recibió la distinción de la UNAM, y en entrevista para Gaceta Políticas nos compartió sus impresiones y su experiencia como docente.

Mujer y academia

Con 42 años de antigüedad académica y quien inició su labor como ayudante de profesor, la también poeta ha visto la evolución en el desarrollo y desempeño de la mujer en la academia. Antes, dijo, en las aulas predominaban los hombres: “hoy en día yo he tenido grupos donde hay más mujeres que hombres, eso creo que es una aportación maravillosa a la misma Universidad y a la sociedad, en consecuencia”.

Así, el respeto al espacio académico y el compromiso con las alumnas y los alumnos es fundamental, resaltó. Sin olvidar que el contacto con el mundo exterior en el ámbito político, cultural, social y familiar habla mucho de lo que “hacemos día con día, en pos de la libertad y de la equidad”.

En ese sentido, expresó: “Para mí esto es fundamental, que promovamos como académicas la equidad, que promovamos la información, que motivemos a que no solamente los alumnos y las alumnas, incluso entre nosotros mismos, como colegas, podamos tener una retroalimentación cotidiana, una actualización; para mí la actualización es algo fundamental en el aula”.

Dualidad, periodismo y literatura

Adjunta del profesor y periodista Antonio Caram, quien fuera coeditor de la Revista La Garrapata, así como del escritor Fedro Guillén, Lucía Rivadeneyra encontró una seducción por estas disciplinas a muy temprana edad, las cuales guiarían su vida profesional.

“El periodismo y la literatura, han sido una dualidad en mi vida, la cual me hizo pensar en la posibilidad de que un día yo diera clase y pues sí, me titulé y se dio la coyuntura de dar mi primera asignatura. Se llamaba Taller de periodismo y literatura, o sea que, el destino estaba echado; “la suerte estaba echada, como dicen los gitanos”.

Entonces de allí en adelante fue descubriendo una serie de cosas, agregó. “Yo ya había empezado a reportear también, nunca hubiera podido dar clases de periodismo sin haber pisado una redacción, sin haber reporteado y sin haber publicado crónica, reportajes, entrevistas, en fin”.

Su participación y colaboración en diversas publicaciones forjaron su labor como periodista, una de éstas fue en la revista FEM, la cual fue pionera en América Latina en abordar temas feministas. También trabajó en el Centro Cultural, de la Secretaría de Hacienda, en la difusión, realización de boletines, “toda esa actividad periodística interesantísima”, apuntó.

A la par fue mezclando su trabajo de creación literaria con las clases en la Facultad, cuando recibió su primer Premio Nacional de Poesía Joven, el Elías Nandino, y de ahí en adelante: “Yo ya no tenía duda de que mi motivación más importante, desde siempre creo yo, ha sido contagiar la lectura, yo creo que en la medida de que más leamos en este mundo, en este país, en esta Facultad, creo que podemos apostar por transformar para bien la vida cotidiana; tratar de contagiar, porque creo que esto no se enseña, se contagia”.

¡Ya no nos quedamos calladas!

Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta 2003, Rivadeneyra nunca se ha alejado de la lucha feminista. Actualmente, señaló, nos enfrentamos a un mundo que no es precisamente grato en todos los sentidos.

“Nos enfrentamos a una violencia más obvia y quizá más aguda; violencia siempre ha habido hacia las mujeres pero, era como muy doméstica, muy hacia adentro de la casas. Las mujeres decían, pues me caí de las escaleras, pero no iban a levantar un acta porque quien las había golpeado era el marido.

“Decía una madre de las mujeres asesinadas: ¿Cómo no voy a gritar? ¡Me mataron a mi hija! Entonces, lo que a mí me parece más importante es que ya no nos quedamos calladas”.

En ese sentido, dijo que la marcha del 8M de 2020 la considera un parteaguas porque participaron mujeres de todas las edades, juntas en la calle y de todo tipo de clases sociales y formaciones. “Las niñas que desde ahorita ven a sus madres protestando ya no van a permitir que las hostiguen, que las violenten; entonces, la lucha es muy grande, habrá cosas con las que naturalmente, de manera generacional, podemos o no estar de acuerdo pero, creo que el común denominador es: no a la violencia, no a la explotación, no a la marginación salarial, no al acto de la vida cotidiana del insulto que vivimos todas”.

Recalcó que la lucha es de todos los días, hay trincheras diferentes y hay que dar la batalla, en el mejor sentido de la palabra, por la libertad y la equidad.

Familia y libertad

Finalmente, al preguntrale si pudiera dedicar a alguien este reconocimiento, la academica indicó que en orden cronológico: “Se lo dedico a mi madre, Marbella, porque creo que es la primera feminista que conocí. Protestaba por todo y protesta hasta la fecha. Va a cumplir 86 años en un par de meses. Es una mujer que siempre defendía, apoyaba a las mujeres, fue generosa, abría la puerta de la casa para apoyar a muchas que llegaban a pedirle ayuda, porque tuvo un compromiso profesional en el Hospital Infantil aquí en la Ciudad de México cuando ejercía como enfermera, y porque nos apoyó a ojos ciegos, con amor y con trabajo de casa”.

En segundo lugar brindó el premio a su padre, quien ha sido un hombre sensato. “Yo no le escucho términos machistas, él preparaba biberones, arreglaba el socket de la misma manera que arreglaba el tabique desviado de una nariz porque es otorrino. Porque los dos fueron lectores y me abrieron también el mundo, porque nos dieron —a mí y mis hermanos— una formación de infancia sólida, de valores, de ética y después pusieron —en las manos de todos, y eso lo agradeceré toda mi vida— una palabra fundamental, la libertad. Pusieron libertad en nuestras manos y ya con lo que traíamos atrás, cada uno de nosotros hicimos lo que pudimos y lo que quisimos”.

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