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/ Por Nidia Marín /
El espionaje, aquella práctica que en México presentó su auge durante la Guerra Fría, está de vuelta. ¿Algún día se fue? No. Nunca fue eliminado en los turnos de los gobiernos de derecha y centro y hoy tampoco en el abierto populismo que se vive.
Sin embargo, en el siglo XX fue aplicado con singular alegría contra los grupos políticos de aquella verdadera izquierda (hoy prácticamente desaparecidos por la edad, los infartos, la diabetes y el Ómicron) que pulularon a lo largo y ancho de la República, fundamentalmente en grupos estudiantiles y sindicales.
De acuerdo a la historia, la primera área dedicada a la acechanza fue el Departamento de Confidencialidad (conformado durante los gobiernos de Venustiano Carranza, Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón, de 1918 a 1922). Dicha estructura formaba parte de la Secretaría de Gobernación, denominada después Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales.
Los nietos de aquellos espías pioneros, se dieron vuelo en la materia entre los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado, al emplearlo contra la izquierda básicamente.
Pero en los primeros tiempos los pioneros espiados fueron, por ejemplo, Vicente Lombardo Toledano, Emilio Portes Gil, Aurelio Manrique, Luis N. Morones y Antonio Díaz Soto y Gama, aunque dos décadas después tomó vuelo como Dirección Federal de Seguridad, de la propia Segob, creada durante el gobierno presidencial de Miguel Alemán.
Y ahí llegaría uno de los más avezados jefes del espionaje en México, el veracruzano Fernando Gutiérrez Barrios, quien espió nada mas y nada menos que a Fidel Castro, a finales de los cincuentas en México; todo el Movimiento del 68 y el surgimiento de los grupos guerrilleros en el país, en los años sesenta y setenta.
Fue tal el auge que esos tiempos fueron denominados “la época de oro del espionaje en México”, aunque “Don Fer” como le decíamos los periodistas al titular de la DFS, con la prensa era muy respetuoso, pero también la tenía en la mira. Por sus habilidades llegó a obtener la titularidad de la Secretaría de Gobernación, durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari.
En aquellos años un buen número de policías locales de los estados y desde luego de la Ciudad de México tenían sus especialidades para “sacar la sopa” a quienes eran atrapados “con la oreja en la masa”.
Ellos, los de la DFS no. Los espías únicamente informaban y no se metían en sanguinarios rejuegos, aunque Miguel Nassar Haro (titular de la DFS entre 1978 y 1982) era otro cantar.
Asegura Verónica Oikión-Solano, del Centro de Estudios Históricos del Colegio de Michoacán, en su trabajo “Represión y tortura en México en la década de 1970. Un testimonio político”, que Francisco Juventino Campaña López, alias “Ho-Chi-Min”, miembro de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo, tras de ser detenido en Sinaloa y enviado al entonces Distrito Federal,
“Nazar lo recibió diciéndole: “¡Mira nomás cómo te dejaron!” […]. “¡Por más que les digo que no es necesario golpearlos tanto para investigar y que confiesen!” […]. “Por lo que veo, te trataron muy mal en Sinaloa. Aquí no somos tan pendejos. Quiero que colabores y me digas lo que sabes […]. Sólo me vas a decir de la cuestión política” e insistentemente le exigió a Campaña: “¡Quiero que me digas tu nombre, tu domicilio y el de tus compañeros! Todo en lo que has participado. Organización. Cuántos comandos la componen. Cómo funcionan. Quiénes son los jefes. Dónde se entrenan. Cuánto te pagan”
El asunto es que cuando tampoco quiso hablar, regresaron las “calentaditas” ahora en la capital del país.
Sí, como dijera, años más tarde, Zhenli Ye Gon “Coopelas o cuello”…
¿Y CUANDO EL QUE RIFA ES PEGASUS?
Hoy, cuando se cumplen 103 años del principio del espionaje en México, el asunto es muy sofisticado con el famoso caso del Pegasus en México. Y ni qué decir, los periodistas siguen siendo espiados, en ese caso vía el programa israelí adquirido durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Y sigue la mata dando. En agosto pasado (de este 2021), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) y la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) con dedicatoria a México recordaron que es imperativo que los Estados limiten el uso de cualquier tipo de tecnología que pueda tener injerencia en las comunicaciones privadas.
Lo precisaron ante los nuevos hallazgos sobre la utilización del software Pegasus para espiar a periodistas, personas defensoras de derechos humanos y personas con liderazgo público que ejercían oposición al gobierno.
Resaltaron que desde 2017 se ha estado advirtiendo vía diversas organizaciones, defensores de los derechos humanos y periodistas respecto al uso de ésta y otras herramientas de espionaje en México y otros países de la región.
Ante ello, la CIDH, y la ONU-DH recordaron que es imperativo que los Estados limiten el uso de cualquier tipo de tecnología que pueda tener injerencia en las comunicaciones privadas de acuerdo a estándares internacionales de derechos humanos.
Hicieron notar que dicho uso debe estar delimitado en forma clara y precisa en la ley, ser excepcional y operar en función de lo estrictamente necesario; además, debe contar con autorización judicial previa y una supervisión constante de los organismos estatales pertinentes.
Además, lanzaron “un llamado al Gobierno de México a que la investigación en curso sea completa, efectiva e imparcial y derive en la sanción efectiva a quienes resulten responsables; y a garantizar la adopción de las medidas necesarias para respetar, proteger y garantizar el derecho a la privacidad y la libertad de expresión de la ciudadanía, el ejercicio del periodismo, la defensa de los derechos humanos, la participación pública y las garantías a la oposición política”.
En esa ocasión se recordó el planteamiento de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos quien señaló lo preocupante que resulta que el uso de softwares de vigilancia ha estado vinculado al arresto, intimidación y asesinato de periodistas y defensores de los derechos humanos, hombres y mujeres.
A su vez los mencionados organismos resaltaron que este tipo de prácticas no solo vulnera el derecho a la privacidad, sino que también tiene el potencial de afectar la integridad de sus fuentes y otras personas de su entorno.
Y en esas estamos. Sin resultado aun… que se sepa.